Johannes Moser, muy serio (menos consigo mismo)
Afable, entusiasta, enérgico, un dínamo, es imposible no dejarse contagiar por el optimismo que emana de Johannes Moser, “Rockstar Cellist” producto de una decantación que conlleva el legado de una civilización a cuestas con frescura y sabiduría irrefutables. Nacido en Munich en una familia donde se respira música – su madre es la soprano canadiense Edith Wiens, hoy en Juilliard, su tia la famosa Edda Moser, su padre el cellista Kai Moser, su abuelo Andreas fue alumno y luego biógrafo de Joseph Joachim, y su bisabuelo (Hans Joachim) compositor y musicólogo notable. Junto a Benjamin, su hermano pianista, conforma lo mas joven de esta ilustre dinastía. Johannes regresa a Miami por cuarta vez, en esta ocasión para interpretar el Concierto para cello de Saint-Saens el 7 y 8 de abril bajo la batuta de Stephan Deneve con la New World Symphony.
Trotamundos incansable, flamante profesor en el conservatorio de Colonia, desde Alemania cuenta cuánto le fascinan Tokyo y Hong Kong «Dejan a mi querida Nueva York como un “sleepy-town”. Y además por el interés y respeto devocional del público asiático hacia la música. Aprovecha cada ciudad para conocerla a fondo «Muchas no son tan ricas como México o Roma pero todas tienen algo para descubrir”. Y aprovecha para recordar el Colón porteño donde con seis años vió cantar a su madre. Venera Carnegie Hall y especialmente a la Philharmonie berlinesa por todo lo que significa en la historia de su país «Habiendo crecido en una Alemania dividida, el teatro quedaba pegado al muro, incitando a una reunión provocada por la música”. Tiene amigos en cada ciudad que visita pero “Es bueno estar solo de vez en cuando, especialmente después de un concierto donde el intercambio con el público me ha nutrido. Por otra parte, acabo de finalizar una gira con el trío que formamos con Yevgeny Subdin y Vadim Guzman, y fue genial compartir tanto lo bueno como las frustraciones e inconvenientes”.
No es un secreto que los cellistas, como barítonos y mezzos, se cuentan entre lo mas amigable de la fauna musical – “quizás las bajas frecuencias nos hagan mas sociables, quizás por eso logramos juntarnos en armonía y tener festivales sólo de cellistas”. La cantidad de jóvenes egresados en cada instrumento brinda urgente la próxima respuesta “No todos tienen que terminar siendo solistas o músicos profesionales, Debemos capitalizar la música, no siempre enfocarla hacia lo estrictamente profesional, mejor es recordar el factor placer que nos llevó hasta ella. Incluso con una formación como la de El Sistema, lo fundamental es la apreciación adquirida, no debe haber pérdidas, se trata de la educación y formación de músicos y audiencias. Remontémonos un siglo atrás al centro de Europa, la actividad camarística amateur era mucho mayor que la profesional. Era el modo de conocer música, interpretándola ellos mismos y creo que no debemos perder esa intención tan noble y genuina”. Y agrega “Estoy leyendo Pensar rápido, pensar despacio del premio Nobel Daniel Kahneman donde enfatiza la intuición y cómo invertir mentalmente en ciertos sentidos, lo que aplica a la música ciento por ciento, poder decidir donde invertir la atención y participación”.
El privilegio de haber nacido en una familia musical implica “el lujo de saber cuando es el momento para la música y cuando para el silencio, igual de importante”. Y de la conexión con su madre como cantante “El aprender a cantar con el instrumento, máxime si, como en mi caso, son cuerdas. Ese silencio que comentaba es después pero también antes de la nota. Es fundamental para frasear tanto como el concepto de cómo emitir una nota en el espacio del hall, condición intrínseca del canto. Y que gracias a mi madre vino desde la cuna, naturalmente”.
