A Kathy Gaubatz, la infatigable emprendedora
El repentino fallecimiento de Kathy Gaubatz enluta el inicio de la temporada musical 2014-15 e imparte un sello de tristeza que obliga a un breve y merecido homenaje a este auténtica pionera del quehacer musical local. Tristeza por la desaparición física del personaje tan genuino como querible añadida por la preocupación en perder un pilar de la comunidad que deja un vacío difícil de llenar.
Alma y motor de la Sociedad Bach y fundadora del Tropical Baroque Festival que llevaba adelante contra viento y marea, Kathy prefería la absoluta falta de pretensión y un elegante anonimato a la vanidad reinante. A menudo era la mas emocionada entre la audiencia de los conciertos que organizaba y verla reducida a un mar de lágrimas después de un recital constataba que cada emprendimiento nacía de la profunda convicción propia y para su más íntimo placer, tal como debe ser. Todo lo demás era la mentada añadidura.
Diminuta, entusiasta e infatigable, no puedo dejar de imaginarla como la intrépida “hormiguita viajera” del cuento de García Vigil, aquella que se perdió por seguir buscando y buscando sólo guiada por su olfato. Pese a sus muchos aunque no tantos años, Kathy era dueña de una juventud envidiable que la hacía una niña asombrada ante sus descubrimientos o una adolescente rebelde exigiendo ante quien fuera por el apoyo y difusión a la música que tanto amaba.
Había sobrevivido tragedias y pérdidas irreparables, la temprana muerte de un hijo y luego la viudez, sin hacer mella en su carácter; Kathy permanecía fresca, radiante, optimista y risueñamente indignada, con toda razón, cuando algún crítico no le prestaba merecida atención a sus denodados esfuerzos.
Cuando la ciudad de Coral Gables se hermanó con Aix-en-Provence fue invitada al Festival d’Art Lyrique y allí nació la idea de su festival barroco y una conexión entrañable con los veranos musicales de la Provenza que el gobierno francés supo premiar condecorándola Chevalier des Arts et des Lettres. Gracias a ese olfato certero, conocimos músicas y músicos que de otro modo habrían pasado inadvertidos.
No sólo su adorado Jordi Savall que tantas veces, solo o acompañado, engalanó el festival, sino distinguidos grupos locales e internacionales y aquellos a los que pícara llamaba “la mafia argentina” – y en la que me hacía el honor de incluirme con un guiño cómplice – integrada entre tantos por sus queridos músicos que regresaban puntualmente al festival por el placer de complacerla y de compartir tiempo con esta batalladora ejemplar: Maria Cristina Kiehr, Manfredo Kraemer, Eduardo Eguez, Capilla del Sol y en especial Pedro Memelsdorff con quien compartió un sueño por ahora sin cumplir, brindar a la ilustre Schola Cantorum Basiliensis una sucursal tropical en estas costas, como ideal y exquisito pendant de la Feria Art-Basel que balancee arte nuevo con música antigua.
Un sueño que deberíamos apurarnos en concretar para entonces imaginarla sonriendo con la felicidad de la labor cumplida. Sería nuestro mejor y obligado tributo a esa incansable hormiguita viajera que finalmente regresó a casa guiada por su olfato infalible: el de la buena música.
©Sebastian Spreng
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Katherine Ball Gaubatz
12/14/1941, Utica, New York – 10/10/2014, Coral Gables, Florida
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Servicio en su memoria el lunes 13 de octubre a las 3 PM en
Plymouth Congregational Church 3400 Devon Rd, Coconut Grove, FL 33133
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http://www.miamibachsociety.org/