Miami y su Huracán Art-Basel

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For Those in Peril on the Sea – Hew Locke – PAMM – foto Daniel Azoulay

Quienes aún insisten que Miami es sinónimo de anticultura tendrán que ir cambiando su discurso. Jamás será París, Londres o Nueva York – tampoco tiene por qué – pero la brújula lentamente va girando su curso hacia resultados nada desdeñables. Esta ciudad balnearia con aspiraciones válidas ya es la puerta a Latinoamérica y nexo vital incluso en el renglón artístico. Tampoco ha dejado de ser tradicional meca del shopping; con el aterrizaje Art Basel también lo es del mercado de arte mundial. Este gigantesco supermercado de lujo es una nave madre generadora de ferias de arte satélites que atraen multitudes y energizan el ámbito local. En su edición del 2013 – la décimo segunda – se sumaron mas de veinte ferias «piloto», además de un centenar de galerías que totalizaron unos seis mil artistas exhibiendo sus trabajos.

Desde los avatares del arte propiamente dicho al horror del tránsito y la profusión de fiestas y vernissages que la banalizan ad nauseam es imposible escaparse, ni qué decir saturarse. Miami no tendrá carnaval pero tiene Art Basel y eso es buen motivo de atracción y celebración cuando el circo regresa cada año y barrios enteros se ven invadidos por carpas, estandartes y una fauna conformada por celebridades y donnadies que justifican la obligada passeggiata, una que recuerda no sin justificada dosis de espanto a la pasarela final de Ocho y medio de Fellini.

Los habitantes de Miami conformamos una tribu dispar. Los nativos (cada vez son vez mas) y los por adopción (cada vez somos mas) tomamos cada acontecimiento cultural como triunfo propio. Tenemos sobrados motivos. Sufrimos del síndrome del rechazo a toda crítica, un tanto provincial si se quiere pero comprensible en vista del esfuerzo titánico que implica asentar cada ladrillo de cultura sobre este coral poroso amenazado por agua y vientos de todo tenor. Este año, la excusa de Art Basel señaló la oportunidad dorada para la concreción de un hito local con proyección internacional: la apertura del Pérez Art Miami Museum (PAMM). Fue el momento y sitio indicados para para dar a conocer un edificio que combina magistralmente la fusión de hombre, arte y naturaleza configurada en estas latitudes.

Poco a poco, la ecuación va cerrando. Al Adrienne Arsht Center (César Pelli), siguió la New World Symphony (Frank Gehry) y ahora se suma el PAMM por Herzog & de Meuron, cuyo obvio rasgo esencial consiste en ser el primer asentamiento cultural sobre el agua. Y entonces, podría decirse que si Buenos Aires para Le Corbusier era la ciudad de espaldas al rio, culturalmente Miami lo fue con ese mar que la rodea. El PAMM es el primero en romper el hechizo, finalmente el arte parece competir con el deporte encarnado en la vecina Miami Arena (el complejo se completará con el Museo de Ciencias Frost en avanzada construcción). La propuesta de los arquitectos suizos es ejemplar, al igual que el edificio de Gehry tiene la virtud de no luchar por ser landmark sino que le basta y sobra con ser receptáculo, usina generadora de arte. Objetivos mas nobles, menos pretenciosos, mas verdaderos. Inspirado por el curioso “Stiltsville” – un grupo de casas construidas sobre pilotes en la década del 40 en el confín de la Bahía de Biscayne – evidencia una curiosa mezcla de solidez y levedad que atemoriza aunque sus cristales antihuracanes sean los mas grandes del planeta. En la combinación y texturas de concreto, piedra y madera – elementos inusuales en Miami – y en una luz absolutamente mágica provista por estratégicos ventanales que dejan ver el mar y la ciudad a cada paso, se plasmó un ámbito único que concita un punto de inflexión a la vez oasis emblemático.

Para los griegos los delfines significaban buena suerte y la sorpresa de verlos retozar en la bahía desde las amplísimas terrazas del museo se antoja una imagen tan providencial como anecdótica que supera todo Disney. Definitivamente no es Paris ni Londres sino Miami y la inserción del PAMM ha desplazado al aluvión Art Basel en la consciencia colectiva de la ciudad. Toda una hazaña.

