«El Señor del Anillo» reluce como nuevo

Clásico de clásicos, “el Anillo de Solti”  ha sobrevivido a todos sus rivales. Tiene por qué: señaló un hito de la discografía y la concreción de una empresa titánica, hoy como ayer, acorde al desafío. Para muchos, como el que firma, cuesta reseñarlo sin evitar connotaciones de infancia y adolescencia, propias de una generación que creció y lo aprendió con él, para la que «Anillo y Solti» son casi sinónimos. Resulta difícil ser imparcial ante una grabación que se ama y más aún, cuando después de décadas reconfirma su vigencia, cuando logra despertar aquella misma emoción, la que conlleva el descubrimiento y consecuente deslumbramiento.

Imponente preludio al bicentenario wagneriano del 2013 y conmemoración del centenario de Sir Georg Solti, (como parte de una monumental reedición de su legado discográfico para Decca, la casa donde grabó por más de medio siglo), “su” anillo regresa más vivo que nunca en una edición de lujo que contiene todo el material disponible en los archivos del sello. A los diecisiete cds que ocupa se suma el documental The Golden Ring, previamente editado en DVD, el clásico (e imprescindible) análisis musical de Deryck Cooke, el libro Ring Resounding del productor John Culshaw que narra la odisea de grabarlo (más los textos de la edición original), una serie de fotografías y otros apetecibles mementos como la partitura de la Cabalgata de las Valquirias con los apuntes del director, más las críticas originales del Gramophone y un disco que en blue-ray audio brinda los 877 de la obra íntegra.

Es una grabación icónica que funciona como puente entre dos mundos, tradiciones y estilos; atrás quedan las en vivo (las de Wilhelm Furtwängler en Italia, las de Bayreuth de posguerra, entre las mas notables Knappertsbusch, Keilberth y Krauss) mientras anticipa las inmediatas de Karl Böhm en Bayreuth, Karajan y luego Marek Janowski, Bernard Haitink, James LevineDaniel Barenboim y Christian Thielemann.

Registrado entre 1958 y 1965 inmortalizó la mayoría de las grandes voces de entonces y también del pasado y futuro. Algunas llegan algo tarde (Hotter en Die Walküre en 1965), otras despuntan (Gwyneth Jones, Lucia Popp, Helga Dernesch, Joan Sutherland, Brigitte Fassbänder, Eberhard Wächter, Waldemar Kmentt), mientras que Birgit Nilsson es captada en una plenitud bien podría afirmarse paradigmática. Como contrapartida, las fechas de grabación muestran el paso del tiempo en las voces; de hecho, si se hubiese podido grabar en el orden correspondiente (R-1958, W-1962, S-1963, G-1965) Flagstad habría podido cantar Fricka en Die Walküre amén de haberse contado con una mas fresca Crespin, ya en 1965 emerge gritada en ciertos agudos, como asimismo el excesivo vibrato del incomparable Hans Hotter. Valquiria es la menos satisfactoria de las cuatro y no por lo que es, excelente, sino por lo que pudo ser, una donde incluso Nilsson aparece acerada y poco sutil. No obstante, en el primer acto Régine Crespin en frases y acentos evoca la expresión de Lotte Lehmann en su Sieglinde magistral y femenina como fuera Leonie Rysanek en escena. Será James King el gran Siegmund de ambas y Gottlob Frick, el mas aterrador de los Hunding. Un primer acto feroz, poético, antológico.

La majestad de Kirsten Flagstad – a los 64 años aún inconfundible campana de bronce – en la Fricka de Rheingold en perfecta sintonía con el vocalmente suntuoso Wotan de George London. El irremplazable Gustav Neidlinger, uno de los pilares de la edición reafirma su Alberico justamente legendario. La abisal Erda de Jean Madeira, el picante Mime de Stolze y Kuen, el sonoro Fafner de  Kurt Boehme son otros nombres en la larguísima nómina de estrellas.

El Siegfried de Windgassen, en principio visto como blando, prueba el acierto de Culshaw al reemplazarlo por el programado Ernst Kozub. Si Windgassen no heredó a Lauritz Melchior, tampoco tuvo sucesores. Su instrumento básicamente lírico, brilla a través del personaje y es el pendant ideal del esplendor vocal de Nilsson. Es en el dúo de Siegfried donde ambos compiten gozosos en una afrenta que recuerda la descripción de Anna Russell: «Todo lo que cantes, puedo cantarlo mas fuerte!» y luego en Götterdämmerung, zenit de la épica y también de la grabación. En Siegfried y Ocaso, la sueca encarna una Brunilda que no superará en otras grabaciones; con lustre, poderío, seguridad sencillamente apabullantes es digna sucesora de Flagstad. Es el segundo acto un encuentro de titanes, Dietrich Fischer Dieskau (capaz de dotar de interés a Gunther), Frick (otra vez temible, ahora como Hagen) y Nilsson impagable(*). Habiéndose acostumbrado a Nilsson, sólo después, al comparar con quienes la sucedieron, se capta la dificultad de aquellos agudos imposibles que la sueca producía sin esfuerzo.  La escena de Waltraute con Christa Ludwig (que como Fricka reemplazó a Flagstad en Die Walküre) confronta dos de las máximas cantantes del siglo XX en un contraste tímbrico ideal. En síntesis, la grabación íntegra es una suerte de Walhalla vocal, hasta en el estratosférico pájaro del bosque de Joan Sutherland que de tan ideal… sólo Siegfried logra entenderle.

El tiempo ha limado aristas y hace que, curiosamente, la criticada impulsividad de Solti, hoy más que nunca contribuya a crear las imágenes y climas requeridos, con sus cimas, abismos y misterios insondables como en el inicial acorde de Rheingold. Raudo, apasionado, excesivo, contundente, dramático e irrefrenable, es fácil dejarse convencer y rendirse ante la opulencia sonora que propone el electrizante director húngaro cuya intensidad no baja un ápice a través del ciclo. Habrá enfoques más místicos, filosóficos, modernos, más camarísticos y sutiles pero el suyo rinde como impactante introducción del coloso wagneriano. Responsables de servir el banquete son la espléndida filarmónica vienesa y el coro de la ópera preparado por el gran Wilhelm Pitz.

Se confirma el logro del equipo Solti-Culshaw en haber combinado en justa proporción cuento y filosofía para concitar mágicamente las imágenes de la saga wagneriana, las que brotan y desfilan delante de los ojos sin necesidad de verlas, por virtud sólo de la música y sus intérpretes. Implica una inmersión en un universo al que hoy se accede con la misma frescura y asombro de sus artistas al grabarlo, fascinados ante el desafío de registrarlo por primera vez en estudio. Los arriesgados efectos “cinematográficos” propinados por el pionero Culshaw, rayanos en lo kitsch, estimulan la imaginación y sobreviven encantadores el paso del tiempo: dragón, nibelungos, ondinas, gigantes y dioses parecen corporizarse sin necesidad de los efectos visuales del Hollywood de George Lucas o Steven Spielberg.

Con el que fue su mejor Wagner, reverdecer este Anillo ha sido mejor tributo a Solti. Una edición de lujo que hoy deleita a novatos como a viejos conocedores todavía más que cuando tenían cuarenta y siete años menos☼

☀ RICHARD WAGNER, DER RING DES NIBELUNGEN, SOLTI, DECCA 0289 478 3702 2

(*)