Tres conciertos señeros: NWS, Seraphic & Nu Deco

Paradojas, coincidencias. Un triste fin de semana para Florida y, al mismo tiempo, uno notable para la música en Miami donde tres conciertos, uno tras otro, insinuaron un sendero que poco a poco parece señalar no sólo tendencias sino confirmaciones. Cruce de culturas y semillero de talentos, Miami exhibe su potencial con la academia musical americana – NWS- y dos ensembles musicales que lo reflejan en todo sentido: Seraphic Fire y ahora Nu-Deco.

La New World Symphony comenzó su concierto apropiadamente con dos dolorosas viñetas extramusicales, un pedido para que no se elimine el Fondo Nacional de las Artes (NEA) y un minuto de silencio por los asesinados en Parkland mientras en las pantallas del recinto -y Wallcast en el parque con asistencia de 2,000 – aparecían los nombres y edad de cada víctima. Así están las cosas. Fue tarea del Stravinsky neoclásico y su abanderado Michael Tilson Thomas el borrar tanta desazón con una lectura vibrante del raramente ejecutado Scenes de ballet que el exiliado ruso compuso en 1944 para el estreno de The Seven Lively Arts. Música incidental, divertimento que combina melodías americanas como The Man I love con aires tchaicovskianos revelando la trama de diversidades y culturas que hacen la esencia de esta nación. Un Broadway “a la rusa” que permitió saborear las virtudes de cada sección de la joven orquesta a esta altura de la temporada bien aceitada, lista para todo. No es novedad que Tilson Thomas está como pez en el agua con Stravinsky, es uno de sus fuertes y lo demuestra sin vuelta de hoja. En la segunda parte, volvió a confirmarlo con una deslumbrante versión de El pájaro de fuego – afortunadamente no la suite sino la original de 1910 – donde no escatimó recursos para que la orquesta rindiera al máximo. Su trabajo de orfebre se apreció en crescendos, pianos, caudal sonoro, bronces dispuestos en diferentes sitios del auditorio, formidable respuesta de cuerdas y maderas sin olvidar el papel definitorio de la percusión. Diferente en enfoque y realización al modélico  que hace años allí mismo entregara Esa Pekka Salonen, en lugar de rivalizar con el finlandés mostró otra faceta sumado un despliegue tan lustroso como atronador de una de las grandes partituras del compositor.

El retorno de Leif Ove Andnes fue otro acierto, después de triunfar en el repertorio internacional, este inquieto investigador del instrumento ha iluminado rarezas de Sibelius, Rachmaninoff, Grieg y en esta oportunidad Debussy con una suerte de “novedad” convertida en éxito instantáneo gracias a su tesón y talento. La Fantasía Opus 73 es, increiblemente, su única obra para piano y orquesta; fue estrenada postumamente por Alfred Cortot debido a que el compositor la retiró de circulación cuando se abortó la premiere a cargo de Vincent D’Indy. Disconforme con su obra Debussy trató de olvidarla pero le tiempo probó que estaba equivocado. Que la Fantasie -suerte de concierto en tres movimientos de aproximadamente media hora de duración – se establezca como integrante del repertorio es tarea de adalides como Andnes, dueño de una batería interpretativa imbatible. La versión del noruego, secundado fervorosamente por MTT y la NWS, fue uno de los hitos de la presente temporada. Claro, vertiginoso, profundo, exquisito, no hubo instante en que la música no estuviera “viva” manteniendo al público absorto y a la vez, en estado de alerta. Ante la lógica, merecida ovación, Andnes regaló un Debussy magistral, Doctor Gradus ad Parnassum. Sin pretensiones se impuso como un artista de raza, para tomar nota.

La noche anterior, Seraphic Fire abordaba por primera vez – y única función en Miami – en sus quince años de historia la Pasión según Mateo de Bach, añadiendo a su repertorio una obra fundamental de la música. Y lo hizo a sala (iglesia) repleta y con gracia y estilo innegables. El capolavoro de Bach presenta dificultades que emergen obvias al primer desencuentro, Patrick Dupre Quigley resolvió cada instancia e instante con la astucia que lo caracteriza. Entregó una lectura límpida, fresca y necesaria del monumento bachiano en la edición de 1727 con las revisiones de Mendelssohn quien la volvió a poner en el mapa en 1829. En todo sentido, acertó Quigley con esta opción. Para semejante desafío los seráficos unieron fuerzas con el ensamble de UCLA y veinte instrumentistas, divididos en dos grupos complementarios que se aunaron en admirable armonía.

Cada uno de los miembros del ensamble tuvo su momento de lucimiento, aprovechándolo al máximo. Fue un delicioso torneo donde brillaron Patrick Mulheise, Nola Richardson, Amanda Crider, Sarah Guttenberg, James Bass y Clara Osowski a cargo del célebre Erbarme dich mein Gott que vertió con serena intensidad. Vaya una mención especial para el excepcional Evangelista de Steven Soph, impecable dicción, impostación y luminosidad en un papel largo y a veces, ingrato. 

Con esta obra importantísima, fue una noche que mostró los progresos de un grupo que no teme a los desafíos mientras sirve espléndidamente a los amantes de la música coral del sur de la Florida.

Last but not least, el Nu Deco Ensemble se afirma para quedarse. Enhorabuena mas allá de alguno que otro detalle todavía por ajustar. La ambiciosa presentación en el Knight Concert Hall incluyó una suite del Journey Through the Secret Life of Plants en arreglo de Sam Hyken, la aún subestimada pieza de Stevie Wonder, un trabajo pionero en el uso de sintetizadores que refleja como pocos el convulsionado lirismo de la década del setenta. Excelente elección de Hyken que multiplicó las capas sonoras concebidas por Wonder extrayendo los elementos tropicales y rítmicos ocultos y si en instancias pudo rescatar más temas bastó con su experta orquestación para hacer justicia a una partitura tan poco frecuentada como valorada. Bajo la atenta mirada de su director Jacomo Bairos que regresó para una estupenda Suite de Porgy and Bess, fue probable introducción a la ópera de Gershwin para gran parte de una audiencia que hace sus primeras armas en la música “culta” y a la que Nu Deco atrae y favorece desde su enfoque despreocupado pero en última instancia, mucho mas serio de lo que podría sospecharse. En este loable intento, Nu Deco refleja la fragmentación del público actual – especialmente en una ciudad como Miami – y abraza una bienvenida diversidad.

Por eso, la actuación de Jacob Collier llegó como refrescante broche final. A los 23 años, el británico es un auténtico fenómeno. Dueño de una libertad creativa apabullante, obvio producto de una rica educación musical tan académica como natural, la espontaneidad de Collier es emblema del milenio y sus posibilidades. Con toques de Stevie Wonder (hubiese sido extraordinario tenerlo incorporado de alguna manera a la suite inicial), Bobby McFerrin, Bowie y otros portentos, amalgama un vastísimo espectro mientras deleita con una voz rica, curiosamente manejada, y sorprendente versatilidad con varios instrumentos. Pero menos es mas y el momento cumbre llegó con la mayor sencillez posible cuando este Wunderkind cantó a capella su arreglo de In my room-clásico de los Beach Boys-acompañado por los felices músicos a coro. La emoción primó, el tiempo pareció detenerse, la semilla creativa afloró transportandonos a la intimidad de su habitación, la humanidad del arte se manifestó recordandonos cuánto se lo necesita. Es nuestra mas preciosa esencia y alternativa.

 

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