Tres admirables veladas y dos Schubert magistrales

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Bien diferentes entre sí, tres admirables conciertos dieron lustre a un fin de semana pleno de excelentes ofertas ganándose una mención tan ineludible como merecida. Además, vale recalcar que los tres presentaron programas un tanto atípicos para el repertorio habitual de Miami. 

En orden cronológico, el primer disfrute fue la apuesta de Patrick Dupré Quigley en dedicar un concierto al contratenor de Seraphic Fire acompañado por la Firebird Chamber Orchestra. La apuesta  rindió frutos que piden por más. Un recital de estas características sale de la exitosa fórmula diseñada por el creador del grupo pero la autoridad y solvencia de Reginald Mobley validó la confianza depositada en el cantante. El programa dedicado a Farinelli y su época, halló al contratenor en espléndida voz, ostentando un importante afianzamiento en sonoridad y volumen como también dominio de la ornamentación, especialmente en el registro agudo. Dignos de destacar fueron el Vivaldi (Vedró con mio diletto de Giustino) y el Handel (Cara Sposa de Rinaldo) así como su desempeño en el Salve Regina de Porpora, maestro del célebre castrato. En esta última composición (luego de un descanso proporcionado por una vivaz ejecución del Burlesque de Don Quixote de Telemann por la orquesta) Mobley hizo gala de recursos que podría ubicarlo en franca competencia con otras estrellas actuales de su cuerda. El concierto concluyó a capella con un exquisito There is a Balm in Gilead, ya un clásico de su repertorio.

De primer nivel la presentación de la Academy St. Martin in the Fields con actuación y dirección de Joshua Bell en el Knight Hall del Arsht Center. La venerada agrupación encuentra en la estrella del violín americana un complemento que si bien parece desafiarlos continúa con el camino trazado sin salirse de su curso. A la clásica excelencia de la Academia se sumó una vertiginosa lectura del Concierto para Violín en Mi mayor de Bach donde el virtuosismo del solista triunfó por sobre la velocidad del ensamble; asimismo la Primera Sinfonía de Beethoven con Bell como concertino al mismo tiempo que dirigía desde su asiento, siguió como por inercia esa tendencia de excesivo énfasis que no obstante sirvió para mostrar una faceta  mas fresca y renovada de la inicial de nueve del genio de Bonn. Solista y orquesta brillaron en la segunda parte con todo el despliegue requerido para la Introducción y Rondó Caprichoso de Saint-Säens y un Joshua Bell eximio, capaz de ejecutar con pasmosa naturalidad una de las piezas mas arduas del repertorio para violín. El final sumó aún mas puntos a la velada con la interpretación del arreglo para orquesta de cuerdas firmado por Mahler de La muerte y la doncella de Schubert. Claramente una obra difícil hasta para agrupaciones como ésta, se apreció un trabajo especial donde la tenacidad por el detalle contribuyó a la pintura total. No faltó el drama aunque prevaleció un lirismo poético exquisito que pulió toda arista. Después del estremecedor segundo movimiento, llegó la catarsis con un tempestuoso final donde no dejó de apreciarse la yuxtaposición coral resuelta con indudable maestría.

El domingo por la tarde, como la noche anterior, otra vez Schubert fue el gran protagonista gracias a la magistral lectura de la Sonata 20 D 959 por Richard Goode. Obra monumental que el pianista abordó con un ejemplar dominio del lenguaje, redondez sonora, liviandad vienesa y el espíritu de Schubert se combinaron para un inolvidable tour de force. Uno de los mas personales intérpretes de su generación, Goode aportó su conocido toque distintivo y categórico a cada obra, respaldado por la nobleza y autoridad de su enfoque. Esta faceta se constató en la delicadeza y precisión de las cuatro piezas de Janacek – On an Overgrown Path – con las que abrió el recital como perfecto preludio a Schubert y mas todavía con el Primer Libro de Preludios de Debussy, de una reciedumbre poética curiosa y sin dudas, fascinante. Ante la cerrada ovación, Goode regaló Ondina del Segundo Libro de Preludios rematando una tarde de música memorable.

Si el próximo fin de semana promete mucho, nada menos que la Orquesta de Cleveland y la New World Symphony con Sol Gabetta y Pablo Heras Casado, no será fácil competir con el recuerdo dejado por los seráficos, Bell, su academia y Goode.

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