«Miamenses a las cosas»

Decorosa con destellos asi podría definirse la temporada musical que acaba de finalizar.  Destellos que nuevamente fueron acaparados por la New World Symphony y actuaciones como la Orquesta de Chicago más los dos programas de la Cleveland en su residencia invernal hoy reducida al mínimo. Hubo fulgores aislados, esfuerzos convincentes, algunos solistas y ensambles espléndidos así como aciertos indudables no obstante la sensación general fue de estancamiento, hecho que debiera considerarse a fin de capitalizar éxitos y no repetir fracasos.

La última edición del Gramophone dedica un gigantesco artículo al milagro de la música clásica occidental en China, milagro que no es tal, es producto de educación y difusión regalando frutos extraordinarios; una explosión que devuelve vitalidad y esperanza al género. En un mundo que se atreve a cuestionar la vigencia de lo clásico, este vigor reafirma al melómano en sus mas profundas convicciones, música que es soberano producto decantado de la civilización occidental y que en algunos lugares está mas viva que nunca porque se le presta la atención debida.

Mientras en China es explosión aquí se insinúa una sorda implosión. Un hecho que no condice con el impresionante desarrollo urbano y afluentes residentes en Miami, ni con otros renglones artísticos, ni con el bienvenido apoyo a otras expresiones, lo cierto es que todo lo que se hace por mantener este renglón es muy loable pero, no alcanza. 

Basta un vistazo general para comprobar que no se está frente a un cronista hipocondríaco sino a menor asistencia de espectadores; no se ven teatros repletos sea concierto, recital u ópera. Precios, tránsito y estacionamiento son tres causas, asimismo la costumbre de hacer coincidir dos o tres eventos importantes la misma fecha, inconveniente difícil de solucionar cuando se trata de artistas con compromisos previos pero que conviene resolver. La falta de espacio en prensa y medios locales es otro factor que no alcanza más allá de la increíble difusión mediante redes sociales.

Hoy mas que nunca las entidades musicales necesitan apoyo económico, por mas que hagan malabares tentando al público, los recursos se agotan y saturados sectores de la audiencia dejan de responder. Pero, si falta dinero, también falta originalidad e imaginación en programaciones asimismo presencia de artistas nuevos, debuts importantes y no siempre los mismos nombres año tras año, máxime teniendo en cuenta la cantidad de talentos aparecidos en las últimas generaciones que aún no han visitado Miami lo que también contribuye al desconocimiento o falta de interés del público. 

Si Miami se ha convertido en un semillero y laboratorio artístico en muchas disciplinas, cierto también es que parte del público necesita atención y revitalización por ser mayoría fiel e incondicional. Para contribuir a este declive, algunas comentadas faltas de pago a músicos por entidades mal manejadas han cimentado dudosa fama a nivel nacional. Es otro factor que resta seriedad echando por tierra el esfuerzo denodado y buenas intenciones de aquellos que luchan por evitar caer en un nivel provincial que no condice con una ciudad desmesurada con aires cosmopolitas. Se necesita solidez y profundidad y recordar que la mera abundancia no garantiza calidad.

Y en este provincianismo que parece estar ganando terreno debe mencionarse al pasar la creciente costumbre de presentadores e intérpretes que alargan veladas con explicaciones innecesarias. La música debe hablar por si sola, de hecho, habla. A menos que esté estipulado de antemano es otro el momento para “lectures” o agradecimientos interminables ya impresos en el programa.

Hace tres décadas, la New World Symphony – academia orquestal americana felizmente asentada en Miami Beach – hacía historia despuntando una nueva era. Como entonces, ahora Miami necesitaría una nueva gran noticia en el ámbito de la música clásica, para refrescarla e impulsarla; además, la unión hace la fuerza, aplicable a las pequeñas y grandes entidades que dispersas no podrán subsistir y que clama por un esfuerzo por parte de todos para ubicarla al nivel que merece para no sólo sobrevivir, sino crecer y afirmarse como faro cultural. 

Asi como se está llamando a atender el planeta y la extinción de especies debido al calentamiento global, Miami debería trabajar para que no se extinga la incomparable especie de la buena música en sus costas. Como en lo primero, no le queda mucho tiempo.