Gustav & Michael, la danza de la vida

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El fin de temporada superó las expectativas del “Grand Finale” anunciado. Como no podía ser de otro modo, el último concierto del 2021-2022 y formal despedida de Michael Tilson Thomas, creador y director de la New World Symphony, la academia orquestal de América con sede en Miami Beach desde 1987, tuvo connotaciones de alto voltaje artístico y emocional. Cita impostergable, el mejor concierto de la temporada marcó también el fin de una era. 

Un programa peculiar con obras de Joseph Boulogne y Gustav Mahler, celebrando a MTT – que se retira por motivos de salud pasando a ser «Director Emérito»- y al violinista estrella Gil Shaham que tuvo a su cargo la doble responsabilidad de solista y director abriendo la noche con el Noveno Concierto del Chevalier de Saint-Georges (1754-1799). Polímata, inefable personaje que merece mas de una película, el guadalupeño campeón de esgrima (entre otros deportes) no fue sólo coronel durante la Revolución Francesa, que defendió hasta luego ser encarcelado por sospechoso, fue también compositor, director y violinista de fuste. En su haber varias óperas, cuartetos, sinfonías y conciertos para el violín del que fue virtuoso; por lo tanto qué mejor pendant del virtuosismo actual que el eximio Gil Shaham cuya fervorosa, impecable versión del Noveno en el mas estricto y a la vez refrescante clasicismo, fue acabada demostración del disfrute de hacer música. Un efervescente aperitivo digno del opulento plato principal por venir. 

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La Quinta Sinfonia de Mahler llegó de la mano de MTT – su compositor fetiche del que ha grabado la integral de sinfonías con la de San Francisco, su orquesta entre  1997-2020 – ovacionado al hacer su entrada como literal Ave Fénix. El director entregó una versión inolvidable, mostró un Mahler algo diferente al que nos tiene acostumbrados, quizás menos espectacular, mas decantado y trascendente de hecho, esencial.

Como el caballero que en El séptimo sello de Ingmar Bergman desafía a la muerte con una partida de ajedrez; a medida que avanzaba en sus sinfonías, Mahler mantuvo un juego cada vez mas intenso y peligroso con ella, una afrenta que dio por resultado su mejor música (no en vano toda creación artística se resume a ese desafío). Después del enigma y la resurrección de sus primeras cuatro sinfonías, Mahler queda solo frente a la muerte, sin voces, sólo la orquesta, entablándose un apasionante ajedrez instrumental. No será aquel duelo desolador que llegará con la Novena, arrollador y macabro como las pinturas de Ensor, sino un baile elegante, seductor, sutil y provocador, combinando sofisticación vienesa con rusticidad campestre, menos decorativo que Klimt y mas cercano al envolvente movimiento continuo de La danza de la vida del noruego Edward Munch.

MTT plasmó esta Quinta, como esa danza de la vida y su destino, del que observa en panorámica su existencia. Ese mismo destino que golpea al inicio de la quinta beethoveniana, que nace con fanfarrias de marcha fúnebre y que en secuencias desfila como postales de una vida, al igual que la Vida de héroe de su rival Richard Strauss compuesta tres años antes. Frente a una lectura como la del viernes 6 de mayo sería pueril, demasiado anecdótico caer en fastidiosos detalles de ejecución musical; se estuvo frente al resultado de la experiencia, de un resumen entregado con distante valentía sumado a una orquesta en absoluto «estado de gracia».

No obstante, se hace imposible no destacar que el Adagietto surgió de la nada con inaudita ternura para crecer y desatarse en oleadas tristanescas, vibrante y pleno de exquisitas transparencias, por momentos blanco, descarnado casi hiriente, para irse extinguiendo hasta desaparecer con la misma lejana emoción con la que había nacido. En esta críptica carta de amor a Alma, el tiempo pareció detenerse, fue diálogo y cita de silencios, estremecedor cenit de la noche.

La batalla mahleriana prosiguió quijotesca aunque vista desde la serena contemplación, casi lección eviscerada de violencia; en instancias nunca sonó tan eslava, tan esteparia, ni tan judía con sus juegos de abalorios musicales, ni tan balsámica, rayana en el perfumado impresionismo que florecía al otro lado del Rhin. El gigantesco Scherzo del segundo movimiento acabó por devorar la sinfonía íntegra, esparciendo incontenible la “broma” a la que alude el término. En el socarrón Rondó final, esa broma cobró ímpetu arrollador y como la frase última de Verdi en su Falstaff, tanto Mahler como MTT, nos recordaron que “todo en el mundo es burla” asestando una lección de vida para hoy y para siempre.

Después de la emocionante ovación que coronó la velada, quedaría agregar el final del breve documental “Michael Tilson Thomas (1987-2022)” proyectado al comienzo y que en tres palabras lo dice todo: “Thank you Michael”

fotos cortesía NWS, crédito Alex Markow

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