Nina Stemme: la Fanciulla sueca que revela a Minnie

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Pocas óperas tan ingratas, posiblemente tan incomprendidas, como La fanciulla del West. Hija favorita de un Puccini maduro y mas osado musicalmente, nunca lo fue de la mayoría de los puccinianos, ni del público en general. Si el compositor pudo con Japón, China, París y Roma, ya desde la temprana incoherencia del “desierto de Louisiana” no le fue fácil “hacer la América” y pese al rotundo éxito que significó el estreno metropolitano con la Destinn, Enrico Caruso y Pasquale Amato dirigidos por Arturo Toscanini, la intrépida Minnie y sus mineros fueron marchitándose en un olvido del que cada tanto reverdecen.

Claro está que frente a heroínas puccinianas mas favorecidas, esta fanciulla lleva las de perder; no es dueña siquiera de un aria célebre – aunque inoportuna como Vissi d’arte  pero célebre al fin – y la cantante debe ser una formidable spinto, con una voz de características wagnerianas capaz de remontar la impresionante orquestación. La demoledora Minnie representa una voz atípica para el compositor, una voz que preanuncia la ferocidad de Turandot y una bienvenida espectacularidad orquestal.

Desde la legendaria Emmy Destinn – la checa que fuera famosa Senta y Salomé – no ha sido fácil encontrar Minnies convicentes, ha sido un traspié para notabilísimas sopranos europeas y  americanas – entre Jeritza, Tebaldi y Price, los nombres no pueden ser mas estelares –  dejando vacante el lugar a otras menos conocidas aunque mas efectivas como Dorothy Kirsten, Barbara Daniels, sin olvidar a Gigliola Frazzoni o Antonieta Stella.

Otra gran sueca – Birgit Nilsson – supo arremeter como la temeraria muchacha; no obstante, la oveja negra de Puccini es hoy una carta de triunfo para Nina Stemme, su compatriota e ilustre sucesora en varios personajes. Acostumbrada a Isoldas y Brunildas, Minnie podria ser un “rol vacación” (como llamaba Nilsson a Tosca) para Stemme. De ningún modo, esta pelirroja Stemme obviamente quiere el personaje,  encarnándolo con pasión necesaria e impactante vocalismo. Originada en la Opera Real Sueca de Estocolmo, esta primera asunción del 2012 anticipó el presente éxito en la Opera de Viena junto a Jonas Kaufmann. No se queda atrás el letón Aleksandrs Antonenko, vocalmente caudaloso Ramerrez en la línea de Corelli y Giordani, ni el amenazante Jack Rance de John Lundgren, ni un elenco que responde como el ensamble que representa. Excelente desempeño de la orquesta del teatro a cargo de Pier Giorgio Morandi.

Huyendo de la tentadora superproducción, la reveladora puesta de Christof Loy con escenografía y vestuario de Herbert Murauer afortunadamente deja de lado el convencional, tantas veces indigestante, estilo “spaghetti-western” de las fastidiosas puestas naturalistas. Valiéndose de planos frontales, con elementos mínimos, parca y ascética rescata la esencia rústica de la pieza de David Belasco, permitiendo además, apreciar las escondidas virtudes de la partitura. En todo sentido, Loy tiene en cuenta el trasfondo cinematográfico, el único caballo  – por suerte – aparece durante el breve preludio con la heroína cabalgando esta suerte de Grane por el desierto en una filmación en blanco y negro. Las escenas se suceden horizontalmente, desfilando en cuadros como en una película. Sobria, mesurada, sin distracciones, es una desacostumbrada Fanciulla que funciona con inobjetable eficacia.

En síntesis, una refrescante versión recomendada para ahuyentar los reparos y prejuicios que esta ópera difícil supo acumular desde su estreno un siglo atrás. Y en cuanto a Stemme, esta fanciulla escandinava demuestra hallarse a gusto en el lejano oeste mas que muchas nativas, es una sueca que sabe ganarle la partida a Puccini y «hacer la América».

* PUCCINI, LA FANCIULLA DEL WEST, MORANDI, DVD UNITEL CLASSICA, EUROARTS 2072598