Fiterstein y el Dover Quartet, incandescencia pura
Una y otra vez la experiencia de la música en vivo no admite competencia. Siempre ganadora, es justo antídoto que sobrepone el inevitable cansancio cotidiano (el que todos acarreamos a un concierto en mitad de semana), es panacea que sana cuerpo, corazón y alma. Sirva de muestra irrefutable el recital brindado por un debutante de campanillas, el Cuarteto Dover, con Alex Fiterstein como solista invitado para Friends of Chamber Music of Miami.
Apadrinados nada mas y nada menos que por el Cuarteto Guarneri, los jóvenes integrantes del Dover – Joel Link y Bryan Lee violines, Milena Pajaro-van der Stadt en viola y Camden Shaw en cello – se convierten por mérito propio en dignos herederos de aquel célebre ensamble. Lo demostraron sin vuelta de hoja en un extenso programa que incluyó composiciones clásicas, románticas y contemporáneas en la acogedora Coral Gables Congregational Church. Abrieron fuego con el Quinto de los seis cuartetos que integran el Opus 20 de Haydn, obra capital del género que dió al compositor el mote de “Padre del cuarteto de cuerdas”. Los Dover captaron el misterio y profundidad escondido tras la elegancia e ímpetu del Sturm und Drang, sacando a la luz toda aquella intensidad que echa por tierra la falacia que Haydn es aburrido. Aquí cuenta leer entre líneas y los Dover se volcaron a la tarea, acertadamente fervorosos.
La intensidad, en esta ocasión diríase iridiscencia, creció en el impagable Segundo cuarteto en Do mayor de Borodin, piedra fundamental del repertorio que aún asombra por su vigencia, fogosidad y colorido. Nuevamente los Dover extrajeron la esencia, refutando de plano toda acechante melosidad para reemplazarla con auténtica pasión. No sería arriesgado afirmar que en honor al músico – y químico – la incandescente versión del Dover encarnó la famosa “Reacción de Borodin”. El conocido nocturno, tercer movimiento, transcurrió con un despliegue de estados de ánimo reflejado en colores y texturas francamente excepcionales.
El bellísimo Snapshot:Circe 1909 de John Corigliano, con su aire a Korngold, Mahler y Strauss, irremediablemente vienés en sus pizzicatos y atmósfera decadente fue insospechado, glorioso puente y antesala al Quinteto para clarinete y cuerdas K. 581 de Mozart, junto al de Brahms los dos hitos de esa combinación instrumental, impecablemente servido por Alex Fiterstein, cuyo virtuosismo, pureza sonora y literal “línea de canto” lo ubican entre los máximos exponentes del clarinete actual. Tanto en la serenidad del Larghetto como en la vertiginosa velocidad de las variaciones finales, solista y ensamble mostraron perfecto ajuste bajo un mismo ejemplar entusiasmo.
En la obra del clarinetista David Krakauer se unen jazz y klezmer, jugosa conjunción que los artistas aprovecharon para un bis tan apropiado como encantador dejando a la audiencia hipnotizada.
La temporada de Friends of Chamber Music continúa el 17 de abril con el pianista Rafael Blechacz
en la Coral Gables Congregational Church.
Información http://miamichambermusic.org