Un estremecimiento llamado Juana

3760014197086

Esa misma flauta que como sibila agorera al comienzo anuncia el advenimiento de las tinieblas encarnará el alma de Juana de Arco, esa «alondra» que finalmente ascenderá en el amanecer próximo. Declarada libre de culpa y cargo veinticinco años después de su ejecución pero recién canonizada quinientos años después en 1920, la doncella de Orléans inspiró a tantísimos, entre otros Schiller, Bernard Shaw, Brecht, Verdi, Tchaicovsky, Marc Twain y al Anouilh de La alondra. En lo personal, me obliga agradecer a Honegger y Claudel por una experiencia inolvidable, uno de los hitos que me hicieron como espectador y aficionado a la música: Juana de Arco en la hoguera en el Teatro Colón hace casi cuatro décadas. Un estremecimiento corría entonces por la sala porteña conmocionando a un público de adolescentes entre los que me contaba. Una partitura compleja, no apta para novatos, un híbrido “oratorio dramático” que gracias a la magia del teatro cautivaba al reflejar vívidamente el espanto de la ignorancia y la intriga concebido por poeta y músico. Un espanto tan vigente hoy como hace cientos de años, el ensañamiento del poderoso con el puro inocente.

Más espiritual que político, en concordancia con el temperamento del poeta, símbolo y producto nacido en una era tan oscura como la que ilustra, esta Jeanne se gestó entre 1934 (cuando Ida Rubinstein vió una representación «medieval» en la Sorbona) y 1942 cuando se estrenó en Zurich (antes en concierto en 1938 en Basilea), como conclusión de una planeada tetralogía del mal con Milhaud y Stravinsky que nunca se concretó por la Segunda Guerra Mundial. En 1944, Honegger agregó un prólogo alegórico a la ocupación alemana.

En menos de ochenta minutos desfilan once escenas de corte neoclásico con efectos certeros – no se libran ni Bach, ni Ravel, ni el jazz, ni el folkore de Lorena, ni el Kurt Weill de Mahagonny– que incluyen pianos, saxos y ondas Martenot, coros, personajes secundarios y dos protagonistas para una pieza que en su crudeza y mordacidad evoca indefectiblemente las imágenes de Brueghel y El Bosco, desde el juicio personificado por cerdos, asnos y otras bestias al macabro juego de cartas que decide la suerte de la heroína.

Después de Ida Rubinstein que la paseó por Europa, Vera Zorina la estrenó en Estados Unidos en 1948 no se puede olvidar a Ingrid Bergman, fue su papel mas querido, la encarnó en la Opera parisina en 1953 dando lugar a la versión filmada en el San Carlo napolitano por Roberto Rossellini que la redimió del pasticho hollywoodesco que había filmado en 1948 con Victor Fleming. Luego fue interpretada por figuras como Marthe Dugard, Nelly Borgeaud, Felicia Montealegre, Claire Deluca, Sonia Petrovna, Marthe Keller, Isabel Karajan, Dominique Sanda, Sylvie Testud y otras. La tensión recae íntegra en su hilo conductor, el rol hablado de Juana, que sin una actriz excepcional pierde fuerza y sentido y exhibe grietas de otro modo inocultables en la obra.

Esta versión de concierto halla una Marion Cotillard transfigurada, una criatura sublime, dueña de una ternura infinita y una milagrosa calibración emocional. Estampa y voz que estremecen desde la primera hasta la última palabra y en su declamación sencilla, sin artificios, se agiganta la lengua de Racine. Y no hay mejor elogio posible que compararla con la Falconetti,  la genial actriz de la película muda de Carl Dreyer – La pasión de Juana de Arco -que huyendo del horror nazi (y de sí misma) acabó suicidándose en Buenos Aires a los 46 años. Cotillard hasta se le parece y es irrelevante si estudió a Falconetti, en su ascetismo y pureza visual la partitura de Honegger contribuye a evocar esa joya de la cinematografía de 1928. Así como Jean Luc Godard estableció un paralelismo entre las lágrimas de la Falconetti con su Anna Karina viéndola en Vivir su vida (1962), la comparación con Cotillard es tan lógica como inevitable. Sus lágrimas finales por la humanidad sintetizan un documento memorable.

Renee Falconetti

Renee Falconetti

La acompaña un soberbio Xavier Gallais como Frére Dominique, el único “cable a tierra” de la analfabeta visionaria, y Yann Beuron a cargo de los villanos de turno además de Marta Almajano (Marguerite) y Aude Extrémo (Catherine) algo ácidas vocalmente. La sinfónica barcelonesa, la Orquesta Nacional de Cataluña y los coros Lieder Camera, Madrigal y Petits Cantors de Catalunya suman fuerzas para contribuir a tanta intensidad controlada desde el podio por Marc Soustrot.

Este extraordinario documento así como las exitosas recientes funciones neoyorquinas escenificadas por Come de Bellescize con la Filarmónica y la misma actriz contribuirán a la difusión de una obra que en su desafortunada vigencia sigue estremeciendo tanto ahora como en su estreno o años después a un entonces adolescente que hoy no puede no dejar de constatar su agradecimiento eterno. 

* HONEGGER, JEANNE D’ARC AU BUCHER, ALPHA 708 DVD MEDICI