Kirsten Flagstad, no habrá ninguna igual…
El tango se lamenta y con razón: ¨No habrá ninguna igual… no habrá ninguna». Y si la expresión bien puede aplicarse a colosos del canto, en Kirsten Flagstad encuentra su paradigma. La gran noruega es avalada por definiciones que la señalan como la mejor cantante del siglo (la de Erich Kleiber, entre otros) y quizás de la historia grabada; ni siquiera quienes discuten tal aseveración a favor de otras más temperamentales o glamorosas se atreven a destronarla como la suprema soprano wagneriana de todos los tiempos, Lilli Lehmann y sus inmediatas antecesoras Olive Fremstad y Frida Leider incluídas.
En este renglón, el cetro aún le pertenece y será difícil igualarla.
Pero lo cierto es que la mayoría de las grabaciones que testimonian este fenómeno vocal pertenecen a la posguerra (desde las Brunildas e Isolda con Wilhelm Furtwängler y el estreno mundial de la Cuatro últimas canciones de Richard Strauss hasta la última, formidable Fricka de Das Rheingold con Georg Solti en 1959 a los 64 años) cuando Flagstad comenzaba su largo y radiante ocaso vocal.
Esta recopilación de los años 1935 a 1940 permite apreciarla en su cenit y en Estados Unidos, donde protagonizó una sensacional consagración radial en la transmisión metropolitana del 2 de febrero de 1935 como Siglinda en Die Walküre que precipitó los debuts americanos en todos los personajes del presente CD: Isolda, Brunilda, Elsa y Kundry. Esta última es la joya del disco porque Parsifal es nada menos que Lauritz Melchior, su equivalente masculino, en la escena del segundo acto completa. La Orquesta de Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy la secunda en arias de Elsa y Siglinda y la de la Opera de San Francisco con su acompañante preferido Edwin McArthur como director en el Liebestod y la Inmolación de Götterdämmerung.
Y es entonces la pureza y grandiosidad de una voz como océano de sonido inmutable, de majestad casi sobrehumana lo que hoy impacta y asombra tanto como ayer. Hay agudos algo tensos y cierta placidez interpretativa que puede despertar reparos; era otro el estilo e interpretación wagnerianas, sublimado, quizás menos teatral.
Después llegó la modernidad con Astrid Varnay, Martha Mödl y Birgit Nilsson, en las antípodas su auténtica sucesora, y las demás… pero, todavía Flagstad marca el estándar supremo. Un estándar al que conviene acudir para medir las interpretaciones del presente y darle razón al tango: «no habrá ninguna igual…»☼
☀WAGNER, FLAGSTAD, NEWTON CLASSICS 8802090