Ley de Asmik: dos por cuatro = cuatro

ulKGp46ALas Cuatro últimas canciones constituyen el testamento musical de Richard Strauss, encapsulan tanto su derrotero artístico como su incontestable amor por la voz femenina a la que legó vehículos de lucimiento sin parangón. Estrenadas póstumamente (en 1950, dos años después de su muerte) por la inmensa Kirsten Flagstad bajo Wilhelm Furtwängler – la mediocre toma sonora es un apenas pálido reflejo del acontecimiento – son un “bocado de cardenal” irresistible para las cantantes, hecho testimoniado en el casi centenar de versiones registradas. Desde sopranos dramáticas a líricas, pasando por las “Falcon”, las ligeras y algunas mezzos, la tentación sedujo incluso a voces masculinas como las de Rene Kollo, Jonas Kaufmann y Matthias Göerne que se atrevieron con diferente suerte; asimismo, celebradas intérpretes de la obra la grabaron mas de tres veces, caso Elisabeth Schwarzkopf.

A este literal “campo minado” donde una docena de versiones se yerguen imbatibles y entre ellas tres o cuatro ostentan el elusivo rótulo de “definitivas”, entra al ruedo Asmik Grigorian, la soprano lituana hoy por hoy uno de los nombres mas notables y fascinantes del universo lírico. Definirla “animal escénico” le hace plena justicia, Grigorian hechiza gracias a su intensidad, versatilidad, ductilidad y originalidad; a un instrumento lírico importante añade un rasgo mas sutil y enigmático, es una artista de cabo a rabo tan ingobernable como impredecible.

Después de su espléndido recital Dissonance dedicado a Rachmaninov, este recién llegado no termina de convencer y en cierto sentido no deja de ser un llamado de atención. Con sólo 42 años, Grigorian lleva dos décadas de consistente trayectoria sumándose una consagración absoluta como Salome en el Festival de Salzburgo 2018, personaje vocalmente peligroso que pasea por varios escenarios. Además, en su repertorio incluye aclamadas Rusalka, Tatyana, Butterfly, Manon Lescaut, Jenufa extendiéndose hasta las poco recomendables Turandot y Senta. Y entonces no está demás recordar, una vez mas, el caso de Ljuba Welitsch, la mas legendaria de las Salome que con un repertorio similar desintegró su voz, poco quedaba de aquella gloria a los cuarenta y pocos. No hay indicios, por ahora, de que Grigorian vaya por esa senda pero no le vendría mal cuidarse ya que un talento tan raro como el suyo se necesita hoy mas que nunca. 

Esa urgencia, mas bien apuro, se perfila en este curioso álbum que hasta podría pecar de rebuscado. La propuesta es medirse con las mismas canciones en versión orquestal y luego con piano (en arreglos de Max Wolff y John Gibson), una oferta en principio interesante pero mas bien destinada a conocedores, diríase un tanto sofisticada. El título es Leyes de soledad, tan críptico como la portada e interior del folleto con fotos garabateadas por sus hijos. De entrada, se está frente a otra originalidad acorde con la velocidad de nuestra época y la personalidad de la cantante, una vez en materia el resultado es de innegable calidad aunque cierta distancia y frialdad lo conviertan en expermiental. La suya es una versión hierática, vocalmente sólida pero sin peso ni ese toque especial que la distinga, plasmando la calidez otoñal que Strauss imprimió a su trascendente canto de despedida. Intención y temperamento son prioridad al abordarlas, quizás por eso que si bien respetable, en última instancia, aqui Grigorian no llega a conmover. 

Por otra parte, en la toma sonora la cantante suena demasiado inmersa en la orquesta, en esta oportunidad, la eficaz Orchestre Philharmonique de Radio France dirigida por Mikko Franck. La versión al piano secundada por Markus Hinterhäuser también emerge desigual con la soprano tomándose su tiempo e incluso iluminando rincones desconocidos hasta ahora; curiosamente, la mencionada Welitsch las grabó sin especial relevancia a diferencia de la veterana Flagstad que en 1954 deja un ejemplar Abendrot, la última de las cuatro, así como la mas cercana Barbara Bonney, radiante y evocando a Elisabeth Schumann, soprano lírica favorita del compositor.

Es muy probable que Grigorian vuelva a grabarlas, quizás varias veces, aportando la cuota de intensidad  que estas versiones reclaman en vista de su inegable capacidad de aportar un sello distintivo a cada composición que aborda. De obvio interés para fanáticos y coleccionistas pero, las versiones «clásicas» siguen imponiéndose como primera y segunda opción.

  • RICHARD STRAUSS, LAWS OF SOLITUDE, GRIGORIAN, FRANCK, HINTERHÄUSER, ALPHA

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