Mira Norma; nunca casta, siempre diva

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Rosa Ponselle como Norma de Bellini – MET Archive, Michkin

Cuando Mlada Khudoley debute como Norma el próximo 23 de enero en la Florida Grand Opera, la joven soprano moscovita que en su repertorio tiene a Sieglinde, Senta, Renata, Turandot, Casandra, Aida, Abigail y la Emperatriz de Strauss, deberá enfrentar un reto mayor y además, medirse con los fantasmas del pasado. Por mas que no se deba o no se quiera, cuando se trata de la Norma de Bellini, es inevitable.

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Lilli Lehmann como Norma

Abordar la sacerdotisa druida conlleva un reto supremo, es la cima de un repertorio – el belcantista – y un hito donde convergen estilos. Norma marca un antes y un después del género lírico, también en la carrera de Bellini, el Mozart italiano de apenas treinta años y de cada cantante que se le atreva. En la interpretación del personaje se dan la mano lo clásico y romántico, la herencia de Mozart, Glück y Spontini, aquel presente de Rossini, Donizetti y Mercadante y el futuro de Verdi, Thomas y hasta Wagner que la reverenció como a ninguna otra ópera italiana, quizás la única. Norma es una Medea incapaz de matar a sus hijos, fusión de Donna Elvira y Donna Anna despechada, líder espiritual de un pueblo al que incita a la guerra para vengar la traición amorosa, mezcla de Casandra, Dido, Ariadna, Cleopatra, Philine, Giulia y Electra que en última instancia, se inmola en la pira como una Brunilda de la mano de un héroe menos noble que Sigfrido. Quiérase o no, ella es la primordial atracción de la función, ni siquiera el tenor o el director lo son tanto, sólo su compañera Adalgisa puede robarle la noche a esta sacerdotisa no tan casta y siempre diva.

La cantante perfecta para el papel “quizás nunca exista” aseguró el director Richard Bonynge; de hecho, poquísimas se acercaron al ideal del personaje compuesto para Giuditta Pasta, aquella fenomenal soprano dramática de agilidad que con su polifacético instrumento competía frente a la pureza del de Giulia Grisi, la primera Adalgisa que luego se dió el gusto de cantar Norma, aunque Bellini no quedó demasiado conforme. Fallecido tres años después el estreno, el compositor no llegó a escuchar en el personaje a una de sus favoritas, Maria Malibrán, otra leyenda de la época muerta a los 28 años. Es una ópera de dos mujeres donde el tenor pasa a honorable segundo plano, donde en los “duelos” se disputan ese mismo hombre (y ese mismo público), donde Mira O Norma compite con Casta Diva.

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Maria Callas en La Scala como Norma, 1955

Antes del estreno metropolitano en 1890, la legendaria Lilli Lehmann (que en su haber tenía Adalgisa, Isolda y Leonora) pronunció su famoso “Prefiero cantar tres Brunildas que una sola Norma” de hecho, este personaje – la «Isolda de la Scala» – siguió reservado a sopranos dramáticas como Celestina Boninsegna, Giannina Russ y Margarethe Siems amén del ruiseñor sueco – Jenny Lind – que lo abordó en 1847 con dudosa suerte. Recién en 1927 regresó al Met gracias a Tullio Serafin y la gloriosa Rosa Ponselle, que junto a Ester Mazzoleni, Iva Pacetti, Gina Cigna, Rosa Raisa, Claudia Muzio y Zinka Milanov fueron las Normas del período hasta la llegada de una desconocida llamada Maria Callas. El polémico instrumento de Callas (como el de Giuditta Pasta) encenderá el fuego para inmortalizarla justamente, sumado a un histrionismo y musicalidad superiores. Desde la primera en Florencia 1948 a los 25 años, al Colón, Londres, Trieste, Venecia, México, Chicago, Roma, La Scala, el Met, en el anfiteatro de Epidauro hasta en su final parisino en 1965 cantará 89 representaciones que harán historia. Con pro y contras, Callas “sienta la norma”, grabándola comercialmente en 1954 y 1960 más alguna legendaria toma pirata como en La Scala 1955 junto a Giulietta Simionato. 

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Joan Sutherland y Marilyn Horne – Archivo MET

Recojen el cetro de Callas dos tendencias y estilos diferentes: la australiana Joan Sutherland (con el invalorable aporte de Marilyn Horne) y la turca Leyla Gencer que será sucedida por la catalana Montserrat Caballé. La primera será favorita en el mundo anglo, la última en el latino y su actuación en el Teatro de Romano Orange testimoniará una Norma poco menos que perfecta. La fiebre Norma que ya había contagiado a Elena Suliotis y Elinor Ross, se extenderá a todo tipo de sopranos e incluso mezzosopranos devenidas sopranos como Grace Bumbry y Shirley Verrett. Por un lado, coloraturas como Cristina Deutekom y Beverly Sills, por otro la italianísima Renata Scotto (en otra grabación su Mira o Norma con Mirella Freni enfrenta dos sopranos como las originales de 1831) y luego wagnerianas como Rita Hunter y Jane Eaglen, las eslavas Gorchakova, Tomova-Sintov, Dimitrova y Guleghina sin olvidar a Margaret Price y June Anderson, en la línea de Sutherland quien ya veterana volvió a grabarlo con Caballé y Pavarotti. Otros intentos implicaron a Fiorenza Cedolins, Hasmik Papian, Adelaida Negri, Lauren Flanigan, Daniella Dessi, Dimitra Theodoussiu y una jovencísima Christine Goerke.

En el siglo XXI, las muy veteranas Edita Gruberova y Mariella Devia lo abordarán cuidadosamente al final de sus carreras y hoy, aparte de las notables americanas Sondra Radvanovsky y la joven Angela Meade, es la mezzo romana Cecilia Bartoli quien da la nota con una lectura – la versión Malibrán – que se ama o se odia.

Papel sembrado de escollos al que ni Kirsten Flagstad ni Renata Tebaldi se atrevieron (Birgit Nilsson se escabulló diciendo que no le interesaba porque tenía “demasiadas notitas”) requiere una batería de recursos vocales y expresivos sobrehumanos para convencer y llegar indemne al final. Por eso, podría decirse que mas que Normas perfectas ha habido representaciones perfectas aunque contadas con los dedos. De ahí que la afrenta de Mlada Khudoley sea inmensa y que el público del Sur de la Florida aguarde expectante su primera Norma en el siglo XXI.  

Info: Norma, FGO, 23 de enero al 13 de febrero

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Khudoley, Mlada

 

 

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