A la búsqueda del Chopin desconocido

 

Mas que una curiosidad histórica se está frente a un revelador viaje al pasado al que hay que abordar sin ideas preconcebidas. El pianista franco-americano David Lively y el Cuarteto Cambini-Paris con el contrabajista Thomas de Pierrefeu brindan Chopin y sus dos conciertos para piano desprovistos del traje acostumbrado, de la suntuosidad de una orquesta y del habitual piano envolvente, arrobador, perlado o tempestuoso campeando sobre la gran orquesta. Todo lo contrario cuando se trata de un pianoforte Érad de 1836 enmarcado por instrumentos de la época – violines de Giuseppe Rocca y Francesco Pressenda de 1840, viola de 1855 y un cello Gadagnini de 1881 – interpretándolos en un gran salón parisino. La sensación es distinta, extraña, la percepción y apreciación cambia enfoque e intención. Se sabe que Chopin los interpretó en arreglos de cámara pero no está confirmado que las versiones le pertenecieran.

El compositor polaco los presentó primero sólo con quinteto de cuerdas – una transcripción de Richard Hoffman discípulo de Liszt – y en versión para dos pianos, asimismo otra versión con nueve cuerdas nunca hallada. En esta ocasión se presenta una combinación de todas, una minuciosa reconstrucción histórica por parte de Lively – discípulo de Claudio Arrau y paladín de la música americana y francesa –  que pretende situarse lo mas aproximada a las intenciones del entonces veintiañero Chopin, joven compositor y solista ambicioso. Quienes objetan la orquestación tachada de débil de ambos conciertos encontrarán motivos para regocijarse y sorprenderse.

A primera vista se gana en una claridad que asombra a cada instante, el piano nunca se ve ahogado por los instrumentos, otras voces aparecen y allí está lo fascinante de la edición. El diálogo entre cello y piano, por ejemplo. El juego de las cuerdas, melodías que permanecían veladas, partes asociadas con los vientos emergen cautivantes por los violines e incluso el piano asi como una gentileza y dramatismo intercalado típico de obras camarísticas. Prima la genuina nobleza de la melodía y el imparable torrente de inspiración chopiniano, las cuerdas a un punto de en exceso astringentes con una aspereza rústica, folkórica como tantas de las danzas populares que tomó el compositor, el pianoforte provee el comentario mas que protagonismo absoluto y un sonido al que hay que acostumbrarse.

Por momentos todo resulta demasiado bello, hay instancias que aportan una rara sensación de vacío, no todo es perfecto pero vale la pena escucharlas, garantizan un disfrute diferente.

 

* CHOPIN, CONCIERTOS PARA PIANO & QUINTETO DE CUERDAS, APARTE AP204 CD