Sonya la bella aborda Verdi

 

 

Hay algo salvaje en Sonya Yoncheva, impredecible y misterioso. Con sólo treinta y cinco años, la soprano búlgara se ha convertido en la estrella de turno a ambos lados del Atlántico. Su rápido ascenso y megaestrellato no es precipitado, la avala una importante carrera en las lides mozartianas y barrocas de la mano del gran William Christie. Pero, bien se sabe que en ópera es Verdi lo que cuenta, el que motiva “la nota de los 10,000 dólares”como aseguraba – con razón – Leontyne Price. Verdi exige todo a la cuerda de soprano, una batería de recursos difícil de reunir que muy pocas lograron combinar.

Del dicho al hecho hay un gran trecho y la ambiciosa Yoncheva se lanza a aguas peligrosas para su instrumento de soprano lírica. Es verdad que literalmente ha salvado las últimas producciones de Norma en Covent Garden y Tosca en el Met, que su Violetta, Mimí, Tatiana, Iolanta, Marguerite, Gilda y Desdémona han sido magníficamente recibidas. Bella, buena actriz, comanda un amplísimo repertorio que incluye heroínas del repertorio francés y eslavo. Por lo tanto, la búlgara es el obvio pendant – y en muchos casos reemplazo – de Anna Netrebko y Anghela Gheorgiu.

En primera instancia impresiona el timbre, tan semejante al de Callas madura. Lejos de otras legendarias compatriotas, basta nombrar a Ljuba Welitsch, Ghena Dimitrova, Krassimira Stoyanova, Raina Kabaivanska y Anna Tomowa-Sintow, posee una impostación y color mediterráneos, definitivamente italiana, algo que hoy no abunda y que es tan bienvenido como inmediatamente reconocible. Es su mejor arma y recurso. Por momentos el Liberamente or piangi de Attila recuerda claramente a la gran soprano grecoamericana, en sus ataques y ahuecamientos asi como en su incisiva fragilidad. En la entrada de Amelia en Simon BoccanegraCome in quest’ora bruna – y el Ave Maria de Otello hay mucho para disfrutar. Son papeles que le van como un guante. No obstante, hay momentos que debieron regrabarse y pianisimi que debieron trabajarse para no dejarla tan expuesta a una posible crítica adversa. Asimismo, hay agudos que emergen crudos y descoloridos.

El Tu che la vanita de la Elisabetta de Don Carlo es otro acierto asi como el inicial Tacea la notte placida de Il Trovatore, el Tu puniscimi o Signore de Luisa Miller es un souvenir de lo pronto será una realidad en escena; de hecho, en marzo debuta en el Met en este personaje. Menos feliz resulta el Pace pace mío Dio! y el Anch’io dischiuso un giorno de Abigaille en Nabucco, grabado sin el brutal recitativo Ben io’inventi que lo precede. Estas dos últimas arias exigen demasiado a su instrumento. Nótese que Birgit Nilsson, con una voz de acero esperó hasta cumplir 47 años para cantar Elektra mientras que Callas, con un «vozarrón» abordó Turandot a los 23. Resultado, a los 42 años poco quedaba de aquella voz gloriosa mientras que Nilsson seguiría cantando hasta casi los setenta años. Deberia tenerlo en cuenta.

Toda cantante tiene derecho y razones para investigar nuevos repertorios, especialmente si tiene como aliada la técnica del estudio donde puede permitirse hacer lo que se le cante aunque los resultados no sean óptimos. El caso Yoncheva despierta tanta admiración como preocupación porque es una cantante con condiciones excepcionales y una artista que madura rápidamente, sería una pena que tan precioso material se arruinara antes de tiempo, ya hemos visto demasiados talentos quemados en la máquina del estrellato. Que no pase con la bella Sonya. 

* VERDI, SONYA YONCHEVA, ZANETTI, SONY 88985417982