Britten y Mendelssohn despidieron el 2013
Fiel a su ejemplar política de programación, la New World Symphony cerró su año 2013 con un concierto de cámara que sirvió de homenaje a dos genios precoces de la música, dos grandes que no son frecuentados como debieran en estas latitudes: Félix Mendelssohn y Benjamín Britten, de quien concluye el año del centenario de su nacimiento con celebraciones a lo largo y ancho del planeta. Desafortunadamente, la conmemoración en Miami se limitó a esporádicos conciertos como éste o el del Festival Miami (gracias al infatigable Alan Johnson y su grupo de la universidad) que trataron de hacerle justicia en una ciudad que debe escenificar cuanto antes obras maestras como el Réquiem de Guerra y Peter Grimes para no evidenciar un bache a estas alturas poco menos que inadmisible.
Lo cierto es que la serie de música de cámara de la NWS otra vez se atrevió con un programa diferente bien concurrido teniendo en cuenta el repertorio y la fecha tan cercana a las fiestas y en donde se apreció el excelente entrenamiento de sus jóvenes integrantes.
En primer término la Sinfonietta compuesta por un “Benjamín” adolescente en su airoso Opus 1 que sirvió de prólogo y que esbozó el estilo característico que evolucionaría y transformaría hasta llegar a una de sus últimas creaciones, la cantata Phaedra de 1975.
Compuesta en plena crisis de salud (y en circunstancias físicamente casi imposibles) que conduciría a su fallecimiento apenas meses después, esta suerte de cantata barroca también evoca lejanamente las grandes escenas líricas de Haydn o Berlioz como La muerte de Cleopatra o Herminie. Creada para la incomparable Janet Baker también ha sido interpretada memorablemente por otras mezzosopranos como Lorraine Hunt-Lieberson y Sarah Connolly. Tamaño desafío fue enfrentado con solvencia y aplomo por la joven Amanda Crider quien demostró una evolución digna de recalcar desde sus días de joven artista de la Florida Grand Opera. Crider supo componer una Phaedra tan doliente como apasionada y al mismo tiempo con la distancia, refinamiento y calidad vocal que requiere el compositor británico. Su voz se proyectó clarísima ayudada por una dicción infalible aportándole una frescura inusual a la tragedia de la clásica heroína enamorada de su hijastro. El éxito de su interpretación fue respaldado por una orquesta que respondió justa a cada brusco cambio de temperamento y situación gracias a la alerta dirección de Joshua Gersen.
La tarde se completó con otra obra de juventud, en este caso del «feliz» Mendelssohn y su justamente bienamado Sexteto en Re mayor que vino a aliviar los rigores brittenianos con innegable aire adolescente y su siempre llamativa distribución que pide por dos violas en lugar de dos violines y contrabajo además de una parte piano protagonista permitiendo el lucimiento de la impecable Aya Yamamoto.
Añorando quien escribe la improbable presentación de un monumento musical como el Lobgesang, otra obra que aparece poco y nada en el repertorio local, debe destacarse que este concierto cerró simple y dignamente un capítulo anual. Quizás el 2014 depare más música de cámara y programaciones aventuradas en el renglón vocal, coral e instrumental. Miami lo necesita para crecer y madurar musicalmente como joven ciudad que reúne todas las condiciones para lograr posicionarse entre sus pares.