Jonas Kaufmann, verismo abrasador

A diferencia de Verdi, Mozart, Donizetti o Puccini, un recital con arias del verismo puede incurrir en los mismos riesgos que uno de “bleeding-chunks” wagnerianos. Peligroso o aburrido según el caso, se necesita un cantante capaz de superar la falta de contexto en óperas que, en su mayoría, acusan limitado interés y sustancia. Para justificar revivirlas, se necesita un artista completo y Jonas Kaufmann lo es.

Aplacada la histeria promocional motivada por quiénes sucederán a «los tres tenores», el muniqués parecería estar llamado a heredar el cetro de Plácido Domingo. Aunque muy diferentes, ambos poseen personalidades magnéticas, timbres distintivos e irreprochable musicalidad. Como el Otello del español, Kaufmann ha redefinido a  Werther de Massenet – y en París – y como su Pinkerton ha sido lo mejor de la grabación integral de Madama Butterfly, era inevitable un recital verista con – afortunadamente- el mismo director: Antonio Pappano quien lo acompaña admirablemente con la renovada Orquesta de Santa Cecilia romana.

Como en su momento Domingo, Kaufmann se las ingenia para hallar un enfoque diferente o novedoso con el material que elige. Lo hizo con Die schöne Müllerin, Lieder de Richard Strauss, Lohengrin, Mario Cavaradossi, Don José o el mencionado Werther. A esa virtud – hoy más original que nunca – le suma gusto por cantar, lirismo expansivo, urgencia, abandono y sentimiento.

El programa se inicia con un aria ignota de Giulietta e Romeo de Zandonai (y el Paolo de Francesca da Rímini bien podría ser otro rol ideal para el tenor) y la también desconocida Sì, questa estrema grazia de I Lituani de Ponchielli; aportando la, hoy por hoy, obligatoria cuota de exhumaciones de todo recital discográfico.

Los momentos más debatibles son Pagliacci y Cavalleria, donde se lo siente impostado, quizás fuera del esencial elemento mediterráneo, en instancias demasiado estentóreo o en su defecto, demasiado elegante. El resto es un festival que alcanza su apogeo  en Giunto sul passo estremo de Mefistofele vertido con el exacto sentimiento fáustico, un Lamento di Federico con la misma exquisita messa di voce que emplea para el sublime Ombra di nube de Refice inmortalizado por Claudia Muzio y un Maurizio de Adriana Lecouvreur ideal. A excelentes  Cielo e mar (La Gioconda) y Amor ti vieta (Fedora), el otro clímax  del disco es un Andrea Chénier espléndido tanto en el Improvviso, Come un bel dì di maggio como en el dúo Vicino a te acompañado por la valiosa Eva-Maria Westbroek.

En definitiva, Kaufmann conquista con su garra histriónica -más cerca de Vickers que de Domingo-, con los impactantes pianisimos, crescendos y dinámicas (innecesariamente exacerbadas o sanitizadas por el micrófono) de su bruñido timbre baritonal y por la construcción dramática con la que dota a cada aria, reemplazando con musicalidad, inteligencia e instinto cierta falta de squillo.

Un artista que crece sostenidamente y del que se espera sepa posponer tentaciones como Otello o Tristan. Para su bien y el de todos deberá atenerse al proverbio alemán: Langsam aber sicher

Sebastian Spreng©

* Verismo Arias; Jonas Kaufmann. Decca 478 2258; CD.