IN MEMORIAM – LEONIE RYSANEK (1926-1998)

Mi tardia admiración por Leonie Rysanek llegó recien a fines de los ochenta gracias a una inolvidable Ortrud en el MET. donde reinó como pocas desatando ovaciones legendarias en revancha a su debut reemplazando a Maria Callas en 1959, 300 funciones después el 2 de enero de 1996 era despedida como se ve en el video al pie de página.

Me sorprendió el descubrir una artista única detras de una cantante que hasta entonces me inspiraba un inmenso respeto y no poca curiosidad. Posteriormente, como cronista de la revista CLASICA tuve dos oportunidades en las que me di el gusto de escribir sobre ella. La primera en 1993, comentando una escalofriante-no hay otra acepción posible- Kostelnicka en el MET; luego, en 1995, en una extensa nota con motivo de su única, tardia visita al Teatro Colon como Klytämnestra y donde según cuentan los memoriosos, comentó «Por qué no vine antes?». Nunca supuse que habria una tercera y menos aun, que esta iba a ser causada por la noticia de su repentina desaparición, a los 71 años, apenas meses despues de haber aceptado el cargo de Presidente del Festival de Viena.

Con ella se extingue una de las criaturas escenicas mas singulares de la opera de nuestro tiempo, un rara-avis capaz de dotar a sus personajes con una intensidad y pasion especialisimas. Fue Rysanek poseedora de una voz inmensa y personal, no precisamente bella y con falencias inocultables, que se imponia en virtud de su talento, presencia y magnetismo incomparables.

Quienes la conocian solo por grabaciones se preguntaban que extraña fascinacion despertaba en el publico ese sonido desgarrado, opaco y envolvente. Pero bastaba verla-aunque solo fuese en video- para confirmar que los discos no le hacian justicia. Vibrante, imperfecta, generosa, avasallante, espontanea e incandescente encarnaba a la actriz-cantante por excelencia, que sabia entablar una complicidad con la audiencia para que le respondieran con una adhesion fervorosa. Su entrega era total, cada funcion parecia ser la ultima en una extensisima carrera que practicamente cubrio medio siglo y que no se rigio ni por cánones establecidos, ni por la calibrada medicion de cada frase sino por un incontenible torrente controlado desde la mas sabia intuicion teatral.

No obstante, debe aclararse que como cantante habia que acostumbrarse a ella, como Callas, Lenya y otras grandes, Rysanek era un “gusto adquirido”. Una voz inconfundible, femenina, carnal, tantas veces erratica o desenfocada y con aquella irrefrenable tendencia a “instalarse” en las notas agudas mas de lo debido. Este habito provocaba las reprimendas del gruñon-y con ella siempre paciente- Karl Böhm, su mentor musical: “Señorita Rysanek, OTRA VEZ piensa hacer una vacacion de cada nota aguda?…”

Se habia formado con Alfred Jerger y Rudoph Grossmann en la Academia de su Viena natal para debutar oficialmente en Innsbruck en 1949 como Agatha en El Cazador Furtivo. La fama no tardaria en llegar, en el nuevo Bayreuth de 1951 dirigida por Wieland Wagner. Si Astrid Varnay y Martha Mödl – y luego Birgit Nilsson- serian las modernas Isolda y Brunilda en la concepcion del genial regisseur, Rysanek simbolizaria a la soprano lirica(jugendlich) wagneriana, a Elisabeth, Elsa, Senta y por sobre todo a una ya mitica Sieglinde que coronaba el primer acto con un alarido visceral. Grito atávico y a su vez moderno el que desde ese instante pasaria a convertirse en su mas preciada propiedad.

Fuera del circuito europeo, mantuvo una prolongada relacion con la Opera de San Francisco-alli canto su unica Turandot- y con el MET donde siguiendo a un espinoso pero triunfal debut reemplazando a Callas en 1959 como Lady Macbeth fue adoptada como una de sus eternas favoritas. Con su entrega, Rysanek pudo suceder en el corazon del publico metropolitano, a otras dos celebres vienesas por adopcion: Maria Jeritza y Ljuba Welitsch. Alli canto veinticuatro roles italianos y alemanes en 300 funciones durante 31 temporadas por espacio de 37 años y gozo de una incondicionalidad privilegiada.

Supo dejar una marca imborrable como Tosca, Amelia, Aida, Abigail, Desdemona, Elisabetta, Santuzza, Gioconda, Ariadne, Salome, Leonore, Medea, Helena, la Mariscala, Kundry, Gutrune, Chrysotemis y la Emperatriz. Sin duda alguna, estas dos ultimas, junto a Sieglinde y Senta conformaran lo mas representativo de su legado. De hecho, la opera Elektra quedara indisolublemente ligada a ella por varias razones, la principal el haber sido la unica en haber interpretado los tres papeles femeninos de la obra. Durante dos decadas, fue la Chrysotemis de rigueur, tiempo despues una majestuosa-y diferente- Klytamnestra y en 1981, por unica vez, una paradigmatica Elektra en el film de Götz Friedrich que sirvio de testamento musical a Karl Böhm.

Infatigable y todavia con envidiable caudal vocal, en su ultima etapa abrazo los roles de mezzo dramatica que mejor se avenian a su fuerte temperamento para una vez mas “robarse el show”. Como en otros tiempos- encarnando a Sieglinde o Chrysotemis para las Brunnhilde y Elektra de Varnay, Modl, Jones, Behrens y especialmente Birgit Nilsson- volvió a probar que para ella no existian los segundos papeles: Ortrud, Kabanicha, Kostelnicka, Herodias, Klytamnestra y la Condesa de La Dama de Pique, personaje con el que se despidió del escenario en el Festival de Salzburg 1996.

Con vehemencia y hasta con cierto pudor habia confesado en una entrevista televisiva “No hay nada, pero absolutamente nada comparable a la satisfaccion que me proporciona una buena noche arriba del escenario”. Paradojicamente a solo año y medio de su retiro escénico, su vida se apagó. A diferencia de otras, no importa el que no haya tenido tiempo para transferir su saber. Quiza era una de esas artistas incapaces de enseñar nada porque para recibir su enseñanzas bastaba verla en escena. No habia secretos, estaba todo alli.

Como en la primera de mis notas, no se me ocurre mejor homenaje que volverme a hacer eco del espectador que durante un Parsifal en el Teatro Romano de Orange quebró el silencio sepulcral seguido a su Narración de Kundry con un incontrolable, simple y estremecedor “ MERCI”.

Sebastian Spreng