Slava, indomable ejemplar
El cineasta francés Bruno Monsaingeon – violinista bien conocido por sus filmaciones pioneras de conciertos y excelentes documentales sobre su maestro Yehudi Menuhin, Glenn Gould y Sviatoslav Richter – brinda con Rostropovich, el arco indomable uno de sus mejores trabajos, sino el mejor, hasta la fecha al plasmar la fenomenal existencia del legendario artista ruso.
Músico, humanista, pedagogo, filántropo, personaje mediático, artista total, Rostropovich ha sido motivo de muchos trabajos fílmicos; como Maria Callas, es un inabarcable que despierta el apetito de los documentalistas. La competencia es ardua, le anteceden Rostropovich, genio del cello, Rostropovich íntimo, Vida y Arte, La conciencia musical y Soldados de la música, no disponible que muestra el retorno a Rusia. En suma, Monsaingeon logra combinar todos aquellos y sazonarlo bien para lograr un entretenido, vital producto para la posteridad.
El título se lo debe al escritor Alexander Solzhenitysn que lo bautizó “El arco indómito” en agradecimiento a su inquebrantable defensa frente a las autoridades soviéticas. Si la historia es bien conocida y ha sido contada tantas veces, siempre es bueno refrescarla. Niños mimados del régimen, “Slava” y su mujer, la diva Galina Vishnevskaya, eran ideal producto de exportación: icónico cellista, Primadonna Assoluta del Bolshoi, familia feliz y vida acomodada, su bien ganada fama había trascendido fronteras. Junto a Oistrakh, Richter, Gilels y Maya Plisestkaya eran los mas famosos “Artistas del Pueblo” a nivel internacional, tan famosos que se les permitía actuar en el exterior e incluso coquetear con desavenencias y protestas, como su solidaridad con Praga en 1968 en los Proms y con su maestro Shostakovich en 1948. Pero en la década del 70 la generosa protección -y refugio domiciliario- al disidente Premio Nobel de Literatura rebalsó la copa de la supuesta «tolerancia» soviética, sometidos a una lenta pero inexorable caza de brujas y muerte civil tuvieron que exilarse hasta finalmente ser privados de la nacionalidad soviética hallándose en el exterior. Fue una conmoción que traspasó las fronteras de la música, se había desatado con la indignada carta de Slava al Pravda y principales medios rusos constatando, entre otras cosas, “Acaso el tiempo no nos enseñó cautela antes de destruir gente talentosa?. Explíquenme por qué los incompetentes deben tener la última palabra cuando se trata de literatura y arte, desacreditando nuestro arte frente a nuestra gente? Los talentos que nos enorgullecen no deben ser sujetos a las humillaciones del pasado”.
La expulsión de su patria y triunfal retorno y rehabilitación en 1990, su compromiso con la paz y los derechos humanos, su increíble reunión con Menuhin – gracias a sus «buenas artes» – y Kempff en Paris para los 25 de la Unesco, su emblemático Bach en el recién caído Muro de Berlín son algunos de los hechos que Monsaingeon combina con el eximio cellista y director, responsable por ampliar el repertorio del cello comisionando obras fundamentales, y otras muy menores, tomándose a pecho cada una como si fuera la última, algo que comentan jocosas sus hijas Olga y Elena. Su premisa en rogar a sus contemporáneos por composiciones para el instrumento – “Por qué no los cellistas de su época no rogaron a Mozart?” exclama – a sus ídolos Shostakovich y Prokofiev, Britten, Dutilleux, Lutoslawski, Berio, Penderecki, mas de un centenar de obras, sólo uno se le resistió: Stravinsky.
Monsaingeon usa algunos jugosos inéditos, afortunadamente ni narra ni comenta, opta por la sabia decisión de dejar hablar a los protagonistas. Asi se explaya el elusivo Richter, Rozdestvenski, Karajan en sabroso diálogo con el artista (“Cuando dirijo soy feliz pero la audiencia no, cuando toco no soy feliz pero la audiencia si” a lo que el director responde “Entonces toque y dirija y somos felices todos!”), Marta Casals, sus hijas y por supuesto la explosiva Galina, esposa, regente, musa, compañera y casi madre a la que Slava define frente a Arturo Rubinstein “Soprano lírica en el teatro, soprano dramática en casa”. En juventud y veteranía la pareja regala momentos musicales y hogareños además de los políticamente cargados donde la expresión de Galina dice mas que la elocuencia de Slava, mote que significa “Celebración” y que la viuda grita al descubrirse su estatua en Moscú bajo la nieve.
Los extras son igualmente valiosos, no sólo el concierto de la UNESCO, Beethoven, Bach y Tchaicovsky sino la charla completa sobre la relación del escritor con el músico por su viuda e hijo quienes coinciden en que fue “Una persona contradictoria, profundamente humana, provista de una inteligencia emocional única”. La de un arco indomable que sólo de dobló ante el arte.
*ROSTROPOVICH, THE INDOMITABLE BOW, NAXOS NBD0082V [167 minutos]