Emerson con «E» de Energía Estremecedora
Casualidad o coincidencia, llega este compacto en el día del cumpleaños de Egon Schiele, cuya turbulencia y lirismo en la textura y contraste de sus paisajes he relacionado instintivamente y a menudo con el enfoque, estilo y ejecución del Cuarteto Emerson. Dos rasgos que parecen exacerbarse en esta suerte de final y principio, de fin de partida que señala la despedida de su eximio cellista – David Finckel – para un álbum doblemente significativo y absoluto capolavoro en su clase.
Porque Finckel parte hacia nuevos rumbos (es reemplazado por Paul Watkins), porque para esta ocasión el cuarteto se ha transformado en sexteto gracias al distinguido aporte de Paul Neubauer (viola) y Colin Carr (cello) y porque la marca de fábrica del preeminente grupo americano están más presentes que nunca en dos obras que frecuentan juntas pero que curiosamente graban por primera vez: Souvenir de Florencia y Verklärte Nacht.
Trátese de Bartók, Haydn, Janácek, Mozart, Brahms o Beethoven, desde su fundación en 1976 los Emerson encarnan el alto voltaje entre los cuartetos de cuerdas. En este último encuentro con su cellista insigne, el resultado es una ola incandescente, casi lacerante, de una ternura que toca las fibras más íntimas, de una magia descarnada donde cada frase, cada nota, cada pausa parece ser la primera y la última. La conversación, diálogo y monólogo es un canto entrelazado de las seis voces que puede escucharse individualmente o en un “coro” catártico y torrencial que parecería multiplicarse al infinito y entonces, aquí vale mencionar la excepcional toma sonora.
Elocuente y acertado engarce el del Tchaicovsky veterano con un Schoenberg joven y dos piezas tan personales, increíblemente compuestas con apenas diez años de diferencia pero que ilustran dos mundos y sin embargo, un mismo retrato: la confesión del artista tempestuoso y conflictuado sublimado a su máxima expresión. La mirada del ruso a esta Florencia apasionada y contrastante (de acento brahmsiano) está lejos de la supuesta ciudad idílica, es una mirada nostálgica a su tierra, al folklore y a sus obsesiones personales. La del vienés de veinticinco años es la más romántica de su legado, agotando los recursos y a punto de dar el salto a la atonalidad, a otra especie de romanticismo por derecho propio. Ambas podrían ser wagnerianas en espíritu (de hecho, quedan así plasmadas en ésta grabación), ambas recogen la exuberancia, decadencia y asfixia del final de siglo XIX con una intensidad incendiaria.
Y justamente tan incendiaria como paradigmática es la ejecución de los Emerson que lleva el sello inexorable de un ocaso y amanecer inevitables. A cada literal embestida de las cuerdas – con un sabio uso del vibrato que juega con lenguajes musicales y códigos secretos – se suceden silencios tanto o más reveladores y el abisal comienzo de esa noche transfigurada – estremecedora, jadeante, doliente, en todo sentido tristanesca como el bosque donde transcurre el poema de Richard Dehmel – también parecería concitar el firmamento estrellado de la Toscana haciéndose eco de las palabras de Schönberg “el milagro de la naturaleza capaz de cambiar tragedia en transfiguración”.
En el chispeante contrapunto de Tchaicovsky y su irresistible color y sabor eslavo; en el andar esperanzado de esa pareja retratada por Schönberg perdiéndose de la mano en el sendero hacia ellos mismos, los Emerson entregan la ofrenda final de esta travesía, un «souvenir transfigurado» donde vuelven a constatar y a testimoniar la frase de Aldous Huxley “Después del silencio, lo más cercano para expresar aquello inexpresable es música”☼
*JOURNEYS, THE EMERSON QUARTET, SONY CLASSICAL 88725470602