Tributo a Lorraine Hunt Lieberson
Son contados los artistas que poseen la virtud de desatar en el espectador la emoción más incontenible, la que no puede explicarse. Cuentan que Margot Fonteyn tenía la capacidad innata de emocionar hasta el llanto sin proponérselo, como Edith Piaf o Charles Chaplin, su poder de comunicación saltaba toda valla, iba mas allá del gesto, la voz o la mirada. Lorraine Hunt Lieberson pertenece a ese club privilegiado. Cada actuación, cada grabación parecía ser la última; en su urgencia y convicción dejaba un testimonio tan irrefutable como irrepetible. Su muerte, en absoluta plenitud artística a los 52 años, es sólo una anécdota, no afecta ni condiciona ese sentimiento último que imprimió a su canto desde el principio, esa rotunda intensidad está presente en las primeras grabaciones como en las últimas.
Y para conmemorar los cinco años de su desaparición, el sello Harmonia Mundi edita un precioso tributo en dos CDs. Casi dos horas y media de música conforman esta cuidada recopilación de registros realizados por la cantante y el director Nicholas McGegan, recordada – e imbatible- dupla del movimiento historicista enmarcados por la espléndida Philharmonia Baroque Orchestra.
Decía Callas “No debe cantarse Mozart en puntitas de pie”, y LHL pareció ser la literal encarnación de sus palabras aplicadas no sólo al genio de Salzburg sino también a sus predecesores, encontrando en Handel su apoteosis. Como prueba, la edición recoge sus definitivos Ariodante, Susanna y Theodora (luego será Irene, el otro personaje de la obra del que también dejará una lectura emblemática en Glyndebourne*), los tres grandes roles que grabó con McGegan para hacer historia en la causa de la práctica informada.
Hay más: escenas del Mesías (estremecedora en He was despised y I know that my Redeemer liveth), las dos arias de la cantata Clori, Tirso e Fileno, las que Handel compuso para Margherita Durastanti – en Radamisto, Ottone (Gismonda), Giulio Cesare (Sextus) y Arianna – y como bises, el célebre Bist du bei mir atribuido a Bach y When I am laid in earth de Dido y Eneas de Purcell.
En la fiera precisión de sus ataques, en la línea de canto jamás amanerada, en la redondez y opulencia del timbre, en el acento intuitivo y color inconfundible, en la noble naturalidad de su coloratura, en su innato “hablar cantando” y asombrosa gestualidad conectada íntimamente al canto asomaba esa “primal fuerza femenina que como un rayo conectaba cielo y tierra” en palabras de Peter Sellars. Ni soprano, ni mezzo y sí en cambio, las dos; esta criatura esencialmente americana, pionera, gentil y radiante, solía definirse con “lo mío es volar, sumergirme en las profundidades”.
Una cantante adictiva, una artista hoy mas necesaria que nunca y la inmejorable puerta a las delicias y tormentos del barroco en esta edición “obligatoria” para comenzar (o revisitar) el universo de una auténtica leyenda americana (ver https://miamiclasica.com/2011/03/20/incomparable-lorraine-hunt-lieberson/)
Su compañero, el compositor Peter Lieberson (1946-2011) anotó en el libreto adjunto “Su voz atravesaba el corazón, emanaba algo que beneficiaba la vida de los demás”. Sólo queda escucharla y nutrirse☼
Sebastian Spreng©
LORRAINE HUNT LIEBERSON, A TRIBUTE – HMU 907471.72
(*) Lord, to Thee de Theodora, Irene, Glyndebourne 1989 (Sellars-Christie)