Miami: Dos orquestas separadas por una bahia
Un atareado fin de semana – Superbowl á la Renee y galopante año nuevo chino incluidos – con dos conciertos que en líneas generales cumplieron con las expectativas creadas. De hecho, ni la Orquesta de Cleveland ni la New World Symphony pertenecen «oficialmente» a Miami; «residencia invernal» de la primera, la segunda es la «Academia orquestal americana» integrada por jóvenes egresados. Mientras Cleveland utiliza el vasto Knight Concert Hall en el Arsht Center de Miami, la NWS cuenta con su propio edificio diseñado por Frank Gehry en Miami Beach. Paradójicamente separadas por una bahía, mientras una simboliza la mas rancia tradición orquestal americana, la otra es la nueva ola de la música esperando hacerse cargo. Muestran las dos caras de una ciudad multifacética que todavía sueña con una orquesta propia de calibre internacional.
En Miami, los Clevelanders ofrecieron un programa generoso, mejor diseñado de lo que acostumbran por estas latitudes, conformado por composiciones de tres contemporáneos, Richard Strauss, Debussy y Stravinsky. A diferencia de Una vida de héroe de la temporada 2011-12, Franz Welser-Most encaró el Don Juan con ímpetu casi volátil, a este ritmo inusitado su deliberada urgencia se apreció en desbalances y alguna pifia en los metales, especialmente cornos y trombones. Si en el poema tonal straussiano las cuerdas mantuvieron su excelencia proverbial, levantando el resultado final, fue en Morgen cuando se ganaron el calificativo de sublimes, en parte gracias al concertino Peter Otto que se acopló maravillosamente al solista de la velada.
Sublime también es la palabra para la versión de Morgen que entregó Simon Keenlyside en su debut miamense con Lieder del compositor bávaro. No importó que el barítono inglés se viera acosado por un fuerte resfrío, su sólida técnica le permitió eludir los escollos. Asimismo, en Traum durch die Dämmerung y Ruhe meine Seele se disfrutó de lecturas irreprochables mientras que en el temprano Hymn o Das Dichters Abendgang acudió a una efectiva declamación que recordó a su ilustre antecesor Dietrich Fischer-Dieskau. Su combinación de inteligencia y musicalidad lo confirmaron uno de los mas importantes debuts en años, una voz que sabe y siente lo que canta.
La segunda parte brindó la inesperada, coincidental sucesión de dos ballets contemporáneos y en su momento protagonistas de respectivos escándalos. La suite sinfónica de El martirio de San Sebastián que Debussy extrajo del espectáculo concebido por Michel Fokine, Leon Bakst e Ida Rubinstein sobre D’Annunzio, evidenció exquisitez y una transparencia dignas de mención, así como las dinámicas y asombrosas graduaciones cromáticas de la orquesta preanunciando el contraste mas rotundo con la última pieza del programa, La consagración de la primavera de Stravinsky, ese “jazz prehistórico ruso” en la genial definición de Leonard Bernstein. Sin embargo, se tuvo una lectura en las antípodas. Welter-Most apostó por una resolución extremadamente pulida – más allá de que otra vez las cuerdas supieron rescatar alguna que otra entrada no del todo perfecta por parte de los metales-, resplandeciente en su fría distinción, sin la ferocidad acostumbrada emergió triunfal gracias a la sonoridad envolvente de la orquesta apoyada en la magnífica acústica del Knight Concert Hall.

Christian Reif
En Miami Beach, Michael Tilson Thomas contraatacó con un convencional programa Tchaicovsky que se justificó plenamente debido al notable desempeño de orquesta y director. Vale mencionar que los tres conciertos de la NWS se vieron colmados y la trasmisión via wallcast reunió a más de 3,000 personas en el parque del teatro. La deserción por problemas de salud de Matthew Alen, el cellista programado, obligó a substituir las Variaciones Rococo por Romeo y Julieta.
Antes del director titular, una grata sorpresa fue el debut del joven director alemán Christian Reif a cargo de selecciones de la Segunda Suite “Caracteristique”. Elegante y preciso, a los 24 años es dueño de llamativa desenvoltura, es un nombre para tener en la mira.
Si Romeo y Julieta fue objeto de una apasionada versión por parte de MTT, sólo fue el precalentamiento para una Sexta Sinfonía torrencial, implacable, realmente Patética. Desde sus días con la London Symphony, MTT ha sabido reflejar en Tchaicovsky su especial afinidad con el alma rusa en esta oportunidad puesta de manifiesto con una lectura volcánica, apropiadísima para el fervor y frescura de su joven orquesta que supo responderle con la rusticidad y refinamiento exactos. Cada movimiento pintó un mundo particular, el vals del segundo fue vertido con gracia irónica y triste levedad preanunciando la catarsis final. MTT brindó un Tchaicovsky de pura cepa, de autenticidad arrolladora que sirvió de panorámica de una existencia convulsionada. Fue una propuesta tradicional plena de sorpresas reveladoras y broche de oro para un fin de semana musicalmente reconfortante.

Michael Tilson Thomas y la New World Symphony