Cada vez que Seraphic Fire siente su espíritu

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La voz del African-American Spiritual no tiene color ni admite comparaciones, es una ofrenda referencial, al mismo tiempo lacerante y balsámica que trasladada al ámbito de concierto le otorga un sitio único en la historia de la música y desde ya, dentro de esa alquímica fusión inequívocamente americana.

En su admirable texto para el CD, el creador y director del grupo Patrick Dupré Quigley lo explica brevemente, con claridad modelo; el nativo de Nueva Orléans sabe muy bien de lo que habla. Por eso, ha sido una feliz ocurrencia llevar al disco una de las tantas veladas que Seraphic Fire dedica al Spiritual. Esta edición es otro acierto y testimonio del florecimiento del ensamble vocal con sede en Miami.

De los Jubilee Singers a Chanticleer, hay un largo camino recorrido por el anteriormente denominado Negro Spiritual asi como de Mahalia Jackson a Martina Arroyo, las dos primeras que quien escribe escuchó en discos cuando niño despertándole sumo interés por un género desconocido. La intención, sentimiento e inflexión de una soprano clásica como Arroyo elevaban a una categoría insólita aquel recital llamado “Cada vez que siento el espíritu”. En Arroyo se comprueba el típico y afortunado caso del intérprete que guía al neófito por la sola virtud de su calidad en un repertorio ajeno, diferente, alternativo, postergado, difundiéndolo como nadie (en las antípodas algo similar, hizo Elisabeth Schwarzkopf con la opereta y  Teresa Berganza y Victoria de los Angeles con la zarzuela). Con el tiempo, sin olvidar a la pionera Marian Anderson, otras notables divas afroamericanas fueron dejando una impronta personal enriqueciendo un repertorio para atesorar: Shirley Verrett, Leontyne Price, Barbara Hendricks, Grace Bumbry, Reri Grist, Kathleen Battle y Jessye Norman (estas dos últimas protagonistas del concierto en Carnegie Hall en presencia de la nonagenaria Marian Anderson) asi como Florence Quivar que acompañada por el Harlem Boys Choir dejó constancia en un indispensable recital del género para EMI.

Con el sello de calidad característico Seraphic Fire entrega quince impecables ejemplos que se avienen perfectamente a su estilo y posibilidades, sin pretensiones, ajustándose a la tradición clásica y observando rigurosas práctica de ejecución e incluso pronunciación. El resultado es un desfile parejo de famosos spirituals que permite lucimiento a varios miembros del grupo y un enfoque respetuoso y a la vez devocional, tal como se aprecia en You must have that True que abre el recital con la luminosa Kathryn Muller.

No hay desbordes ni excesos, todo cuadra dentro de sanos límites prefijados, Quigley opta por ritmos y tempi que rescatan los valores intrínsecos de la música. Por ejemplo, Great Day se beneficia con un discurso reservado y el aporte de la soprano Mela Daley, algo similar sucede con la inspirada lectura de Over my Head por el contratenor Reginald Mobley secundado al piano por Quigley, de frescura y liviandad envidiables. En el arreglo con piano de Were you there? también perteneciente a Quigley, el spiritual fluye como uno de los tantos Lieder para coros de Schubert,  idea que se continúa en el Steal Away final que titula el recital y donde Mobley lleva la voz cantante.

El espíritu de ensamble capitanea en Ev’ry time I Feel the Spirit y en Little Black Train mientras en This Little Light of Mine adquiere acentos angelicales con la mezzo Amanda Crider. Acostumbrados a la polifonía de la música temprana, en la juxtaposición de voces y el difícil tramado a capella, Seraphic Fire está a sus anchas, mas que evidente en la gravedad de My Lord What a Mornin’, en Poor Man Lazrus y en Daniel Servant of the Lord con destacadas contribuciones del tenor Stephen Soph y el bajo James Bass, maestro del coro.

Buena idea la de incluir dos números registrados en vivo que captan la agrupación en acción. Tanto en la sala de concierto como en disco la cristalina contribución de Seraphic Fire al catálogo clásico aporta un enfoque de exquisito refinamiento e igualmente válido a otros mas famosos que le preceden. Excelentemente grabado y presentado, aquí no hay  «angelitos negros», ni voces de ningún color sino voces  puramente seráficas.

*STEAL AWAY, SERAPHIC FIRE, PATRICK DUPRE QUIGLEY, SFM 14325 79642

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