NWS:delicias y sorpresas de un concierto ejemplar
Sorteando dificultades y enfrentando cancelaciones, COVID mediante, la New World Symphony logró reprogramar su concierto del fin de semana pasado ofreciéndolo a una sala prácticamente colmada, ávida de música. Descartado Rachmaninoff, se optó por composiciones con menor número de integrantes para beneficio de las cuerdas. Absolutas protagonistas, sólo piano, dos cornos y oboes fueron los bienvenidos intrusos en este literal festival de cuerdas que iluminó la fresca tarde invernal de Miami Beach.
Al frente de la NWS debutó el director alemán Christoph König, titular de la Orquesta Solistes Européens Luxembourg y flamante de la Orquesta Sinfónica de RTVE, causando excelente impresión. Nacido en Dresde, integró el mítico coro de niños de la capital sajona donde estudió, siendo luego discípulo y asistente de dos ilustrísimos tan diferentes como Sir Colin Davis y Sergiu Celibidache. De ascendente carrera internacional, König lideró la Academia Orquestal Americana con mano firme y austeridad gestual combinando magistralmente la mejor tradición con un enfoque moderno.
El ecléctico combo Elgar-Schubert-Schönberg-Haydn tuvo como punto de encuentro la calidez y transparencia de las cuerdas que inundaron cómodamente la sala sin la preocupación de ser opacadas por secciones mas poderosas de la orquesta. La gentil Serenata de Elgar marcó un comienzo amable que predispuso a la serena reflexión. En tres movimientos esta composición de 1892 entronca con otras similares de mayor envergadura, la de Tchaicovsky por ejemplo, fue la antesala perfecta para el quinteto La trucha de Schubert que contó con la distinguida participación del pianista George Li (el solista que debió haber tocado el Segundo Concierto de Rachmaninoff originalmente programado) uniéndose a Christina Choi, Mario Rivera, Amy Sunyoung Lee, y Daniel Carson. Del famoso Lied a su afortunada metamorfosis para piano y cuarteto de cuerdas, propiciado por su amigo Paumgarnter, Schubert plasma una de las cumbres camarísticas. Tan accesible como esencial, mostró a los instrumentistas «haciendo música», postulado primordial del género, a empinado nivel, uniendo frescura y fervor para una exquisita ejecución.
No bastó con las delicias de la primera parte, la segunda las superó. Con Noche transfigurada de Arnold Schönberg en la versión aumentada de 1943 del sexteto de cuerdas de 1899, König entregó una espléndida lectura con la inestimable participación de Frank Huang, Qianqian Li, Cynthia Phelps, y Carter Brey, el cuarteto de cuerdas de la Filarmónica de Nueva York que brillaron en sus respectivos solos. De la canción al quinteto en el caso de Schubert y del sexteto a la orquesta en el de Schönberg, la obra emergen renovadas, esta última exhibe una transformación fascinante, que la agiganta sin perder intensidad. De hecho, cobra otra dimensión, quizás mas cercana a ilustrar el poema de Richard Dehmel en la que se inspira, que el lacerante sexteto original. En admirable balance; midiendo, iluminando, resaltando cada faceta, con la urgencia y lirismo justos, König condujo al inmenso ensemble de cuerdas a través de este trascendental paseo nocturno, resumen de una vida, reservándose la infinita ternura y esperanzada serenidad que llega como recompensa final.
La Sinfonía 59, “Fuego” de Haydn sorprendió mucho más de lo esperado por diversas razones. En primera instancia, la severa, exacta dirección de König que supo cambiar el color y enfoque del ensemble que se desempeñó con una velocidad y limpidez excepcionales, literalmente “encendiéndose” para hacer honor al apodo de la obra. Fiereza y claridad, a puro “Sturm und Drang”, ensimismados y atentísimos, orquesta y director pasaron una inesperada “prueba de fuego” al irse la luz del escenario durante varios segundos que parecieron eternos y que sortearon virtuosos como si nada hubiera pasado. Doble mérito y anécdota risueña de una velada nutritiva, de necesitada musicalidad.

El cuarteto de cuerdas de la Filarmónica de Nueva York, foto cortesía Kathleen Drohan