Inspirado final del Festival Mainly Mozart

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La última entrega de la trigésima edición del ya tradicional Festival Mainly Mozart que se celebró en Coral Gables y Miami Beach estuvo a cargo de dos ascendentes nombres, la violinista Risa Hokamura y el violoncelista Alexander Hersh (perteneciente a una cuarta generación de instrumentistas de cuerdas a cargo de un cello G.B. Roggeri) sumándose la pianista Marina Radiushina, directora artística del festival. Este año tuvo lugar durante cinco fines de semana entre mayo y junio contando con la participación de solistas debutantes, el caso del violinista William Hagen y los ya mencionados del último concierto, así como otros que regresaron tal el caso de la violinista Liana Gourdjia o el Amermet String Quartet.

En la Miami Beach Community Church, un recinto conveniente que por su ubicación y acústica debería tenerse en cuenta para mas conciertos,  la tarde abrió con el popular Passacaglia de Johan Halvorsen (1864-1935). Basándose en un tema de Handel, el compositor, director y violinista noruego que en 1894 trabajaba con la Orquesta de Bergen adaptó para violín y viola (o cello) de la suite para clavecín (HWV 432) del compositor alemán. Es un duelo brillante que adquirió justa fama y que sirvió de introducción vigorosa para la velada de cámara a cargo de Risa Hokamura y Alexander Hersh, ambos intérpretes “dialogaron” mientras competían en dinámicas y escalas con el ímpetu fogoso de la juventud sin olvidar el virtuosismo que la pieza requiere.

Dos piezas pertenecientes a los risueños Humoresques, el Opus 101 de Antonin Dvorak y el cuarto del Opus 87, de Jean Sibelius desfilaron para lucimiento del cello y violín respectivamente acompañados por Radiushina. Si bien estos bombones musicales hubieran funcionado mejor como bises, sirvieron como descanso y aperitivo entre el intrincado Passacaglia de Halfvorsen y el trío de Mozart que completaría la primera parte, el Segundo Trio en Sol mayor K 496. Se tuvo a los tres solistas en balanceado conjunto para esta obra del Mozart mas vienés y mas maduro (en su caso tradúzcase a sólo 30 años) de evidentes ribetes operísticos, compuesto después del estreno de Las bodas de Fígaro. En su elegancia y fluidez, su contrapunto que evoca a Bach y Handel, y los adelantados a la época súbitos cambios de humor, el trío se deslizó bajo la elocuente regencia de la pianista dando paso por turnos a las entonces innovadoras participaciones del cello asi como el violín.

El plato fuerte del recital fue, como cada vez que se interpreta, el Trío 1 en re menor Op.49 de Mendelssohn, otro genio desaparecido tan prematuramente como Mozart y Schubert e injustamente relegado por no “ser suficientemente profundo”. Otra ridiculez de los críticos de la época que tuvo eco hasta nuestros días aunque Schumann lo proclamara como “el Mozart del siglo XIX”. En este trio sublime, el espíritu romántico campea y desborda con una fuerza y belleza indómitas equiparable a las grandes piezas camarísticas del período. Pleno de un lirismo que abraza al espectador envolviéndolo en los temas desarrollados por el cello inicial, voz cantante como sedoso vector, y la pasión contrastante del piano cuya melancolía se une al violín para conjurar una melancolía tan invasora como balsámica. Se sintió a los tres intérpretes con una comodidad y confianza superiores, amén de una calidez y camaradería que plasmaron el espíritu de la obra fehacientemente. Entusiasta conclusión que por agotadora no dió lugar a bises. Hasta la próxima edición de un festival señero que viene a cerrar la temporada oficial de música clásica en Miami.