Irresistible Gisela May, vieja maga indigna
Más que la genial «operita» de Brecht y Weill, esta flamante reedición de Los siete pecados capitales es un justo tributo a su colosal intérprete, Gisela May, que nació en Wetzlar, terruño del Werther de Goethe pero es berlinesa por adopción y hasta la médula. No se puede ser más berlinesa, es como Marlene Dietrich o mejor, como Lotte Lenya, que era vienesa y como Hildegard Knef, May acabó siendo un símbolo de Berlín. La indomable Gisela sobrevivió a todas y hoy casi con 94 años reside en una casa para ancianos de la ciudad donde es leyenda.
Esta rebelde Edith Piaf alemana no emigró como Lenya o Marlene, se quedó y para colmo de males, del otro lado. Hija de artistas, sobreviviente en Dresde y Leipzig, perdió sus tres hermanos en la guerra, quizá por eso fue una Madre Coraje capaz de equiparar a las legendarias Therese Giehse o Helen Weigel, la mujer de Brecht en el Berliner Ensemble. De Madre Coraje a Hello Dolly hay un trecho que sólo un talento como el suyo pudo salvar y salir mas que triunfante. Pero Brecht y sus compositores (Dessau, Weill y Eisler que la descubrió en la década de los 50) fueron su columna vertebral, su vida. Fuese el Deutsches Theater o el Berliner Ensemble (donde actuó tres décadas) o en el Piccolo Teatro milanés, en Australia o Canadá, en la Scala o Carnegie Hall, Brecht fue su incondicional aliado.
Sin llegar a conocerla Kurt Weill (1900-1950) la inmortalizará como a su musa Lenya. La diferencia es sutil pero esencial. Lenya canta Brecht desde Weill, May canta Weill desde Brecht. Son las palabras su arma mas certera, es tan brutal su identificación que no es necesario entender alemán (claro, preciso, punzante, desgranado) para captar su mensaje, paradoja de paradojas y en su caso, verdad. Así como que su voz – seca, feroz, desgarrada, tierna, distante – se parece pero es mucho mejor que la de Lenya y si desafina, es a propósito. A la sombra de Lenya, esta otra Lenya fue en Berlin la Frau Schneider de Cabaret que Lotte hizo en Broadway.
Y es con estos Siete Pecados Capitales que May deja un testamento definitivo de las intenciones del binomio Brecht-Weill reconciliado en 1931 en Paris. Grabado clarísimamente en estéreo en 1966, la muestra en plenitud absoluta. Acompañada por una soberbia Orquesta de la Radio de Leipzig dirigida por Herbert Kegel y el pequeño coro masculino donde el solista es nada menos que Peter Schreier. El célebre tenor mozartiano, cuyo apellido en alemán significa “gritón”, deslumbra como exacto pendant de la May. El disco original que recién reaparece en CD ganó el Grand-Prix-du-Disque en 1968, es un registro óptimo desde todo punto de vista. Ni el anterior de Lenya, referencial, ni los que le siguieron, desde las notables versiones “clásicas” por Brigitte Fassbänder, Julia Migenes, Elinor Ross, Brigitte Fassbänder y Anne Sofie von Otter al film con Teresa Stratas o las pretensiones de Ute Lemper, se le comparan. Aquí nada sobra, nada falta, cada acento, cada frase cae en su lugar exacto. No queda una piedra sin levantar ni un rincón sin iluminar. El desparpajo se une a un ritmo contagioso. Simplemente irresistible, es el producto perfecto de una era ida.
Completan el recital impagables versiones de las mas famosas canciones de La ópera de tres centavos, Happy End, Ascenso y caída de la ciudad Mahagonny y dos del Berliner Requiem. Escucharla en las familiares Canción de la Habana, la Pirata Jenny o Surabaya Johnny es prueba irrefutable de su dimensión como artista.
El muro ha caído, los tiempos cambiaron (dicho sea de paso es el nombre de su autobiografía), y la «Botschafterin und Nachtigall» (Mensajera y ruiseñor) de la canción de postguerra alemana sigue siendo aquella mezcla de vieja dama indigna de Rene Allio (también basada en Brecht) con la Clara Zachanassian de Dürrenmatt. Diseuse comparable a Barbara o Juliette Greco, actriz de la talla de Giulietta Massina o Jeanne Moreau desde la sequedad prusiana del distanciamiento brechtiano, por momentos en la vena ácida de la desopilante Angela Lansbury en Sweeney Todd, Gisela May es una parada obligatoria para el que quiere conocer a Brecht y Weill desde adentro. Mejor, imposible.
*WEILL, DIE SIEBEN TODSÜNDEN, KEGEL, BRILLIANT CLASSICS BR95126