Grosvenor en Miami, un «Benjamín» con mayúsculas

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Benjamin Grosvenor en Gusman UM – foto de Bob Williamson

Un artista de veras; riguroso, diferente, íntimo y sin alardes ni poses. En su segunda visita a Miami y nuevamente para Friends of Chamber Music – entidad que está ofreciendo una temporada de altísimo nivel – el joven pianista británico Benjamín Grosvenor deslumbró con su batería de recursos y una innata elegancia – sabia e insolente – que debe preservar a toda costa.

Con apenas veinte años, prima en Grosvenor una sencillez y profundidad de la que otros prodigios actuales no pueden ufanarse. Si su recital en el Auditorio Gusman de UM se vió bien concurrido – aunque no tanto como merecía la ocasión – los afortunados asistentes comprobaron que la naciente estrella no es un producto del marketing sino un prodigioso talento que incluso (y en buena hora) dividió la opinión del público con un programa que combinó transcripciones, mazurcas y valses en la mejor tradición del virtuoso. Un programa a su medida que fluyó con gracia ejemplar; una colección virtuosa, con algunas piezas conocidas lamentablemente poco frecuentadas, no exenta de hondura, terreno en el que Grosvenor sale airoso sin esfuerzo y que fue engarzando con destreza de orfebre.

Las cinco transcripciones de Bach por Wilhelm Kempff, Rummel, Silote y Saint-Säens brillaron gracias al énfasis romántico acorde aunque Grosvenor, con toque inmaculado y preciso, hizo bien presente la necesaria distinción hacia el barroco hasta obtener el equilibrio justo. Algo semejante sucedió con la hoy poco escuchada Sonata en mi bemol Mayor Opus 7 de Beethoven, quizás la cima del recital, donde entregó una lectura fresca, fluida y aristocrática. En el doliente segundo movimiento, hasta en los silencios supo extraer de la incomparable madera beethoveniana su tristeza, nobleza y conmovedora humanidad.

La selección de las breves mazurcas de Scriabin con las que abrió la segunda parte mostraron un Grosvenor incandescente y captador del hermético lenguaje del compositor. La misma intensa comunicatividad siguió en el delicioso Vals Op. 38 que precedió en perfecta sintonía a una fiera Polonesa Trágica Op. 44, portentosa y sin sensiblerías. Como broche final, evitó lo dulzón y desplegó su técnica formidable en los Arabescos sobre El Danubio Azul de Johann Strauss de Adolf Schultz-Evler, otra trascripción vertida con todas las de la ley.

Ante el entusiasmo del público, el pianista regaló tres bises: una de las Canciones sin palabras de Mendelssohn, el Boggie Woogie Etude de Morton Gould (que reconfirmó su afinidad con la música americana como ya lo hizo con Rhapsody in Blue) y un etéreo preludio de Abram Chasis. Sólo se añoró poder apreciar en vivo su memorable lectura de Love Walked In de Gershwin-Grainger incluída en su último compacto (ver reseña). Que sea un bis para la próxima vez pero eso si, que sea muy pronto

Próximo concierto Friends Of Chamber Music, Ehnes Quartet, 3 de marzo