De momento mas continente que contenido, el PAMM se erige como plataforma hacia una colección que tendrá la oportunidad de reflejar las convergencias de una ciudad peculiar y que probablemente implique la misión de contribuir a la mejor comprensión del riquísimo acervo artístico del sur del continente ante el resto del mundo. La muestra inaugural reflejó varias tendencias siendo su vector principal el desarraigo y consecuente inmigración, o viceversa. Desde la inmensa exhibición del controvertido disidente Ai Weiwei a la dedicada a la modernista cubana Amelia Peláez pasando por el archivo visual y de poesía concreta Ruth & Marvin Sackner (una sala exquisita que es tesoro del museo), la obra de Monica Sosnowska y la sección Americana no hay detalle dejado al azar; ni los textos a cada obra en inglés perfectamente traducidos al castellano. Quizás los múltiples navíos en el aire de la instalación de Hew Locke que recibe al visitante engloben el mensaje esencial y sirvan de inmejorable testimonio a la problemática de toda clase de exilio, material o espiritual, donde Miami ha sido ancla y refugio.

PAMM, south facade. Iwan Baan. 2

El Pérez Art Miami Museum – fachada sur – foto Iwan Baan

Con 250 galerias de 35 países, la edición Art Basel Miami Beach en el Centro de Convenciones (a punto de ser remodelado) reconfirmó una tendencia aún más conservadora que la del pasado año con innegable protagonismo de la pintura seguida (enfatizada en la abstracción y el arte concreto) por la fotografía por sobre instalaciones, video y escultura. De hecho, lo más tragresor se vió en los museos y colecciones de Miami – vale mencionar la Margulies Collection (con espectaculares Anselm Kiefer), De la Cruz, CIFO y Rubell además del Bass Museum, el Wolfsonian, FIU y el MOCA con los vacuos neones de Tracey Emin – sin contar con ferias como Untitled y Scope, instaladas en gigantescas carpas en medio de la playa, y Pulse en el Ice Palace donde primó la fotografía. En el felizmente recuperado edificio Bacardi (hoy Young Arts Foundation), Marina Abramovic presentó su retrato en 3D por Matthu Placek, apenas uno de los innumerables eventos de una semana trajinada que no dejó minuto para relajarse y que además contó con un clima espléndido para deleite de los visitantes del norte.

Cruzando la bahía, como pendant de Art Basel en Miami Beach, otra vez Art Miami y sendas ferias paralelas se instalaron en Wynwood-Design District, conformando un panorama rico, ecléctico pero desigual. Al igual que su hermana mayor, se registró fuerte presencia alemana y brasileña con importantes aportes del área latinoamericana donde galerías como Leon Tovar, Ascaso y Durban Segnini llevaron la delantera. No obstante, la edición 2013 se notó mas abigarrada que la anterior así como la ausencia de importantes galerías tradicionales en esta feria.

De regreso en Art Basel se disfrutó de las afortunadamente habituales piezas de museo – Ernst, Munch, Miró, Nolde, Magritte, Kandinsky, Lucien Freud, Schlemmer, Feininger, etc – sin olvidar a Louise Bourgeois, Kapoor, Brancusi, Motherwell, Gormley, Fontana, Duchamp, Baldessari, William Kentridge y Maya Lin. Imposible no mencionar a Georgia Russell y sus asombrosos filigranas de papel, los mantos de El Anatsui, los nocturnos de Doug Aitken, el “alma” en las piedras totémicas de Ugo Rondinone, la figuración de Tim Eitel, el ascetismo de Edda Renouf, las curiosas grafías de Dean Byngton y la serenidad del sueco Paul Fägerskiöld entre cientos de artistas del presente. En el ámbito latinoamericano, Henrique Faría desplegó cáustico humor, como prueba Largest Companies by Revenue de Emilio Chapela; Galería Sur de Montevideo expuso sus Torres García de rigor y Mary-Anne Martin un antológico Gunther Gerzso además de, entre otras delicias, al notable Wolfgang Paalen, Ancestors to come joyita que resume Oriente y Occidente. 

Con un saldo positivo que esta vez empezó con el PAMM, el mayor mérito del Huracán Art Basel pareció quedar en casa.  Ya pocos dudan que Miami apuesta a un crecimiento tan necesario como inevitable y que está dejando de ser el patito feo más allá del vértigo causado por los pro y contras de la avalancha Art-Basel y aledaños. Y eso sí, es causa de celebración.

(una versión editada de este artículo se publica en Ambito Financiero de Buenos Aires)

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Wolfgang Paalen – Ancestors to come – 1948