Final a dos voces para la Cleveland en Miami

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Elizabeth DeShong, promisorio debut con la Cleveland Orchestra

Con un clásico tan espectacular como el que la inició concluyó la residencia invernal de la Orquesta de Cleveland en Miami. El cierre estuvo dedicado a una Novena Sinfonía de Beethoven que conquistó a la audiencia pero que en mas de un aspecto no logró borrar el recuerdo de la Tercera Sinfonía de Mahler del pasado noviembre.

El preludio al Beethoven fue lo que concitó mayor interés. Un ciclo especialísimo que sin funcionar como ideal complemento a la Novena, brindó una novedad que merecía conocerse: las Canciones de Neruda de Peter Lieberson (1946-2011). Ciclo de canciones difícil de juzgar con objetividad por la tremenda carga emotiva de las circunstancias en las que fueron compuestas – la condición terminal de su mujer, Lorraine Hunt-Lieberson, fallecida en el 2006 a meses del estreno – y porque Lieberson se enfrenta deliberada y valientemente con la poesía del chileno en un desafío difícil de equiparar.

Aunque la balanza tienda a inclinarse a favor de los textos, la composición de Lieberson revela frescura, nobleza y honestidad dignas del mayor elogio. Esta emotiva conjunción Neruda-Lieberson no alcanza ni pretende la unidad indivisible de otras cumbres como, por ejemplo, Goethe-Schubert, Heine-Schumann, Dickinson-Copland o Hermann Hesse-Richard Strauss. De hecho, las Cuatro últimas canciones del bávaro son obvio referente para Lieberson que imprime a los cinco poemas de Pablo Neruda, un aura otoñal y melancólica que asimismo evoca las canciones tempranas de Alban Berg y Alexander Zemlinsky.

Para este amoroso tributo a su llorada compañera, el compositor deja a un lado su estilo tanto más radical y se interna en una paleta baja, transparente y serena; como un artífice a la medida de la mezzo, explota y cincela sus fuertes vocales y expresivos al igual que hiciera Benjamín Britten con Peter Pears. Dentro de ese limitado, severo espectro vocal, la excelente Elizabeth DeShong concentró sus recursos con un apropiado toque de distanciamiento, quizás como tributo personal a la figura de su colega desaparecida, y entonces, no cabría mejor elogio que compararla positivamente con la gran mezzo americana. En su acompañamiento, la orquesta y el director Giancarlo Guerrero crearon el marco apropiado para que DeShong saliera airosa del compromiso, incluso en su dicción en español donde sólo sobraron algunas “errres”.

En la última, desoladora canción – «Si muero y tu no mueres» – y como trazando un paralelismo con la última palabra de La canción de la tierra, Lieberson parecería apropiarse de la inmensa despedida mahleriana (que su esposa cantó tantas veces) suplantando el  «Eternamente»  por  «Amor» que repetido una y otra vez fue perdiéndose hasta ser  apenas un susurro.

Más familiar y motivo del lleno total de la sala, la célebre sinfonía con su correspondiente Oda a la alegría, tuvo menos suerte. El jueves, primera de las cuatro funciones programadas, Guerrero brindó una correctísima lectura no exenta de problemas en el primer movimiento con algún desliz en los vientos y un Scherzo donde no se alcanzó la cohesión anhelada pese al magnífico desempeño de las cuerdas.

Con mano firme, Guerrero puso las cosas en su lugar para una lectura frontal del último gran movimiento donde contó con un cuarteto de solistas de primerísimo nivel, capaces de afrontar los requerimientos de la endemoniada línea vocal beethoveniana. Brilló Raymond Aceto, con un sonoro Freude que signó el fin triunfal de la velada y otra vez convenció DeShong como también el tenor Garrett Sorenson; algo más debil pero efectiva la soprano Nicole Cabell. Meritoria la tarea del coro doble – el Master Choral y el Tampa Bay – cumpliendo dignamente con su asignación, aunque en instancias faltó el vigor y entusiasmo que deben primar en este fervoroso canto a la humanidad.

Un programa que unió lo nuevo con lo tradicional – y probadamente efectivo – con versiones del nivel que acostumbran los “clevelanders” y que en el caso de la sinfonía careció de aquel toque memorable que tuvo en oportunidad de su primera temporada en Miami en el 2007-2008