Esa nostalgia inmanente del Schwanengesang
El fin del año propone tres notables lecturas del Canto del Cisne de Schubert, ese ciclo que no es originalmente uno pero que cierra la breve vida del compositor con un manojo de canciones reunidas postumamente por su editor y que por derecho propio se han ganado esa denominación. Seis canciones sobre poemas de Heinrich Heine y siete de Ludwig Rellstab más la última de Johan Gabriel Seidl, todas compuestas en 1828 siendo esta última el último Lied del músico fallecido a los treinta y uno. Catorce canciones que abarcando desde El Atlas a Serenata no dejan de ser una suerte de muestrario de matices e intenciones de sus seiscientos Lieder asi como de los dos ciclos concebidos como tales: La bella molinera y El viaje de invierno.
Dos experimentados tenores y un ascendente barítono acompañados por tres pianistas de excepción brindan versiones tan disímiles y a la vez tan valiosas que se hace difícil escoger una. De hecho, son tantas las esenciales versiones de Schwanengesang que no vale la pena detenerse en ese detalle aunque sean los clásicos Hans Hotter, Dietrich Fischer Dieskau, Hermann Prey, Gerard Souzay, Matthias Görne, Thomas Quasthoff, Peter Schreier, Christoph Pregardien y especialmente Brigitte Fassbänder los que primero acuden a la memoria. Una oferta amplísima, panorámica y siempre nutritiva.
Ambos tenores británicos son acompañados por dos estrellas del piano. Mark Padmore que antes lo había grabado junto a Paul Lewis ahora lo hace con Dame Mitsuko Uchida, por su parte Ian Bostridge que lo grabó con Antonio Pappano se une a su gran amigo Lars Vogt(1970-2022) en un registro de especial significado ya que señala el testamento musical, el verdadero canto de cisne del inmenso pianista alemán fallecido este año de un cáncer fulminante con sólo cincuenta y dos.
En las dos versiones se aprecia el color esencial que caracteriza a los tenores ingleses; mientras que en Padmore prima una elegancia y lirismo poético a ultranza en Bostridge asoma la faceta expresionista e iconoclasta. Uchida se une a Padmore degustando cada canción, rallentando, coloreando con sutileza mozartiana, añadiendo un necesario toque definitivamente vienés, engañosamente ligero con acentos góticos de fieros rasgos astutamente enmascarados, sugiriendo la inabarcable soledad del artista. Al otro lado del espectro, seco, cortante, contrastando recio, Lars Vogt imprime un aire beethoveniano al contemporáneo Schubert, en instancias rotundo, sin lugar al mínimo solaz, cada Lied es un “statement” sobre la vida y la muerte, mas cercano al Winterreise, a un ocaso inexorable. Ideal partenaire es Bostridge que tampoco hace concesiones y se hace uno con el pianista. Al tenor se lo puede ver; se tuerce, gesticula, blasfema, grita, son brochazos y jamás quiere agradar al igual que su antecesor Peter Pears; asi transforma la célebre Serenata tan dulce en Padmore en un canto desgarrador, desafiante. No es un Schwanengesang apto para cardíacos, uno que se abarca mejor escuchando cada Lied por separado, sin la pretendida unión de un ciclo al fin y al cabo inexistente. La ilustración de portada, los retratos de ambos a la manera de Lucien Freud, son el perfecto reflejo de intención y contenido.
Si Padmore complementa el recital con una bellísima versión de A la amada lejana de Beethoven, una dupla habitual en discos favorecida por Matthias Goerne (con Brendel) y Roderick Williams entre otros, donde Uchida aporta su toque único, Ian Bostridge y Lars Vogt se lucen con las seis melodías sobre poemas de Johann Mayrhofer bajo el título Soledad, publicadas recién en 1840. Un temprano retrato schubertiano que contrasta con la asombrosa madurez de sus treinta.
Del personalísimo enfoque de los dos cantantes veteranos – 61, Padmore y 57, Bostridge – la entrega del tirolés Andrè Schuen (La Val, 1984) llega como una brisa de aire fresco y un retorno a la “sanidad” en una voz sana que deslumbra y que apela al modelo mas conservador del Liederista por antonomasia. Después de un soberbio Die schöne Mullerin, (y otras espléndidas entregas de Beethoven, Schumann, Wolf y mas Schubert) Scheun y su compañero frecuente Daniel Heide se concentran sólo en las catorce canciones del “ciclo”. El barítono, discípulo de Wolfgang Holzmair, Brigitte Fassbänder y Olaf Bär, despliega una voz dulce y poderosa al mismo tiempo que lleva la antorcha de una tradición con insolente, bienvenido ímpetu. Del Biedermaier que enmarca al sentimental Rellstab a la profundidad filosófica de Heine, el barítono pinta cada instancia con arrojo y belleza singular, se está frente a un artista nuevo e importante que tiene mucho para dar. Es un canto impregnado del optimismo de la juventud, lejos de los planteos y disquisiciones de los tenores comentados, a los que suma espontaneidad, musicalidad y dicción perfecta.
La última canción – Die Taubenpost – ese mensajero incomparable cuya bella adquisición se llama nostalgia emerge en cada cantante como si se tratara de una canción diferente. La de Bostridge mira atrás, a lo que no pudo ser y Padmore la tiñe de ironía agridulce pero con un toque de esperanza mientras que el impetuoso Schuen parece encarnar una instancia optimista en la frase final “la conocen? es la mensajera del alma fiel”.
*SCHUBERT, SCHWANENGESANG, PADMORE, UCHIDA, DECCA 4853577
*SCHUBERT, SCHWANENGESANG, BOSTRIDGE, VOGT, Pentatone: PTC5186786
*SCHUBERT, SCHWANENGESANG, SCHUEN, HEIDEL, DG 4863313