Señera inolvidable: Ruth Greenfield

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RIP Ruth Greenfield, Miami ya no será el mismo. Con la desaparición de esta indómita casi centenaria también se va un Miami que la desafiaba en edad. Venerada pionera de raza fue preciado Instrumento de cambio como reza el imprescindible documental de Steve Waxman filmado en 2013.

Y como proliferarán los merecidos obituarios detallando una vida fecunda y pintoresca como pocas permítaseme contar mis impresiones de la primera vez que me invitó a su casa, lamentando tanto no haberla conocido antes pero feliz de haber tenido ese privilegio.

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En aquella oportunidad escribí:

“Anoche me enamoré. Nombre: Ruth. Edad: 93. No recuerdo haberme topado con una seducción igual, tan insólita e  inesperada, encarnada en una nonagenaria inefable. Bella, impecable, sencilla, culta, genuina, humana, con una calidez que abraza y  un elegante sentido del humor que revela una inteligencia feroz. Suerte de Judith Bliss y Lettice Lovage como salida de Noel Coward y Peter Shaffer pero americana hasta el tuétano invita a una casona que la define, entre añosos robles floridanos, donde casa y árboles compiten en edad y prestancia con la dueña; un siglo de Miami equivalen a dos mil años de Roma. Un gran piano, tapizada de libros, cuadros, partituras, fotos, cachivaches, tesoros… verdadera “memorabilia”, habitada por este personaje y su Mercedes («Esta es Mercedes, salude querida, tenemos un romance desde hace 30 años, yo digo algo y ella automáticamente dice NO SEÑORA, y yo le hago caso…esto funciona de maravillas!… dicho esto, vamos a servir el segundo plato en vista de que no hay primero!”). Aquí celebridades y anónimos que entran y salen democráticamente, todos parecen parientes o íntimos, todos bienvenidos.

La dama desaparece y al rato vuelve con una lista de los grandes músicos que visitaron su conservatorio que llegó a conocerce como “el Carnegie Hall del sur”…sigue el recuerdo a su almodovaresca maestra Mana Zucca (que regaba diligentemente su frondoso jardín de plantas… de plástico), asi como de Arthur Schnabel y en Paris, la gran Nadia Boulanger, “No creen que con los maestros que tuve pude haber sido mejor pianista?” reflexiona dulcemente.

«Mis abuelos paternos huyeron de Rusia” cuenta durante la comida “se refugiaron en Nueva York y terminaron en Key West hace 100 años, cuando naci nos mudamos a esta casa…. con nosotros vivía un tio solterón que ocupaba la última habitación del último piso…cuando él no estaba, iba a su cama a dormir…. sentía algo duro bajo el colchón, un día me animé y encontré una caja con un libro!!!…. era un manual de sexo!…. desde ese dia fui todas las tardes a estudiar allá arriba…

Tanta picardía se transforma cuando se sienta al piano. Primero un poco de Bach –“Para limpiar el ambiente”- Gershwin, Cole Porter, Chopin y «esta pieza que compuse y que oirán en primicia porque ningun editor quiso publicarla; de hecho, se la mandé a Frank Sinatra y también me la mandó de vuelta, ustedes que opinan?”…. con su vocabulario perfecto y voz suave, musical, deliciosa, Ruth es una lección de autenticidad y cuando no se acuerda de algo, cosa que le sucede todo el tiempo, deja la frase volando para que otro la termine; entonces asiente sonriente con adorable complicidad… parece andar por el aire, que ni el aire la toca, en esa liviandad está su gracia… si la hubieran conocido Caetano o Chabuca le habrían compuesto algún valsecito pero, se la perdieron.

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Lejos del snobismo y pretensión que apuntalan la imagen de Miami como epítome de la superficialidad, Ruth simboliza lo contrario, es Miami para los que saben de Miami, esta pionera de los derechos civiles que se mudó al barrio que estaba vedado a los blancos, que fundó un conservatorio mítico sin distinción de razas ni credos, que llegó a dictar clases en una fábrica de ataúdes y hasta literalmente “ayer” preparaba pianistas para la Juilliard neoyorquina es una alquimista que ha vuelto la inclusión en integración, alli reside la verdadera hazaña, logro que se siente irrefutable en su casa y en su persona, naturalmente ecuánime, un rara avis que por su buena madera no deja de despertar envidiable admiración y que en definitiva, es la constatación, como aseveró Beethoven, de que la bondad es la manifestación mas elevada de la inteligencia.

Cerca de las once la anfitriona informa “Encantada si quieren quedarse, yo me voy a la cama aunque….ay, ahí llegan mis próximos huéspedes” mientras de un coche con valijas y orquídeas de regalo baja una parejita joven “son los hijos de una amiga vienen a pasar la noche!”.

Confirmado, me enamoré. Imposible no hacerlo.

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Postdata: Fiel a su estilo, como no podía ser de otra manera, Ruth hizo elegante mutis por el foro a los 99 y meses. Cuentan que cuando murió la madre de Jorge Luis Borges, alguien comentó que era una pena que a doña Leonor le faltara tan poco para llegar a los cien, a lo que el poeta contestó “Exagera usted el prestigio del sistema decimal”. A Ruth tampoco le importaba la exactitud numérica, su mundo  nos recuerda que siempre estuvo y está en otra parte, como Antonio Machado: Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar. 

*Ruth Wolkowsky Greenfield – 17 de noviembre de 1923, Key West – 27 de julio de 2023, Miami

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