Auspicioso comienzo del ciclo en St.Hugh
Cuando no es Viena, Berlín, Nueva York, París u otras plazas musicales firmemente establecidas suele rumorearse, con intenciones poco claras y no poca ignorancia, que el recital lírico es un género condenado a la extinción. Amenazado, sí; una cosa muy distinta. Para fortuna de Miami, no piensa así Roberto Berrocal abocado a su serie de cantantes en St. Hugh de Coconut Grove. El pianista español es uno de los que sostiene esa bandera del canto «a toda costa y en esta costa» presentando recitales que suman adeptos en una ciudad donde ha disminuído notablemente la presencia del cantante lírico en el escenario de conciertos.
Residentes locales de actuación internacional, el matrimonio integrado por la soprano Sandra López y el tenor Stuart Neill abrió el ciclo con un programa dedicado sólo a arias y dúos de óperas. Y en más de un renglón sentó precedentes por la combinación de caballitos de batalla con fragmentos menos frecuentados y por la sobriedad de la presentación alejada de amaneramientos y excesos y sin ni material de relleno, digno también de destacar. Se obtuvo un recital conciso, coherente y bellamente ejecutado con momentos de esplendor vocal fuera del común denominador.
La escena Io vengo a domandar grazia del primer acto de Don Carlo fue justo precalentamiento para las voces y el público seguida por el aria de la carta de Medora del corsario verdiano efizcamente vertida por la soprano. Fue con Celeste Aida que la noche empezó a vibrar con un entusiasmo inusual ante la certeza de que se estaba frente a un tenor de raro calibre, estentóreo, heroico y sutil, un Radamés que hizo honor a la difícil página de Verdi. Un logrado Stridono lassù de Nedda dió paso a un descomunal Vesti la giubba donde Neill reconfirmó sus cualidades.
Pero fue la segunda parte una fiesta vocal gracias al aria de las joyas de Fausto, quizás la mejor intervención de la velada para López con todos los matices del personaje de Margarita y una Liú acertada en Tu che di gel sei cinta. Apropiadamente, Neill continuó el momento pucciniano con un Nessun dorma sensacional, uno de los mejores sino el mejor escuchado en mucho tiempo por estos lares y que careció del barniz rutinario que se cierne sobre esta aria tan trillada. La conclusión oficial del recital fue la última escena de La traviata con ambos intérpretes en admirable sintonía.
Cuatro bises en exceso generosos redondearon la noche. Dos “Marías” memorables, tanto la de Ernesto Lecuona por la soprano como la de Leonard Bernstein jugada con un espectacular messa di voce por el tenor que con Be my love volvió a tener rendido a sus pies al auditorio; sólo faltó que López se plegara a su marido para unirse en esta evocación de Mario Lanza y Kathryn Grayson y que recordó cuando los grandes tenores de antaño incursionaban habitualmente en repertorio ligero. Regresó López para un cálido Love is where you find it, el clásico popular de Mickey Carrell, cuarto final para un honesta y lograda reunión de voces.
Párrafo aparte merece el desempeño de Berrocal, en todo momento un acompañante de lujo que dejó de cumplir ese rol ante un despliegue de color y estilos dignos de mención pero, y allí residió su máxima virtud, sin quitar protagonismo a los cantantes.
Un auspicioso ciclo lírico que avanza por propio mérito y que hoy mas que nunca, deben tener en cuenta todos los amantes del buen canto.
Información del próximo concierto el 14 de noviembre – Jane Brugger, soprano