KLR, siguen los «buenos tiempos aquellos»

Trío Kalichstein-Laredo-Robinson en FIU

Trío Kalichstein-Laredo-Robinson

El entonces juvenil trío Kalichstein-Laredo-Robinson hizo su debut en la inauguración presidencial de 1977 cuando la música clásica importaba más que ahora como arma de pensamiento y modélico vehículo de presentación y jerarquía. “Eran otros tiempos, qué tiempos aquellos”. Así reza el tango, nada mas que agregar. Honestos, constantes, decididos, contra viento y marea estos tres notables ejecutantes cumplieron cuarenta años de impecable trayectoria festejándolo como se debe: tocando como si fuera la primera vez, con el mismo espíritu y dedicación, como si fuera ayer.

La gira de festejos incluyó un laudatorio recital en el célebre Wigmore Hall londinense y, afortunadamente, una escala en el Gusman de UM gracias a Miami Friends of Chamber Music, buena costumbre que se repite año tras año. Para esta oportunidad, estrenaron en Miami el encargo con el que se obsequiaron para celebrar sus cuatro décadas, Pas de Trois de la compositora Ellen Taaffe Zwilich. Pieza concisa, espléndida, ideal inicio de concierto (y que dicho sea de paso clama por una coreografia), que enhebra sabiamente alusiones al jazz con la tradición clásica en un desafío cordial donde cada instrumento tiene su minuto de lucimiento sin perder el sabor de trío unificado. Los tres evocaron a bailarines a la manera de Balanchine interactuando rítmicamente, conjugándose en absoluta armonía, en definitiva, una suerte de intrincado baile imaginario.

El Opus 66, Segundo Trio de Mendelssohn es una joyita que revalora más la importancia del compositor frente a gigantes contemporáneos como Schumann o Brahms. Las canciones sin palabras, el sueño de una noche de verano y la sinfonía de alabanza cuando no su amado Bach, que le debemos, asoman en la línea melódica del piano, violín y cello como una deliciosa constante. El segundo movimiento, pastoral exquisito de la mejor esencia romántica, fue vertido con ejemplar línea de canto, pasándose el mando, la imaginaria batuta sin afectaciones ni interrupciones, en un solo elegante gesto para el recuerdo.

Fue el monumental Trío Opus 8 de Brahms el broche de oro de la velada. Cuarenta ininterrumpidos minutos de música pura que recordaron al quizas único poema que Borges dedicó a un músico: Brahms (*). “Quien te honrare ha de ser claro y valiente”, los KLR lo son. “Ni símbolo, ni espejo, ni gemido. Tuyo es el rio que huye y que perdura” dijo el poeta que sentía su palabra impura de cantar su gloria. Y entonces, fue tarea de los intérpretes “justificar la osadía de cantar la alegría de tu alma enamorada”. KLR Lo hicieron con lacerante intensidad y rigurosa juventud testimoniado por el brillante sonido de Kalichstein y el “azul que erigen tus violines”, con el chelo de Robinson enfatizando la nota de ternura y pasión requerida. Menos adusto que lo acostumbrado, fue un enfoque válido, diferente, con otros matices, menos ébano, mas caoba clara.

Para un bis obligado por una selecta audiencia enbravecida sólo un Beethoven puede quedar a esa altura. El Adagio del Gassenhauer Opus 11 fue la elección perfecta, recordó cuanto Brahms y todos le deben (y debemos) al “sordo de Bonn”. Música tan bella que duele, así como duele que más público no tenga el interés por asistir a estas manifestaciones de cultura que privilegian y enriquecen el ámbito local.

Los próximos conciertos de FCM presentan a dos gigantes del piano, Kirill Gerstein (24 de enero) y Benjamin Grosvenor (16 de febrero), y a los famosos cuartetos Ehnes (7 de febrero) y Borodin (21 de febrero), no se los pierda. Así no añora «aquellos tiempos», estos pueden ser mejores y derrotar al tango. La música y usted se lo merecen. Hágase un lugar en la agenda: imposible salir defraudado.

http://miamichambermusic.org/concerts/ 

todos los boletos $35

(*)

A Johannes Brahms
Yo que soy un intruso en los jardines
que has prodigado a la plural memoria
del porvenir, quise cantar la gloria
que hacia el azul erigen tus violines.
He desistido ahora, para honrarte
no basta esa miseria que la gente
suele apodar con vacuidad el arte.
Quien te honrare ha de ser claro y valiente.
Soy un cobarde. Soy un triste. Nada
podrá justificar esa osadía
de cantar la magnífica alegría
–fuego y cristal– de tu alma enamorada.
Mi servidumbre es la palabra impura,
vástago de un concepto y de un sonido;
ni símbolo, ni espejo, ni gemido,
tuyo es el río que huye y que perdura.

brahms

Johannes Brahms