Barbara Sukowa, mayo inolvidable

 

Barbara Sukowa, actriz de Lola, Rosa Luxemburgo, Hildegard von Bingen, Hanna Arendt y la inolvidable Mizie de Berlin Alexanderplatz que marcó su debut cinematográfico en 1980; musa de Rainer Werner Fassbinder, Margarethe von Trotta, Volker Schöndorff y su marido Robert Longo, también se destaca en el campo de la música contemporánea como diseuse y narradora. En esta faceta ha registrado Gurrelieder, Juana de Arco en la hoguera y un extraordinario Pierrot Lunaire con Reinbert De Leeuw. Con este compositor y director holandés se atreve a un ejercicio que en vista de su talento logra corporizar en delicado, magistral equilibrio, tanto que sería difícil sino imposible imaginar otra en su lugar. Registrado en 2004, Sukowa es motivo y razón de este Im wunderschönen Monat Mai, tres veces siete canciones de Schumann y Schubert que a la postre homenajea al respectivo tres veces siete poemas de Albert Giraud originador del Pierrot schönbergiano.

Pocas frases musicales definen mejor al romanticismo como la que inicia el Amor de Poeta de Schumann “En el maravilloso mes de mayo…”, título y frase que con simpleza sin par abre la puerta a ese mundo benévolo, a esa ansiada primavera después del implacable invierno boreal. Gentil, exquisita, sutil, es una flor abriéndose al sol que también oculta espinas. Romanticismo de pura cepa. Con urgencia ejemplar, Sukowa se expone a este viaje interior, lo aborda, se sumerge, se desnuda frente al espectador y no sólo se revela, sino que desaparece para revelar a Schumann y Schubert dejando al descubierto el hilo invisible que une al sajón con el vienés. Es un mayo inolvidable, el de la Naturaleza fénix, como aquel que marcó el fin de la Segunda Guerra.

Lo cierto es que estos Lieder están en su sistema, tan asimilados que podrían llevar su firma, brotan con inusitada naturalidad. Los textos de Goethe y Heine le pertenecen, parecieran verbalizar sus pensamientos. Desde ya, Sukowa no canta como una soprano entrenada clásicamente; Sukowa canturrea, recita, acentúa, gime, susurra, grita, suspira, puro Sprechgesang redefinido, en un alarde de afinación habla para sí y va pescando las melodías en el aire, las materializa en un soliloquio fascinante, invitando a compartir de un acto privado, pudoroso donde una a una engarza cada Lied como una maga.

Los arreglos del amsterdamés – que enmarca la aventura desde un piano ideal –  generan este asombro sostenido durante una hora; ambos desarman, deconstruyen, desmenuzan, intervienen el material para reconfigurarlo frente al espectador; son música y poemas que resisten los embates amorosos de sus intérpretes para emerger revitalizados reconfirmando su bien ganada eternidad. Las uniones y transiciones denotan sapiencia y originalidad incontestables, los silencios y pausas son tanto o mas importantes que la música, se incorporan, se funden, conforman y habitan el espacio requerido, son los huecos de la estatua sin los cuales no habría estatua.

Una frase del adagio del quinteto para cuerdas schubertiano o un instante de la sinfonía Renana bastan para enlazar Margarita en la rueca (desesperación absoluta) con Calma marina (misterio insondable), el Rey de los Alisios (dolor que espeluzna), la trillada Serenata (provista de frescura inaudita) y Mignon con un Kennst du das Land? que nunca llegó tan lógico y nostálgico. Esos son los puentes que unen el Dichterliebe con el poeta Müller de El viaje de invierno y sus soles crípticos, sus cuervos acechando, sus perros ladrando y un espectral organillero al que como una niña, Sukowa interroga con ternura infinita.

Los trece instrumentos del Schönberg Ensemble – cuerdas, arpa y vientos – roban frases a la voz para mostrar que Schubert y Schumann son un solo compositor, desafiando tiempo y espacio también son veintiún poemas de amor y en definitiva, una canción desesperada, o viceversa. En el final, Sukowa cierra la puerta con Die alten, bösen Lieder (Las viejas, perversas canciones), enterrándolas, dejándolas atrás de una vez y para siempre.

Un trabajo de gratificante insolencia que seduce al aficionado sin pruritos y que puede empujar al neófito a zambullirse al océano de un género madre que lo aguarda con los brazos abiertos; un ejercicio de devoción y humildad que rescata lo que nos deja la música grande y su indivisible unión con el alma; un genuino iceberg creativo que sugiere la evocación mas rotunda; un fin de partida donde la actriz cuenta y se cuenta para reencontrarse a sí misma, dibujando un hecho estético para visitar una y otra vez. 

*IM WUNDERSCHÖNEN MONAT MAI, DE LEEUW, SUKOWA, DVD W&W 915 007-7