Seraphic Fire no olvida a Dido (ni a Eneas)
En pocos días, el fuego seráfico – Seraphic Fire – no abrasará la pira funeraria de Dido; en cambio, se abocará a encender la pasión que inspiró una joya de la música, finalmente reconocida como una de las tempranas cumbres de la lírica. El premiado grupo vocal con sede en Miami, su orquesta Firebird y solistas abordarán Dido & Aeneas de Henry Purcell, el compositor inglés que murió un siglo antes de la desaparición de Mozart y a la misma edad del genio de Salzburgo; ambos precursores en su breve paso por el planeta dejaron su impronta de talento.
Tan célebres como Romeo y Julieta o Tristán e Isolda, la reina de Cartago (Dido) sufrirá el abandono del héroe troyano (Eneas) que marcha a fundar un imperio que luego será su rival, Roma. El cuarto canto de Virgilio en La Eneida inspirará al irlandés Nahum Tate en The Enchanted Lovers para el libreto de la ópera de Purcell. Será una alegoría en todo sentido, incluso política (una advertencia de fidelidad al rey William y la reina Mary II con las brujas que ausentes en Virgilio, representan la amenaza del catolicismo romano) y obvia pieza fundamental del barroco inglés.
Eficaz pero endeble, el libreto cobrará vida con la noble partitura de Purcell, cuyo original se perdió dando lugar a intrincadas “reconstrucciones”, interpretaciones e intervenciones paradójicamente tan floridas y enmarañadas como el barroco mismo.
Creación única e insólita, concisa (apenas una hora), más que ópera es un inclasificable donde asoma el genio del compositor que se adueña del lenguaje musical veneciano e incorpora también lo francés para un producto británico que combina a Monteverdi con Lully y sucede a su maestro John Blow (Venus & Adonis) hasta instalarse como “la” ópera inglesa por excelencia.
Tres siglos después, el furor historicista que arranca en los años setenta la revisará como a un paciente grave para aplicar sus medicinas y cambiarle la cara romántica de sus primeras grabaciones en la década del 50. Los «doctores» serán muchos y muy buenos, especialistas como Nikolaus Harnoncourt, Andrew Parrott, Christopher Hogwood, Trevor Pinnock, Nicholas McGegan, Richard Hickox y William Christie expondrán diagnósticos y enfoques diversos, más o menos ortodoxos, más o menos vibrato, con instrumentos antiguos o modernos provocando diferentes tempi, texturas y timbres más dramáticos y oscuros o más livianos y chispeantes. La resucitarán y hoy, con medio centenar de grabaciones, Dido y Eneas está más viva que nunca, incluso coreógrafos como Mark Morris y Sasha Adams se aprovechan del material que aporta la leyenda musicalizada por Purcell para deslumbrantes escenificaciones.

Misty Leah Bermúdez, la Dido de Seraphic Fire
Con más o menos adiciones, interludios instrumentales o danzas cortesanas, el curso de la acción trazado por el abandono del héroe a instancias de las hechiceras conduce inexorablemente al lamento final de Dido, resolución, culminación y núcleo de la ópera. De simpleza y profundidad sobrecogedoras When I am laid, am laid in earth es semilla del aria esencial; puramente barroca y también atemporal, tan reconfortante como la anticipación del mejor Mozart y con una influencia que parecería extenderse doscientos años hasta la Muerte de Amor de Isolda, sin olvidar al Adieux fiere cité de la Dido de Berlioz en Les Troyens.
En un abanico amplísimo para todos los gustos y que incluye las versiones pioneras de Kirsten Flagstad y Victoria de los Angeles, la perfección de Janet Baker y Lorraine Hunt Lieberson, la opulencia de Jessye Norman, el rigor de Anne Sofie von Otter y la pureza vocal de Emma Kirkby o Lynne Dawson; contralto, mezzo o soprano, queda claro que ninguna se quiso perder este bocado exquisito llámese Tatiana Troyanos, Teresa Berganza, Susan Graham o Veronique Gens. Y a no olvidar las transcripciones, adaptaciones, orquestaciones y algunos vandalismos perpetrados en nombre de la popularidad, el inevitable precio a pagar.
En la versión de concierto de Seraphic Fire que estará a cargo de Patrick Dupré Quigley, la mezzosoprano Misty Leah Bermúdez será la doliente reina. Una voz oscura que se presta para el personaje y una artista local que crece sin prisa y sin pausa despertando el interés del aficionado.
Desde el comienzo hasta el sublime Remember me, remember me! del lamento final – invitación irresistible a su intérprete a bucear hasta encontrar aquel toque individual e irrepetible – Purcell define una era perpetuando una melodía tan noble como el Che faró senza Euridice de Glück para quedar inscripto como el «Orfeo británico». Como Dido (y su Eneas), imposible de olvidar☼
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