Requiem deslumbrante y estremecedor
En el canon verdiano no hay obra mas monolítica que la Misa de Requiem, es como si todas sus óperas se hubieran compactado en un solo canto doloroso, pétreo, monumental; es un inmenso fresco cantante. El gran operista compone el mejor oratorio y a no olvidar que se trata de una misa compuesta por un agnóstico. En estas contradicciones se encuentra este elixir destilado del mas puro Verdi, con su amor devocional por cada registro vocal, coro y orquesta. No hay pomposidad, excesos, grandilocuencia sino grandeza, no hay un sólo paso en falso ni flanco débil. Es un bloque íntegro y veraz esculpido en un torrente de inspiración incontestable que evoca la frase de Miguel Angel “Para hacer una escultura, quito todo lo que no es escultura”. Así, el viejo sabio de Busseto quita todo lo que no es música.
El mismo Verdi se sorprendería al saber que su obra puede transformarse en una de arte total, impensada y sorprendente, Gesamtkunstwerk resultante del magnífico trabajo del coreógrafo y director de escena Christian Spuck y su equipo. En un alarde estético de rigor y austeridad sin concesiones, Spuck convoca a su Ballet de Zurich, un notable cuarteto vocal, coro, orquesta, al director Fabio Luisi y al escenógrafo Christian Schmidt que se une a la figurinista Emma Ryott y el iluminador Martin Gerbhart para crear una experiencia estética, una genuina «instalación» que haría empalidecer a unos cuantos pretenciosos.
Acierta Spuck al afirmar que “Esta música no necesita visualización, es una entidad en sí misma”, por lo tanto, se atreve a habitarla; es su mejor arma y recurso, no cae en la anécdota, no narra, no ilustra, en total abstracción, es música hecha imagen, corporizada en los bailarines que a través de dieciséis tableaux conjuran impulsos espirituales. Desde ya, el tema es la muerte y cómo nos relacionamos con ella, pero no hay descripciones vanas ni embellecimientos que distraigan la atención, todo es núcleo intenso, balsámico y constante durante noventa minutos. Una hazaña escénica que emociona y reconforta en virtud de una estética feroz, bella, original, donde la danza se iguala a la música, donde todos sobresalen en un balance milagroso.
Tierra, barro, polvo y ceniza son los elementos en juego donde la luz cegadora se encarga de definir el registro emocional entre caos y gloria. En negros, grises y blancos, la acerada caja escénica creada por Schmidt – seca, lacónica, suscinta, parca pero ideal – funciona como contenedor de emociones, una luz cenital o un reflector crudo dibuja y multiplica sombras proyectadas, escenógrafo e iluminador crean imágenes anónimas de rotunda belleza que impactan de por sí. El cuerpo de baile se agrupa haciéndose uno, para encresparse y dispersarse en una suerte de tsunami humano, es un solo animal que aulla o se consuela, carne de Michelangelo y su Juicio Final en movimiento. Las tensiones escénicas y musicales cobran una flexibilidad asombrosa. Cada espectador hace su lectura, no hay necesidad de explicaciones, Spuck via Verdi apunta certero a lo más íntimo.
Tampoco vale la pena describir cada tableaux, pequeñas joyas filigranadas, los hay solitarios como también multitudinarios; en el final, coro, bailarines y solistas se dirigen al público, lo enfrentan. La última imagen resume la condición humana frente al todo. La pequeñez y soledad inexorable e intransferible de la partida, un paso hacia la nada.
En el escenario, los cuatro solistas comparten y se desplazan el ámbito con bailarines y coro, no están ausentes o en otro plano, forman parte integral del drama del hombre. La gran soprano búlgara Krassimira Stoyanova y el extraordinario bajo alemán Georg Zeppenfeld deleitan con solidez de medios y expresión ejemplares. El tenor genovés Francesco Meli y la mezzo romana Veronica Simeoni aportan estilo y musicalidad. En el mismo empinado nivel el coro de la Ópera de Zurich y la Philharmonia Zürich bajo Fabio Luisi.
Si bien no es la primera vez que se escenifica – ya lo hizo Bechtel en Colonia (2011) y Achim Freyer en la Deutsche Oper Berlin (2006) – esta versión conlleva un sello de excelencia difícil de emular. Una obra ausente y lamentablemente postergada en la programación de Miami que debería prestar atención a esta lectura tan rica y cautivante.
Indispensable, y desde ya, uno de los DVDs del año.
* VERDI, MESSA DA REQUIEM, SPUCK, LUISI, ACCENTUS DVD ACC20592