Un réquiem alemán atípico e intimista
Como seguidilla a la exitosa incursión en Monteverdi, Patrick Dupré Quigley pudo haber elegido para el segundo compacto de Seraphic Fire una obra más acorde con el despreocupado clima de Miami de final de verano. En cambio, su fundador y director arremete con el Réquiem Alemán de Brahms, es una elección laudable y definitivamente atípica en una versión también atípica.
Testimonio del compositor ante el fallecimiento de su madre, esta obra magna de la literatura sinfónico-coral es un réquiem para los que quedan. Brahms va más allá del rito, apunta certero al espíritu desde una perspectiva humanista, incluyente, universal, brahmsiana.
Menos típica es su reducción alternativa para dos pianos de 1869 estrenada en Londres en 1871 en una traducción al inglés hoy extraviada. Fiel a sí mismo, no es un arreglo común de las partes para coro y orquesta sino una trascripción inmaculada que literalmente genera “otra” obra. Ni esbozo, ni boceto, sino dibujo consumado que en su simplicidad despierta la contemplación más apacible. En el segundo movimiento, de obvio corte sinfónico, cuatro notas le bastan para plasmar una indeleble sensación de serena tristeza definiendo la esencia de la obra para fijarse en la memoria de la audiencia.
Lograr la intimidad del living de la premiere, es la intención – y carta ganadora – de Seraphic Fire, consciente de la tradición a capella y liederista germánica. Entre la solemnidad del tercer movimiento y el acento valseado (evocador de los Liebeslieder) del cuarto, Quigley favorece tiempos elásticos y una dinámica en el discurso menos severa, más luminosa y lírica que lo acostumbrado. Si la obra figura desde hace años en el repertorio del grupo, grabarla significa una mayor y riesgosa exposición y, debe destacarse, otra vez, Seraphic Fire ha sabido salir airoso del desafío.
Excelente la participación de los solistas Paul Max Tipton y Teresa Wakim que descollan en sus respectivos Herr, lehre doch mich e Ihr habt nun Traurigkeit. Columna vertebral es el dúo de pianos a cargo de Justin Blackwell y Scott Allen Jarrett y el concurso del flamante Professional Choral Institut de la Universidad de South Florida que bajo James K. Bass apuntalan el emprendimiento.
Recomendado a expertos y novatos. Los primeros redescubrirán una obra plena de descarnada expresividad, intimista y curiosamente moderna; los últimos querrán luego conocer la versión original. Ambos se enriquecerán con las bondades de éste “otro” réquiem iluminado por el “fuego seráfico” y compañía.
Sebastian Spreng©
* BRAHMS: EIN DEUTSCHES REQUIEM, SFM 14325 73142
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