Greenaway aborda la doncella de Orléans en Parma
La ciudad de Parma es sinónimo de Verdi, hijo favorito nacido a unos kilómetros, de su público conocedor, léase los feroces “loggionisti”, así como del famoso club de los 27 (el número de óperas del maestro defendidas por veintisiete hombres respectivamente “bautizados” con sus títulos) y de joyas arquitectónicas como el barroco Teatro Farnese de 1618 destruido durante la Segunda Guerra Mundial, reconstruido en los sesenta y que finalmente está conociendo merecida fama en este milenio. Desde 2011 el monumental ámbito es la sede alternativa del Festival Verdi junto al tradicional Teatro Regio, constituyendo un ámbito tan extraordinario como atípico. Como en sus pares – los venerados teatros Olimpico de Vincenza y Antica de Sabbionetta – escenificar óperas es un desafío mayor, entre otros obstáculos su forma de U, su capacidad para 3000 espectadores y el revestimiento en madera de abeto rojo que conlleva curiosa acústica. Desafío que es “bocado de cardenal” para puestistas atrevidos como el cineasta Peter Greenaway (Eisenstein in Guanajuato; The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover) que decidió escenificar la Juana de Arco verdiana el pasado verano de 2016.
Junto a su colaboradora Saskia Boddeke, el director dispone al público en el escenario mientras desarrolla la acción en las gradas sumándole un espectacular juego de luces y proyecciones láser debidas a Peter Wilm que usan como pantalla las innumerables columnas y arcos del teatro. Siempre excesivo, no es esta la excepción y los resultados si bien impresionantes no dejan de ser tan desmesurados como desparejos. Por momentos catedral bizantina, en otros foresta mágica y también campo de refugiados y algún inoportuno dibujo animado, no da respiro al espectador. No satisfecho con tanta parafernalia visual el equipo creativo agrega dos bailarinas – la virginal y la combatiente – como alter ego de Giovanna. Lo cierto es que menos hubiera resultado mas y la intención original acaba diluyéndose en un exceso de imaginería y color.
Basada en Schiller, que también inspiró a Tchaicovsky en La doncella de Orléans, en el maestro parmesano Giovanna d’Arco es ópera y oratorio al mismo tiempo, el estatismo prevalente le otorga la necesaria solemnidad a éste séptimo bellísimo trabajo de Verdi que poco a poco toma su merecido lugar en el repertorio internacional. Fue vehículo consagratorio de Renata Tebaldi en 1951, así como Montserrat Caballé en discos, Teresa Stratas que en 1966 la estrenó en América, June Anderson, Mariella Devia, la eclipsada Susan Dunn y recientemente un gran éxito para Anna Netrebko (la rusa se presenta junto a su esposo en Miami el 28 de octubre) en la apertura de la temporada 2016 de La Scala bajo Riccardo Chailly, veterano y constante paladín de la obra. En esta oportunidad Vittoria Yeo encarna la heroína con voz potente y límpida aunque carente de cuerpo y peso dramático inclinándose hacia un enfoque distante y sublimado que pide por mayor intensidad mediterránea. Protegida de Riccardo Muti, en los mas importantes teatros europeos esta ascendente soprano lírica coreana canta Butterfly, Elvira, Aida y Lady Macbeth entre otras asignaciones que no dejan de quedarle grandes amén de su fervoroso compromiso vocal y escénico. La secundan el prometedor tenor romano Luciano Ganci como el rey Carlos VII y el notable barítono marquesano Vittorio Vitelli, dos jóvenes nombres para seguir de cerca que refuerzan mucho el trío protagónico.
La orquesta ubicada en el centro del teatro plantea una tarea ardua sino imposible para el director. Afortunadamente el ensamble I Virtuosi Italiani cuentan con el excelente valenciano Ramón Tebar – a punto de abrir la temporada con La Boheme en FGO – que logra aunar orquesta, coro, solistas en un discurso musical vibrante de clara estirpe verdiana y que en última instancia pone un manto de piedad sobre las excentricidades de la puesta.
*VERDI, GIOVANNA D’ARCO, TEBAR, C MAJOR ENTERTAINMENT DVD 745704