La noche que Copland brilló aún más que Beethoven
A sala casi repleta, el mayor atractivo de la primera noche de la New World Symphony en el Knight Hall del Arsht Center era el Concierto para Violín de Beethoven por Pinchas Zukerman junto a Michael Tilson Thomas, marcando un esperado encuentro entre dos estrellas de la generación a la cual pertenecen, con la Academia Orquestal Americana. Mas allá del aplauso inevitable y la quasi veneración que genera el notable violinista israelí, la protagonista de la noche fue la segunda parte dedicada a la Tercera Sinfonía de Copland por una orquesta que respondió magnífica al liderazgo de MTT, cuya identificación con el compositor es tan obvia como indiscutible.
Tampoco puede discutirse que por mas trillado, el Concierto para Violín de Beethoven no sea el “Emperador” de los conciertos para el instrumento, y equivalente al quinto para piano que lleva ese apodo; es el mas noble, jugoso, señero, inspirador, imitado y también, uno de los mas arduos. A más de dos siglos, esta clásica catedral del violín permanece incólume, lozana ante el paso del tiempo por mérito propio y gracias al testimonio de intérpretes legendarios como Menuhin, Heifetz, Stern, Oistrakh, Perlman, Mutter, Kremer y el mismo Zukerman que a los 68 años, conserva los atributos que lo hicieron uno de los mas eminentes intérpretes no sólo del violín sino la viola, quizás otra de las razones de una sonoridad tersa, cálida y profunda absolutamente características sumadas a las virtudes de su Guarneri del Gèsu. Después de medio siglo de “estrecha convivencia” con la obra, puede interpretar el Opus 61 «dormido» y la eficaz lectura del sábado 24 de octubre aunque no dejó de tener la autoridad esperada también acusó algún viso de rutina y tampoco estuvo libre de todo reparo. Hubo momentos de dudosa afinación y cierta crudeza cuando no escualidez en timbre como en algún ataque o trino precario. Naturalmente, Zukerman supo compensarlo con el vigor de una cadenza y enfoque tradicional, en todo sentido a la antigua, destacándose más en el aspecto íntimo y cantabile de la obra que en la ineludible pasión del último tramo. Un aspecto a recalcar fue la labor de una orquesta atentísima bajo las órdenes de Tilson Thomas que en todo momento se adaptó al solista, evitando cualquier desajuste y desbalance que pudo surgir. Pese a la ovación, no hubo bis.
Después de una breve, ilustrativa alocución de MTT que ubicó la música en contexto, el director se sumergió en la Tercera y última sinfonía de Aaron Copland. Se lo apreció como pez en el agua en un lenguaje que comanda espontáneamente como pocos o ninguno. Comisionada por Koussevitsky en los oscuros dias de 1944 acabó siendo, en palabras del compositor, “el reflejo del eufórico espíritu patriótico americano” al final de la Segunda Guerra para su estreno en 1946. Si MTT la ubicó como una de las grandes sinfonías de la guerra comparándola con la Séptima de Shostakovich y la Quinta de Prokofiev, también es una de sus composiciones mas ambiciosas y mejor logradas de la música estadounidense, con un minucioso balance entre lo europeo y la fuerte impronta americana que le otorga su rasgo principal. Desde el lirismo pastoral del primer movimiento y tácito tributo al Mahler de la primera en el espacioso tratamiento de las cuerdas y al Bartok y Shostakovich apreciables en acentos y figuras incluso al juguetón Mahler chinesco de Das Lied von der Erde. Pero en esencia, es un fresco inmenso que retrata la vastedad de las praderas y cielos continentales, la evocación de rodeos y danzas y por sobre todo, la mirada a la guerra en curso desde esta ribera, donde no se libra el combate, la que permuta tragedia por esperanza y desolación por un optimismo abrazador, sin ironías, siempre heroico. Es un monumento instrumental reflejo de un país que se afianza y recibe al que regresa con la fanfarria para el hombre común que en todas sus variaciones encarna la victoria y la loable intención, desde el punto de vista instrumental, de atraer e incluir la mayor audiencia posible sin concesiones de ningún tipo.
No vale decir que fue la mejor actuación de la orquesta cuando apenas empieza la temporada pero sin duda será un referente a otras por venir gracias a la elocuencia de MTT que no dejó detalle sin resaltar, con una espléndida participación de los bronces en la fanfarria y la contribución de la amplia acústica del Knight Hall que permitió la expansión y apreciación sonora del ensamble en todo su esplendor. Puede decirse que esta Tercera Sinfonía de Copland, es una estupenda carta de presentación de la NWS y su creador.
Mientras la acústica de esta sala de conciertos otorga una excelente perspectiva al trabajo de la NWS, debe señalarse un inconveniente que no pertenece a la esfera artística pero que acaba por perjudicarla: el creciente, acuciante problema del estacionamiento y circulación que rodea al Arsht Center y que debe ser tomado en cuenta urgentemente en vista del vertiginoso desarrollo urbano de la zona. Si no hay soluciones viables a corto plazo, acabará por perjudicar al mas importante centro de espectáculos local, uno que tardó décadas en concretarse. Sería una verdadera pena.