Leif Ove Andsnes, revela fascinante tesoro nórdico

 

Para este juego hay que vendarse los ojos, escuchar atentamente y dejarse llevar. El placer invade, es incontenible, inmenso, es nuevo pero conocido, extrañamente familiar y al mismo tiempo inédito. Y entonces la curiosidad es tanta que puede matar al disfrute. Es Chopin o Scarlatti, es Tchaicovsky o Debussy, es Schumann o Mussorsky, es Brahms o Grieg, es Satie o Guastavino…. Es todos y a la vez ninguno. La respuesta es, créase o no, Sibelius.

En esta flamante colección de preciosas miniaturas, el severo gigante finlandés emerge diferente, irreconocible, íntimo, siempre en claroscuro siempre amenazante pero ésta vez con un matiz de salón encantador, con un lirismo elegante tan inesperado como atrapante. Se equivocaba el compositor al mirar el piano con poca simpatía achacándole que para él «no cantaba». El parco gigante demuestra que su piano puede cantar y cómo, con una voz multifacética si no en exceso personal absolutamente fascinante. Las dos docenas de piezas que integran el álbum lo corroboran, trátese de impromptus, bagatelas, rondós, scherzos, bocetos, valses, sonatinas o Lieder, es un canto al canto del piano valga la redundancia.

El crédito por abrir este cofre de tesoros, esta bienvenida caja de sorpresas se lo lleva Leif Ove Andsnes. Si bien no es el primero, ya Glenn Gould lo había anticipado y Håvard Gimse había grabado la integral pianística para Naxos, Andsnes es quien puede y tiene los medios para popularizarlo como se merece en éste, uno de los pequeños milagros discográficos del año.

Desde el épico Kyllikki Opus 41 extraído de la epopeya Kalevala, con embestidas á la Schumann e inconfundible aire folkórico a la Sonatina Op. 67 de claridad mediterránea con aires ibéricos pasando por las Cinco piezas para piano Op. 75, de una opulencia tímbrica y sorprendente familiaridad, y sin poder dejar de mencionar el subyugante Elegíaco que compite en belleza con los dos Impromptus iniciales y el Romance Op. 24; la serena canción entre las Bagatelas y los últimos trabajos del Op. 114, donde se adivinan las sinfonías sexta y séptima contemporáneas a estas piezas, cada una de estas inmaculadamente escogidas joyitas funcionan como una suerte de suite que no sólo abarcan su período creativo entre 1893 y 1927 – al que sucederá su silencio de tres décadas y posterior deceso – sino que revelan música simple y a la vez sofisticada de la pluma de uno de los grandes sinfonistas de la música universal.

El notable pianista noruego – que ha visitado Miami como solista de la Cleveland y de la New World Symphony, a la que afortunadamente regresa en febrero próximo – vuelve a convencer desplegando una paleta cromática formidable, el rigor estilístico que es su marca de fábrica, impecable virtuosismo y la ternura escondida para plasmar las piezas mas simples, sin contar con el buen gusto del que hace gala a través de toda esta valiosa empresa quasi devocional, una misión obviamente de contornos personales donde no falta la transcripción del célebre Valse Triste. No es la primera vez que Andsnes se aparta de los grandes títulos del repertorio, ya lo hizo con el excelente álbum de misceláneas Horizontes.

Música de salón? (por qué no para un ballet?), en cierto sentido lo es, jamás despectivo; a no engañarse, no es aquella  «música porque sí, música vana» – como anotaba el poeta Nalé Roxlo – sino un viaje a través de regiones imaginadas, una exposición de pinturas añoradas, un periplo que como bien observa el pianista «Son piezas que habitan un mundo privado, casi velado al público, sólo para compartir con un amigo o en soledad».

En resumidas cuentas, este fascinante trabajo firmado por el maestro Jean Sibelius e interpretado por Leif Ove Andsnes, su noble “alumno”, es una invitación imposible de resistir, para sumergirse en paisajes nórdicos donde el tiempo queda suspendido y la luz no se ve pero está donde menos se sospecha.

* SIBELIUS, ANDSNES, SONY CLASSICAL 88985408502