Peripecias de Tannhäuser en Bayreuth
Después de haber visto -con paciencia digna de premio – el flamante DVD del Tannhäuser desde el Festival de Bayreuth 2019 cabe preguntarse cómo se habrá sentido el espectador que después de años de ansiosa espera logró finalmente sentarse en el sagrado recinto wagneriano para asistir a esta suerte de aquelarre pergeñado por un director de moda. Más que indignación o rabia, sólo tristeza y desazón.
Ahora se llama reinventar o intervenir, pero más bien se trata de eviscerar o destripar. En esta ocasión el turno le toca a una maravillosa obra de orfebrería musical como Tannhäuser, en una versión que mas allá del escándalo (siempre bienvenido en el teatro de la verde colina, como atestigua el cinismo en los rostros de sus responsables ante el abucheo final) está destinada al olvido.
Ni entretenida ni provocativa, simple y llanamente hartante, la puesta del debutante Tobias Kratzer acaba de cuajo con la magia y la poesía wagneriana aprovechándose del consejo del compositor “Niños, hagan cosas nuevas” para asi reemplazarla con una propuesta delirante que si bien podría tener asidero acaba aburriendo por críptica y a la vez, ridícula, sumada la participación del drag-queen Le Gateau Chocolat y el enano que personifica al “Oskar del Tambor de hojalata” de Gunther Grass, entre otras osadías inútiles.
La representación se ve literalmente “salvada” por el quinteto de cantantes solistas, de notable a excepcional empezando por el consagratorio debut de Lise Davidsen como la virginal Elisabeth. No cabe duda que la formidable joven noruega es el eslabón con sus antecesoras escandinavas Kirsten Flagstad, Birgit Nilsson y Nina Stemme. Una voz segura, fresca y poderosa, una presencia encantadora y reconfortante, Davidsen es la nueva estrella de la lírica germánica. Como su padre, la secunda el experimentado bajo danés Stephen Milling, un Margrave de lujo. Reemplazando exitosamente a Ekaterina Gubanova, como una Venus atípica, anarquista e insufriblemente neurótica, Elena Zhidkova conquista al público pese a una voz algo liviana y corta en los agudos. Repitiendo el papel de su debut en 2004 y en su décimo segunda temporada bayreuthiana, el americano Stephen Gould es un Tannhäuser importante y certero en uno de los personajes mas arduos y temidos de la literatura wagneriana. Gould es capaz de llegar intacto al final para enfrentar el larguísimo “Relato de Roma”, siempre una hazaña. Mención aparte para el barítono alemán Markus Eiche a cargo del papel mas querido de la ópera, el poeta Wolfram von Eschenbach. Excelentes los solistas participantes al concurso de canto del segundo acto, lo mas rescatable de la velada, asi como el coro de Bayreuth, uno de las glorias indiscutibles del teatro.
En su esperado debut – conmutando simultáneamente con el Festival de Salzburgo para dirigir Simon Boccanegra de Verdi, comentado el domigo pasado- el excesivamente ocupado Valery Gergiev no acaba de convencer desde el abismo místico de Bayreuth, un espacio traicionero que supo confundir al mismísimo Georg Solti, ni que decir de Plácido Domingo en 2018. Si el abucheo del final tiene claros ribetes políticos, la labor del ruso es despareja, con tempi oscilantes entre lánguidos y acelaradísimos; a su favor, una lectura que logra en instancias alcanzar vibrante intensidad, especialmente en la célebre obertura. Vale anotar que Gergiev abandonó el festival después de la tercera representación con la excusa (válida) del fallecimiento de su madre.
Curiosamente, esta es sólo la novena puesta de Tannhäuser desde su estreno en Bayreuth (1891), una que sigue los pasos de la última del 2011 de Sebastian Baumgartner, tanto o mas controvertida y que combina videos, backstage, el parque del teatro, intervenciones de todo tipo, payasos, anarquistas, hamburguesas, una producción que sorprende pero que nunca emociona (quizás la intención de Kratzer) como las anteriores de Wieland Wagner, su hermano Wolfgang o Götz Friedrich hasta hoy la que mejor combina medioevo con modernidad.
Musicalmente notable por las contribuciones de los cantantes y el curioso – si discutible – enfoque de Gergiev; visualmente exasperante – se salva el segundo acto – en su divorcio entre foso y escena, sólo interesa como novedad y testimonio de la estudiada desprolijidad reinante que evoca a Oscar Wilde “La moda es una fealdad tan insoportable que nos vemos obligados a alterarla cada seis meses”. Habrá que ver cuantos veranos resiste en la vapuleada verde colina de Franconia, por ahora para bien o para mal queda el DVD mientras el héroe epónimo en disfraz de payaso con toda razón huye por los campos bávaros al volante de su casa rodante…
* WAGNER, TANNHÄUSER, GERGIEV, 2DVD DG 004400735757