Notable debut de Javier Perianes en el Teatro Colón
Ecos del recital que marcó el debut del pianista español en el primer coliseo argentino
Desde Buenos Aires escribe Margarita Pollini (*)
El repertorio que Javier Perianes pensó para su debut en el Teatro Colón de Buenos Aires, en dos recitales para el ciclo del Mozarteum Argentino, era tan suculento que, con algún que otro agregado, bien podría haber servido para dos programas diferentes: en la primera parte, la gran Sonata nº 21 en si bemol (D. 960) de Schubert, precedida por el delicioso Allegretto en do menor del mismo autor; en la segunda un compendio de obras con Andalucía como inspiración, ya fueran de autores españoles o del francés Debussy. Pero en ese gesto de unión en un mismo programa, y sobre todo en la versatilidad e inteligencia de este pianista asombroso, que abordó ambas partes como el mayor especialista en cada uno de estos lenguajes, se puede advertir la maestría y también la generosidad de Perianes.
Sin demora, con un saludo brevísimo, el pianista de 38 años ocupó la banqueta, dejando claro que el protocolo le interesa muchísimo menos que la música. Luego de esperar largos segundos a que se apagaran los últimos murmullos de la sala, Perianes comenzó su travesía vienesa en la intimidad más absoluta. En el primer recital el Allegretto dio paso, sin solución de continuidad, al testamento pianístico de Schubert, al que es difícil referirse prescindiendo del adjetivo “monumental”. Pese a su juventud, el pianista español comprende perfectamente el equilibrio que esta música demanda, ese dificilísimo balance entre expansión e introspección, y administra en las dosis exactas el rubato, el pedal, la dinámica, y articula el discurso musical con la puntuación y la inflexión más natural y al mismo tiempo más sorprendente.
Esa capacidad narrativa se vio reforzada en la segunda mitad del recital. En ambas noches, Perianes enhebró, como si se tratara de una sola suite, el Homenaje “pour le tombeau de Debussy” de Falla, luego tres páginas de Debussy inspiradas en España (“La soirée dans Grenade”, “La puerta del vino” y “La sérénade interrompue”) y “El Albaicín”, de Iberia de Albéniz. Este gesto tuvo el efecto mágico de borrar completamente toda frontera entre los tres autores, y reforzar los lazos entre sus músicas. Sobre el final, la suite de El amor brujo tuvo en las manos de Perianes una asombrosa gama de colores y de climas. Tanto en el primero de los recitales como en el segundo, fuera de programa el pianista eligió a Chopin (su Nocturno en do sostenido menor opus 20 el lunes, y la Mazurka opus 17 número 4 el martes), y su enfoque, perfectamente en equilibrio y sin desbordes, hizo que ese momento resultara casi un punto de encuentro ideal entre esos dos mundos que Perianes ya había sabido unir con la clarividencia de su interpretación.
Recital de Javier Perianes (piano). Obras de Schubert, Falla, Debussy y Albéniz. (Mozarteum Argentino, Teatro Colón, 22 y 23 de mayo)
(*) Margarita Pollini ejerce el periodismo musical en medios escritos y radiales. Desde 2010 es crítica del diario Ámbito Financiero, y entre 2007 y 2010 lo fue del diario Perfil. Colaboró en los diarios La Nación, Clarín, revistas especializadas de Argentina, América y Europa, y con notas de programa para el Teatro Colón y otras organizaciones. Publicó el libro Palco, cazuela y paraíso: las historias más insólitas del Teatro Colón (Editorial Sudamericana) y dos libros de poemas, presentados en la Biblioteca Nacional Argentina y en las ciudades de Ginebra (Suiza) y La Haya (Holanda).