Libre al fin, Ariane en el umbral de una nueva vida
El laberinto poético que trazó Maeterlinck y a cuyo desafío Grieg no se atrevió, fue la llave que le abrió la puerta a Paul Dukas a componer su única ópera, Ariane et Barbe-bleue; otra de las grandes olvidadas de principios del siglo pasado que el Liceo barcelonés (vía Zurich 2005) tuvo el buen tino de rehabilitar en el mapa musical y ahora en DVD.
Se está frente a una Ariana que, siempre abandonada, asoma desde el laberinto mitológico con los acentos del cuento de Perrault transformados por la alquimia de Maeterlinck. Una Ariana que tampoco puede escapar al wagnerismo de Parsifal o no evocar al Debussy de Mélisande – como toda la ópera – ni dejarse llevar por la atmósfera densa y opresiva de la época y por ende, de su música. Una Ariana que es absoluta protagonista – tanto más que la Judith de Bartók una década después – y cuya liberación es el eje de la ópera y de esta puesta. Una Ariana que fue opacada por la escandalosa Salomé straussiana en su estreno parisino en el mismo escenario días antes en 1907.
Ópera simbolista hasta el tuétano, las interpretaciones y reinterpretaciones están a la orden del día pero, en la certera visión de Claus Guth triunfa el rigor, el distanciamiento, el ascetismo y una aparente «falta de imaginación» que construye lenta y sórdidamente la claustrofobia que el espectador debe experimentar en su recorrido junto a la heroína, hasta la resolución final.
Con su metáfora subyacente sobre la curiosidad femenina (Pandora), podría verse sólo como una ópera feminista. Afortunadamente poeta y compositor van más allá, prefieren abarcar el miedo de todos a la libertad individual, a romper con ataduras familiares y a un ambiente tóxico pero conocido. Ariana y las otras cinco mujeres de Barba Azul son víctimas del Síndrome de Estocolmo. Y así lo eligen al final, prefieren quedarse a cuidar a su carcelero protector, encerradas en el siglo XIX; sólo ella se atreve a romper las cadenas y lanzarse al futuro incierto. Ha salido del laberinto interior para irse sola “Lejos, donde aún me esperan”.
Y aquí funciona de maravillas la puesta de Guth con decorados de Christian Schmidt magníficamente iluminados á la Murnau por Jurgen Hoffmann. Puesta que en más de un sentido se anticipa al horrendo caso Fritzl (Austria, 2008) mostrando el interior de una casa alpina confortable y burguesa, cárcel helada, mastaba o clínica de Thomas Mann que perturba en su parquedad cromática y ascetismo ominoso de gris, beige y blanco propiciando una notable interacción actoral de los cantantes guiados por el régisseur alemán.
Pese a su vibrato amplio, Jeanne-Michèle Charbonnet aborda valientemente este agotador y atípico personaje, extensísimo e implacable, suerte de Tintorera straussiana que debe bregar con la exquisitez gálica de una Mignon o Dalila. La entrega de Charbonnet y su generosidad vocal disculpan por ciertas limitaciones del registro agudo. Patricia Bardon compone una nodriza (y alter ego) ejemplar desde todo ángulo y las otras cuatro esposas – la quinta es un personaje mudo a cargo de una actriz – cumplen con solvencia, sobresaliendo la joven española Gemma Coma-Alabert como Sélysette.
La breve aparición de Barba Azul tiene en el veterano José van Dam autoridad absoluta, el maestro belga exuda todo el misterio y ambivalencia requeridos.
Conocido en Miami por sus actuaciones al frente de la New World Symphony, Stephan Denève es el otro elemento fundamental del éxito. Denève plasma en la orquesta del Liceo, la densidad y transparencia necesarias, juega con los matices y una trama sonora que va agigantándose e iluminándose al mismo tiempo y a medida que avanza la saga de la protagonista.
En síntesis, una puesta que tanto escénica como musicalmente revela otra heroína injustamente postergada. Y que además, combate la percepción errónea de Paul Dukas como autor sólo de El aprendiz de brujo con una ópera que le dobla la apuesta en magia y misterio.
*DUKAS, ARIANE ET BARBE-BLEUE, DVD OPUS ARTE OA 1098 D