Kennedy Honors: al César lo que es del César
Es un proceso lento, con bemoles, curioso, las razones escapan al sentido común, pasa casi inadvertido, sólo algunos atentos se ocupan de dar la voz de alarma. Entre tantas cosas que pasan esta podría no ser vital, sin embargo, lo es. El sostenido arrinconamiento, la virtual marginalización al que se ve sometida la erróneamente llamada “música clásica” es tema de interés y preocupación. Parece que se ha olvidado – o es amnesia adrede – que es el cimiento de la música, que es paredes, ventanas, puertas y techo. Es el hogar nutriente desde el que parten innumerables hijos a la aventura. Es pasado, presente y futuro. Merece consideración y reconocimiento ejemplar. Nobleza obliga reconocer a los maestros.
No siempre es el caso cuando de los prestigiosos Premios Kennedy se trata. En este renglón, cada vez menos y la pendiente se acentúa. Creados en 1978 con el propósito de celebrar toda una vida de artistas cuyas contribuciones enriquecen la cultura americana (no es obligación ser ciudadanos estadounidenses), cubre un amplio espectro donde se destacan luminarias emblemáticas de cada renglón del espectáculo. De Leonard Bernstein a Bette Davis, pasando por Tennessee Williams, Fred Astaire, Alvin Ailey y Count Basie, cada uno de los cinco elegidos anuales son referentes incontestables. Y el honor es aún mas merecido cuando se reconoce a figuras señeras famosas en su “metier” al brindarles una popularidad que viene como añadidura al galardón. Es el premio a la tarea constante, a una vida entera de sacrificio y dedicación.
La ópera y la música clásica están ausentes entre los flamantes galardonados del 2017, sólo la pionera actriz y bailarina Carmen de Lavallade (86) se acerca a la categoría. Ni compositor, ni director, ni instrumentista, ni cantante integran la lista, valga destacar que otra vez se ignora reconocer al movimiento historicista. Candidatos sobran, pero ignorar al valioso, quizás por mera ignorancia, parece ser la consigna. El lento deterioro de la cultura también, muchos críticos han levantado su voz.
Un poco de historia, pasado y presente
Entre los cantantes líricos, once grandes merecieron el honor – Marian Anderson (1978), Leontyne Price (1980), Beverly Sills (1985), Risë Stevens (1990), Marilyn Horne (1995), Jessye Norman (1997), Plácido Domingo (2000), Luciano Pavarotti (2001), Joan Sutherland (2004), Grace Bumbry (2009) y Martina Arroyo (2013). Por eso es incomprensible que artistas de la talla de Renata Scotto (83) y Sherrill Milnes (82) no hayan sido aún galardonados cuando han sido merecedores de tantos otros premios. Juntos suman casi mil representaciones en el Metropolitan Opera; Scotto fue la diva italiana americanizada esencial del período 70-80 del teatro y Milnes el barítono verdiano por excelencia de esa época. Retirados, continúan infatigables dirigiendo y enseñando, formando nuevas generaciones. Son ineludibles referentes de una era, atesoran claves estilísticas del mas noble legado. Algo mas jóvenes, también debería considerarse al bajo Samuel Ramey (75), la soprano Teresa Stratas (79) y la mezzo Frederica von Stade (72), tres artistas únicos.
Otra razón fundamental: el premio debe ser otorgado en vida, de ahí que urge la prioridad a ilustres veteranos, no deben repetirse casos como Cornell MacNeil, Shirley Verrett, o el matrimonio Evelyn Lear-Thomas Stewart, estrellas americanas pioneros en Europa; en cambio otros incomparables como Lorraine Hunt Lieberson, Arleen Auger y Tatiana Troyanos partieron demasiado pronto. La postergación puede ser letal, la injusticia irreparable.
Si compositores, directores e instrumentistas como Copland, Menotti, Schuman, Bernstein, Ormandy, Mehta, Levine, Solti, Ozawa, Previn, Rostropovich, van Cliburn, Rubinstein, Serkin, Perlman, Menuhin, Stern, Fleisher, Ma y Argerich fueron justamente honrados cabe preguntar por qué siguen esperando John Adams (70), Steve Reich (80), Philip Glass (80), William Christie (75), Michael Tilson Thomas (72), Richard Goode (74), Murray Perahia (70), Ellen Taaffe Zwilich (77) y Richard Stolzman (75), por mencionar sólo algunos de los candidatos mas firmes, y tantos quedan en el tintero – Reri Grist, Helen Donath, Simon Estes, Dennis Russell Davies, James Conlon, etc – sin contar la lista de menores de setenta encabezada por Thomas Hampson, a sus jóvenes sesenta y dos, cantante y pedagogo sin par, eximio representante del americano multifacético o Barbara Hendricks (68) cantante y humanitaria ejemplar.
Desde su creación, el premio ha sido una gran carpa protectora de todas las artes, refugio y panteón donde se valora la diversidad, el talento, la constancia que lleva a la exacta definición de “Lifetime Achievement”, los elegidos apuntalan cada disciplina, son modelos de las próximas generaciones. Un exceso de cultura puramente mediática va en detrimento de aquellas menos populares pero igual o tanto mas valiosas, sin las cuales la primera en muchas instancias no podría existir. El equilibrio es delicado, debe ser sabio y ejemplar. Valga aclarar que no están en tela de juicio los elegidos, se lamenta los postergados. Es el jurado el que debiera afinar la puntería, mirar hacia arriba y darle al César lo que es del César.