Christian Tetzlaff y un Bartók deslumbrante con la New World Symphony

La condescendencia hacia el gusto del público es uno de los reparos más frecuentes que con sobradas razones se le achaca a la programación clásica de Miami. Afortunadamente, este inconveniente no aplica a la New World Symphony, entidad que se destaca por ofrecer no sólo aquello que sus jóvenes integrantes necesitan como parte fundamental de su training sino que también contempla las necesidades de la audiencia para conocer y ampliar sus horizontes musicales.

Esta doble tarea educativa pudo apreciarse en toda dimensión este primer fin de semana de febrero con un programa ejemplar integrado por composiciones de Ives, Bartók y Brahms, que siguiendo con una sana costumbre invirtió la cronología de las obras, a fin de dejar como último tramo la composición mas familiar para el público.

Bajo la atenta dirección del joven Teddy Abrams  las dos breves piezas de Charles Ives From the Steeples and the Mountains y The Unanswered Question – brillaron gracias a la posibilidades del nuevo hall que permitió la ubicación de los instrumentistas en diferentes niveles y escenarios otorgándole una dimensión inusitada, digna del visionario compositor.

Tampoco se trató de la más conocida composición de Béla Bartók sino de una de las mas arduas y complejas, el Concierto Nº2 para violín y orquesta que fuera compuesto para Zoltán Székely (virtuoso integrante del célebre Cuarteto de Cuerdas Húngaro) entre 1936 y 1938, en el albor de días fatídicos para la humanidad, quien la estrenó en el Concertgebouw de Amsterdam en 1939.

Obra que conjuga presentimientos funestos con la esperanza mas tenue, presenta endiabladas variaciones rapsódicas con directas alusiones al estilo verbunko gitano – de hecho, “tempo di verbunkos” es la indicación original al primer movimiento – y un constante e implacable despliegue de virtuosismo al solista.

En esta ocasión, se contó con el excepcional violinista hamburgués Christian Tetzlaff, que literalmente deslumbró con el sonido robusto, pleno de matices y el dominio apabullante de su instrumento – copia de un Guarneri del Gesu – para constituirse en uno de los conciertos más destacados de la presente temporada. Al podio, Michael Tilson Thomas lo secundó ejemplarmente al frente de una orquesta bien sazonada en la contrastada escritura bartokiana que típicamente enfatiza celesta, percusión, arpa y maderas.

La Segunda Sinfonía de Brahms actuó como bálsamo final gracias a una lectura impecable de orquesta y director que no obstante, mostró cierta excesiva reverberación acusada por el New World Center y que, en instancias, cambió la imprescindible textura mate que requiere la obra por una brillantez innecesaria. Cabe mencionar la destacada intervención del corno solista, verdadero guía espiritual de los dos primeros movimientos, y la solvencia del director como brahmsiano de raza ☼

Sebastian Spreng©