Una llama que no debe ni puede morir

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Paul Appleby – foto Ken Howard

Paul Appleby viene de conquistar el célebre Wigmore Hall londinense y esta semana cantará en el no menos célebre Carnegie Hall; ha cantado en Glyndebourne, fue Tamino en La flauta mágica en San Francisco y será Belmonte en El rapto en el serrallo en el Met el próximo abril. Lamentablemente, todos estos antecedentes no bastaron para atraer al remiso público del Gusman de la Universidad de Miami donde el joven tenor americano brindó una de las mejores veladas de la temporada. Los motivos pueden ser muchos, las excusas menos. Perderse un recital de esta categoría es casi un delito para todo aficionado musical que se precie y una felicitación para la insistencia en calidad por parte de Friends of Chamber Music que lo presentó.

Hecha la obligada queja, viene la merecida lluvia de halagos para el equipo Paul Appleby y Ken Noda, el eximio pianista que cada año trae a Miami una promesa del canto desde el Metropolitan neoyorquino, ambos demostraron una consustanciación tan profunda como envidiable con el material presentado. Fue un recital como se debe y “a la antigua” (cabal, responsable, íntegro) cuyo único rasgo de modernidad fue la amena, erudita alocución del cantante previo a cada grupo de canciones. Appleby posee una voz versátil, dulce y afilada a la vez, capaz de apianar o crecer con intensidad lacerante, idealmente orientada hacia la canción alemana y oratorio con indudables créditos para Mozart, Bach y el repertorio en francés e inglés.

La esencia del espíritu romántico fue motor y nexo entre cada número de un programa que abarcó desde Mozart hasta Villa-Lobos. La primera parte estuvo dedicada al Lied alemán iniciándose con Heinrich Heine y un delicioso Lachner mas conocido en la versión de Schubert: Das Fischermädchen. Appleby no recurrió a lo más popular, con respeto al género y público se adentró en el universo schumaniano del primer Liederkreis (Opus 24), el de Heine que preanuncia el mas famoso de Eichendorff (Opus 39), donde está la semilla de Amor de poeta y Myrthen. Lo enfrentó con voz límpida, elocuente, recordó a Christoph Pregardien en sus ataques, enfoque y exquisitez a través de las nueve canciones del ciclo, con la ironía del poeta y la modernidad de Schumann frente a su predecesor Schubert.

En atrevida comparación entre poetas, Appleby regaló cuatro Lieder de Hugo Wolf sobre poemas de Eichendorff. Las escarpadas miniaturas de Wolf son casi una rareza en la actualidad, parece haberse olvidado su importancia como Liederista, como continuador de Schumann y sendero a Brahms y Mahler. Sus canciones suenan tan modernas hoy como en su tiempo, contrastantes, intempestivas, inesperadas.

En la segunda parte fue impecable Belmonte en Konstanze, o wie ängstlich. Siguieron tres canciones del ciclo Nuits d’Eté de Berlioz. Acostumbrados a la versión orquestal con mezzosoprano, las canciones berliozianas en su original para tenor y piano emergen fascinantes, máxime con el aporte vigoroso e idiomático de Appleby y la multicolor paleta de Noda reemplazando la suntuosidad de la orquesta. Tanto la enérgica Villanelle como L’ile inconnue y el sepulcral Clair de lune con inmaculada línea de canto adquirieron un bienvenido matiz viril que propone un enfoque desacostumbrado, cercano al inquisitivo mundo del Lied alemán.

La elegancia del aria Vainement, ma bien aimée del Rey de Ys de Lalo fue ejemplar preludio al mejor momento de la tarde, el Kuda, kuda de Eugene Onegin aria donde no temió comparaciones ilustres exhibiendo un despliegue absolutamente deslumbrante. Las tres canciones de Villa-Lobos cerraron el recital con originalidad y exótico romanticismo. Si Canción de poeta del siglo XVIII y Samba clásica fueron exaltado final, con un toque cercano a la canzonetta italiana en intención, fue la ternura de Evocación otra instancia inolvidable que arrancó una ovación justificada entre dos canciones, así como el sublime bis O Waly Waly en arreglo de Britten.

Pocas veces se tiene la oportunidad de asistir a recitales tan bien pensados e interpretados, la dupla Appleby-Noda funcionó formidablemente, y la versatilidad del tenor permite augurarle un futuro tan brillante como su voz. Quizás un día regrese victorioso a sala llena como merece, quienes asistieron a este debut sintieron una revelación casi en privado no sin un dejo de vergüenza o pudor. La llama del espíritu Romántico, así con mayúsculas, sobrevive y tiene en Appleby un nuevo paladín.

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Ken Noda