Los inéditos de Jessye Norman, lo que pudo y no pudo ser

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Una edición que propone comenzar el año mirando al pasado reciente con las grabaciones comerciales inéditas de Jessye Norman (1945-2019). Tres compactos que despertarán interés, fascinación, disfrute y alguna que otra polémica entre sus fanáticos incondicionales, polémica que es el infaltable alimento del que se nutren las leyendas, privilegio que le cabe por derecho propio a la gran cantante americana, artista que grabó Carmen y Ariadne y que debió grabar Dalilah y por qué no la Mariscala de El caballero de la rosa. 

Hasta ahora estas grabaciones permanecieron inéditas por cuestiones de espacio, edición y en algún caso sentido común de la grabadora o quizás cautela de la mismísima Norman. Dirigida por Kurt Masur, James Levine y Seiji Ozawa abarcan casi una década (1989 a 1998), un momento capital de su dilatada carrera que se inició en 1969 con aquella consagratoria Elisabeth de Tannhäuser en la Deutsche Oper berlinesa.

La edición muestra otras versiones de las ya bien conocidas en títulos en los que Norman descolló como las Cuatro últimas canciones de Strauss, las Wesendonck Lieder wagnerianas y La mort de Cleopatre de Berlioz añadiendo Haydn, Britten amén de un disco que testimonia su incursión en estudio como Isolda  es el principal atractivo para sus seguidores.

Respecto a las tres obras mencionadas en primer término fascina comparar estas Wesendonck Lieder de 1992 bajo Levine en la filarmonica berlinesa con la previa con  Colin Davis en 1975, ambas imprescindibles asi como la menos conocida de un año antes con Pierre Boulez en Londres y la de 1983 con Barenboim en Paris. Cinco canciones que le van como guante a su opulento instrumento permitiéndole hacer gala de una suntuosidad vocal incomparable, con el tinte heroico de una Flagstad y una ternura poética a la que añade un manantial de frescura vocal únicos. Es un registro afortunado en plenitud artística. Algo semejante ocurre con las Cuatro últimas straussianas, sin la perfección sónica (amplificada y algo artificial) de la antológica versión con Masur de 1982, ésta de Berlin en 1989 originada en la gran sala de la Filarmónica la encuentra en literal estado de gracia con un Levine que la acompaña demorándose pleno de lirismo y una orquesta a sus pies.

Retratando tres reinas, el disco con Ozawa en Boston es el mas tardío (1994), Berenice de Haydn, Phaedra de Britten y Cleopatra de Berlioz. Aquí se advierte la influencia excesiva de la cantante sobre el director, especialmente en el Berlioz (tanto mejor con Barenboim en 1982, uno de sus mejores registros) y muchos de los amaneramientos que empañaron su rendimiento a partir de esa época. Si el Haydn evoca sus heroinas clásicas al principio de su carrera, el Berlioz impacta pero es el Britten el que mas interesa y Norman no desilusiona.

No todas las grandes intérpretes de las Wesendonck han sido grandes Isoldas y viceversa. Estos maravillosos Lieder que bocetan (en especial dos) y preanuncian la princesa irlandesa no presentan problemas a grandes sopranos, mezzos y menos a una soprano falcon (graves portentosos pero agudos cortos) como al fin de cuentas era Norman, con una tesitura que le permitía abandonarse y navegarlas feliz. Pero, si su sueño fue interpretar Isolda, ella supo mejor que nadie que los agudos del primer acto eran un Everest dificil de escalar en escena donde después debió haber enfrentado el segundo acto y el Liebestod final. Ese sueño lo cumplió a tres décadas de su debut, en 1998 con este registro  y que ahora se hace público, luego de grabar  (espléndidamente) el Liebestod con Davis, Karajan y Tennstedt en la década del ochenta. 

El registro si bien cumple más que otros de la obra, no acaba de satisfacer las expectativas creadas. Su Isolda si bien imponente en ciertas instancias emerge tentativa, tensa y calada en los agudos. No es el caso de la veterana y aún monumental Flagstad en la célebre grabación con Furtwängler a sus 57 años cuyos fatídicos agudos de la narración fueron “prestados” por Schwarzkopf, sino una Norman que a los 53 más allá de poseer la textura y timbre ideales para el personaje no deja de advertírsela forzada e incómoda, sin aquel “extra” para convencer plenamente, algo que en cambio lograba sin problemas con la Muerte de amor. En esta  empresa la acompañan eficientes Thomas Moser como Tristan, Hanna Schwarz como Brangania y un timonel de lujo: Ian Bostridge con la soberbia Gewandhaus y Masur al timón. Por cierto, una pena que nunca se llevara cabo el proyectado Tristan con Domingo y la joven Norman dirigido por Solti, hubiese sido otro cantar.

En definitiva, una edición con un Strauss-Wagner soberbios, un Berlioz-Haydn-Britten de valía y una Isolda por momentos bellísima pero que en demasiados momentos confirma lo temido de antemano. Infaltable para “completistas”, recomendado a sus admiradores. Un precioso «souvenir» de una artista inmensa, de lo que pudo y no pudo ser.

* THE UNRELEASED MASTERS, Jessye Norman, Decca 00028948529841, 3 CDs