Lamenta la pérdida de espacio para la música clásica en la prensa escrita y si bien se entusiasma con las redes sociales y sus infinitas posibilidades alerta sobre el peligro de la “Democratización de opiniones en la red coloca al mismo nivel al experto que al aficionado, toda opinión es igualmente valiosa pero no todos poseen la misma educación, la única condición que otorga autoridad”. Asimismo con el excesivo perfeccionismo técnico evidenciado actualmente “Peor que fallar una nota es no profundizar, indagar e iluminar la composición. Debe ser una inspiración para practicar más y tomar mas riesgos aunque implique perder otras cosas. Se trata de decidir qué tipo de artista se quiere ser, el perfecto showman o el que abre su alma para exhibir el drama humano. La práctica debe ser constante y eso sí, una vez en escena, tirarse en paracaídas”.
En cuanto a las expectativas del público actual está convencido de que “Hay una movida desde lo puramente musical a lo visual porque este mundo, obviamente, se vuelve mas visual por minutos. Somos criatura visuales, es un hecho, el mismo Goethe lo dice en el Fausto: la gente viene a ver. No obstante, me molesta cuando el músico se centra excesivamente en esa faceta. Hay que tener mucho cuidado. Por otra parte, todo es tan visual que hasta el selfie que el espectador se toma con el artista backstage es importante, hoy forma parte de la película. La experiencia ha cambiado y tenemos que adaptarnos. Y si como artista busco en escena la experiencia completa, por qué no el público”.
La adición del cello eléctrico le abre horizontes, con Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Angeles ha estrenado Magnetar que comisionó al mexicano Enrico Chapela “Es un concierto fantástico al que no muchos se animan, los virtuosos lo miran con recelo y los que ansían tocarlo no tienen suficientes recursos para hacerlo. La música siempre ha sido, es y será un reflejo de los tiempos; no obstante, siento que la década del setenta daba mas lugar para la experimentación, la gente estaba mas abierta hacia lo electrónico, me remito a gente como Kagel, Stockhausen, etc. En cambio hoy están mas reticentes”. Del cello eléctrico pasa al Andrea Guarnieri de 1694 que acarrea a todas partes “Es una extensión de mi cuerpo. Me preguntan si tiene un nombre y respondo, no, porque ni mi brazo ni mi mano lo tienen, es parte de mí”.
Para mantenerse en forma recurre a terapias de relajación mental “No entiendo por qué los músicos tenemos que hacer todo, somos como deportistas pero no recibimos los cuidados de aquellos. Todo futbolista tiene su entrenador mental, entrenador fisico, masajista, es decir, todo para garantizar el maximo rendimiento. Nosotros estamos a la deriva, haciendo todo, aun permanece la idea de Paganini o Liszt, del solista fuera del mundo, solitario, y no es asi”.
Estrenó el Triple Concierto de Gubaidulina «Obra oscura, bella, como el mundo en el que vivimos, oscuro, difícil pero… hay luz, sin ir mas lejos sólo ver a tantos chicos marchando en tantas ciudades americanas signó un momento de luz para la humanidad«. Respeta el Segundo de Shostakovich aunque le cuesta relacionarse con «una pieza tan pesimista, producto de un momento terrible». Mucho mas a gusto se siente con el Concierto para cello de Elgar donde «hay pesimismo pero también hay luz, pérdida, melancolía, esperanza. Ahora estoy entusiasmado con William Walton, formidable». Dos momentos que lo marcaron a fuego, conocer a Rostropovich «Un faro, único» y a John Williams «Mi héroe de infancia, soy producto de Star-Wars, haber tocado con él fue un sueño hecho realidad«.
Investigador inquieto, comprometido con la difusión y la enseñanza dondequiera que vaya, ganador del Premio de la Crítica Alemana, del Premio Brahms, del codiciado Diapason d’Or y de tres ECHO Klassik, galardón equivalente al Grammy, su meta es «Seguir siendo un músico honesto y brindar aquello con lo que mas me identifico» , su lema «Hacer todo lo mas seriamente posible y al mismo tiempo, no tomarme demasiado en serio a mí mismo».