Richard Strauss: héroe de la Orquesta de Cleveland

 

Después del justificado entusiasmo inicial por la inauguración del New World Center de la New World Symphony en Miami Beach, regresar al al Knight Hall del Adrienne Arsht Center para el primer concierto de la Orquesta de Cleveland fue una experiencia de marcados contrastes. Si se hizo inevitable la comparación, fue asimismo reconfortante  comprobar la individualidad y excepcional acústica de ambos recintos (el nuevo más rotundo y brillante comparado con la envolvente amplitud y sonoridad mate de su colega mayor) que colocan a Miami en una envidiable posición respecto a otros centros musicales.

Para inaugurar su breve quinta temporada de residencia invernal en Miami, la prestigiosa orquesta bajo su titular Franz Welter-Most eligió un programa que resultó más atractivo en plan que en realización.

El inconfundible sonido de los Clevelanders – de calidez y sedosidad proverbiales – plasmó sin dificultad el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy. Obra exquisita inspirada en la égloga de Mallarmé y epítome del compositor ha sido memorablemente grabada bajo Pierre Boulez, entre otros, por la entidad. La breve composición recibió una lectura sutil aunque algo incolora por parte del director, haciéndose patente la indiscutible elusividad del estilo francés.

Pieza fundamental del repertorio, el Concierto para Piano de Schumann fue objeto de  una interpretación solvente por parte de Pierre-Laurent Aimard. El notable intérprete lionés, especialmente conocido por sus incursiones en el repertorio contemporáneo, ofreció una versión académica que pareció dejar a un lado la pasión y romanticismo de la obra. Los exaltados acentos, el tono intimista, el vigoroso impromptu y el cantabile de la inefable sensibilidad schumaniana fueron reemplazados por una corrección irreprochable que en  más por momentos careció del fuego poético requerido. La orquesta proveyó tempos más lentos que los habituales para contribuir a la general sensación de rutinaria monotonía que signó la primera parte del programa.

Con la elocuencia de los metales (y los de la Cleveland pueden ser incomparables) anunciando el tema central de Una vida de héroe de Richard Strauss, el entusiasmo y vitalidad llegaron al escenario. El poema sinfónico del compositor bávaro se avino mucho mejor a la sensibilidad de Welter-Most que insufló la energía vital imprescindible a una orquesta que respondió como un solo hombre guiada por la sobresaliente participación del concertino William Preucil, a cargo de la figura del héroe. Una lectura de fuste que balanceó favorablemente  la velada inaugural ☼

Sebastian Spreng©