Tosca, perché perché Signore?
Es una lástima que los compositores de antaño no hayan tenido la precaución de estipular algún tipo de alerta al fin de no escenificar preludios y oberturas a los directores de escena del futuro; claro está que a sus contemporáneos no se les pasaba por la cabeza semejante cosa. Ese es el primer disparate de esta Tosca aggiornada cuya sola intención parecería ser divertir al público VIP que paga lo que sea por mostrarse o resistirse ante la única intención de irritarlos, ni siquiera espantarlos.
La premisa de entretener, interesar, chicanear a los que ya han visto todo se concentra en los preludios al primer y último acto y a algún afan “intervencionista” al final que haría revolcar en su tumba a los libretistas Illica y Giacosa ya que su director Michael Sturminger no ha tenido otra mejor idea que cambiarle el final. Sin comentarios, no vale la pena internarse en pretensiones y banalidades, tampoco llega al execrable producto de Calixto Bieito sino que se limita a ser un mero coqueteo con la provocación.
El resto es una interesante versión de Tosca musicalmente notable donde sólo desentona el tenor en contraste con sus excelentes coprotagonistas. La idea de mostrarla como un film-noir tampoco es nueva pero se adhiere a las características de la ópera, la mas cercana a un truculento policial con todas las letras. Asi con esta suerte de ecos de Gomorra de Saviano y Suburra de Sollima, Sturminger cambia policías por mafiosos y soldados por huerfanitos delincuentes. En el inmenso escenario del Festival de Pascua salzburgués, la iglesia de Sant’Andrea della Valle del primer acto no muestra la pintura de la Attavanti sino la espalda de su estatua, un adefesio con cierto parecido a a Copa Mundial de Futbol. El segundo acto tampoco es el Palacio Farnese, el mas logrado, pero acierta en su helada amplitud con frescos amenazantes – y bicicleta de ejercicios donde Scarpia pedalea en camiseta – mientras que el tercero es una terraza con carteles en neón que rezan IL DIVO mirando a una iglesia de San Pedro demasiado cercana. Que cada uno saque sus conclusiones.
La gran soprano vienesa Leonie Rysanek decía que Tosca no era una “cuchillera”, algo que demuestra Anja Harteros, veterana en un papel que encarna con dominio absoluto, dotándolo de una elegancia y aristocracia cercana a la Mariscala de Strauss. Alguna acidez en los agudos no empaña una de las mas detalladas y soberbias interpretaciones del personaje filmadas amén de que Sturminger le haga cantar Vissi d’arte acostada sobre una mesa. Recuérdese que las posiciones sobre cómo cantar «el aria mas inoportuna en la historia de la ópera» son capítulo aparte comenzando por la glamorosa Maria Jeritza tirándose al suelo para el estreno vienés con Puccini desde la platea exclamando “Esa es la posición que queda”.
No le va en zaga el siniestro Scarpia de Ludovic Tézier de impecable factura vocal e histriónica. De hecho, el segundo acto es un notable duelo de actores-cantantes sacándose chispas con desacostumbrada naturalidad que además deja al desnudo las inclemencias vocales con que Puccini castiga a la diva en cuestión, pocas veces, quizás nunca, el “Asesino!…puedo verlo?” sonó tan veraz en esta Tosca mas drama que melodrama gracias a Harteros y Tézier. El segundo acto solo vale por sobre el cuestionable resto.
Desafortunadamente Aleksandrs Antonenko desluce como Cavaradossi con un pedestre desempeño dramático y una prestación vocal destemplada con agudos gritados y mala dicción, a estas alturas su carrera internacional es inexplicable. Los papeles secundarios transformados por la vara del regisseur cumplen con eficacia y no pocos destellos como el excelente Angelotti de Andrea Mastroni, el sacristán de Matteo Peirone y los secuaces de Scarpia, Mikeldi Atxalandbasso y Rupert Grossinger.
Al frente de la ilustre Staatskapelle Dresden, Christian Thielemann conduce este Rolls Royce en el foso con evidente color teutón, donde la exquisitez se vuelve implacable Sturm und Drang para exacerbar los tintes de film-noir del regisseur austríaco.
Habría que ver la reacción ante esta puesta en escena de aquellos habitues del Metropolitan que obligaron a quitar la de Luc Bondy reemplazándola por la flamante de David McVicar. Mientras tanto, esta Tosca vale por la soberbia Harteros y el feroz Tezier, dos artistas de raza navegando una producción monumental y carísima que se queda sólo en eso.
*PUCCINI, TOSCA, THIELEMANN, C MAJOR UNITEL DVD 814337014834