Caetano, lección y ofrenda de canto y vida
Que un cronista dedicado a la mal llamada música clásica (o “erudita”) reseñe un concierto de la igualmente mal llamada música popular puede sonar fuera de lugar, máxime cuando se trata de un “clásico popular” como Caetano Veloso. En su caso, y en otros contados rara-avis, describirlo, reseñarlo, juzgarlo sería, de hecho es, tan pretencioso como redundante. Es un lujo para cualquier cronista. Punto.
Asistir a su última presentación en el Adrienne Arsht Center de Miami – proveniente del BAM y escala final de la presente gira americana – fue reencontrarse con la estatura icónica del artista brasileño. Ya no importa qué ni cómo ni con quien canta, tres renglones por otra parte impecables mas allá de gustos personales o canciones favoritas, sino contemplar y disfrutar un dominio escénico magistral que otorga no sólo la experiencia sino una serenidad que trasciende hacia otra dimensión. Serenidad que emana y contagia, que actúa como bienvenido bálsamo a aquel que se sienta a escucharlo dispuesto a recibir una experiencia de vida y música, o viceversa.
Porque Caetano, acompañado por sus hijos Moreno, Zeca y Tom, entró, saludó y se sentó durante la hora y media que duró el show, salvo un momento donde dibujó un festejado paso de baile. Como tantas veces, guitarra en mano y piernas cruzadas, moviéndose apenas, entregó mucho más que las canciones de su último álbum Ofertorio, sino que dio una lección. Una lección además de la musical, en el timing ideal y manejo de audiencias gracias a su infalible combinación de sencillez, afabilidad, calidez y distanciamiento que le permite establecer un nexo inmediato e íntimo con los espectadores, literalmente invitados al living de su casa. O la sorpresa para el recién llegado a sus huestes, de escucharlo cantando junto a un coro improvisado de mas de mil espectadores, verlo callar e impactarse ante el coro que prosigue inmaculado para concitar un sentimiento arrobador. Es asistir al poder irrefutable de la comunicación humana a través de la música, especialidad de la casa.
Que Ofertorio sea envidiable armonía del cuarteto y un show entrañable donde Caetano pasa el manto a sus hijos es también un acto de arrojo, sabiduría y ternura, que sus vástagos mas allá de sus talentos incuestionables, Moreno y Tom cantando Um Só Lugar o el sutilísimo Zecca en Todo Homen, lo reemplacen es mas un poco mas difícil, es irremplazable. Que deba completar el justamente célebre O Leaozinho que empiezan sus cachorros es un inevitable impostergable, que a los 76 años esa inconfundible e incomparable voz andrógina aún suene fresca es prueba del manantial que no cesa, que silbando deliciosamente o haciendo música valiéndose de un plato y tenedor o de un público que lo acompaña batiendo palmas al ritmo mas exacto es otro de los ingredientes del fenómeno que ha sido, es y será. Otra vez, ida y vuelta, comunicación genuina y ejemplar que todos los rubros de la música deberían tomar nota.
Que este Ofertorio sea, según las risueñas palabras del patriarca “dedicado a la procreación” y esté enfocado a preservar una auténtica dinastía musical es otro de sus méritos, mérito que se resume en el emocionante tributo homónimo que sirve de título al espectáculo y que compusiera para los noventa de su madre, la mítica Dona Cano que murió a los 105 en 2012. Y dicho sea de paso, una magnífica ofrenda y evidencia de que cuando un agnóstico confeso le canta al Supremo puede ser tanto mas convincente y estremecedor que el mas devoto feligrés: “todos estos frutos que aquí ves…son prueba que la vida es buena y que la belleza vence al mal”.
…
Tudo o que por Ti vi florescer de mim
Senhor da Vida
Toda essa alegria que espalhei e que senti
Trago hoje aqui
Todos estes frutos que aqui juntos vês
Senhor da Vida
Eu em cada um deles e em mim todos os Teus fiéis
Ponho a Teus pés
Consentiste que minha pessoa
Fosse da Esperança um Teu sinal
Uma prova que a vida é boa
E de que a beleza vence o mal
Tudo o que se foi de mim mas não perdi
Senhor da Vida
Os que já chorei e os que ainda estão por vir
Oferto a Ti